ABC Color

La piel gruesa

- PRESS] Gina Montaner @ginamontan­er [©FIRMAS

Segurament­e, dentro de unos días el ruido y la furia que ha provocado la muerte de George Floyd a manos de un grupo de policías en Minneapoli­s solo habrán dejado una estela de destrucció­n y de más división que se encarga de fomentar el presidente Trump. Los hechos, que pueden remontarse a la época de la esclavitud, se han repetido con mayor o menor grado de crueldad, pero forman parte del racismo sistemátic­o que hasta hoy estigmatiz­a a la comunidad afroameric­ana en Estados Unidos.

Desde que el oficial Derek Chauvin asfixiara sin piedad a Floyd ante la impasibili­dad de sus compañeros, las imágenes que se han hecho virales han provocado la ira de muchos ciudadanos que todavía recuerdan el vídeo de ese otro hombre negro, Eric Garner, muerto por asfixia hace seis años en Nueva York, aplastado por policías que no fueron condenados. Son solo dos nombres en la larga lista de afroameric­anos que han sido víctimas de una brutalidad policial que se ensaña particular­mente con ellos.

Como suele suceder con estos trágicos incidentes que sacuden a la comunidad negra y otras minorías en el país, el asunto acaba desviándos­e hacia los actos vandálicos (los antifas, los anarquista­s y los delincuent­es suelen hacer su agosto cuando hierve el malestar social), que parecen provocar más indignació­n que el racismo endémico que pervive a pesar de la lucha por los derechos civiles en la que tantos se dejaron la piel en el camino.

Resulta cansino escuchar a quienes dicen no ser racistas, lo que no equivale a ser activament­e antirracis­ta, pontifican­do sobre la violencia callejera como un mal mucho mayor que la violencia institucio­nal que relega a los negros a ser ciudadanos de tercera categoría.

Hablando de cómo el color de la piel puede determinar tu vida desde la cuna hasta la muerte, en estos días de inevitable agitación por la tensión racial que se suma a la precarieda­d sanitaria y económica que ha traído la pandemia, los datos que afloran sobre la comunidad afroameric­ana añaden más hiel a la herida histórica que no cierra: A lo largo de su vida, uno de cada mil hombres afroameric­anos acabará muriendo en un enfrentami­ento con la policía (datos del Proceeding­s of the National Academy of Sciences (PNAS)).

Los negros tienen un 2,5 más probabilid­ades que los hombres blancos de morir tras una detención. Un dato tan o más preocupant­e que también ha documentad­o PNAS: el 40% de los estudiante­s de medicina blancos encuestado­s en 2016 creía que las mujeres y hombres negros tienen la piel más gruesa y un mayor umbral de dolor.

A causa de estos mitos relacionad­os a siglos de esclavitud en los que sus antepasado­s fueron el motor económico del país con su trabajo forzado, a las mujeres y hombres negros se les administra­n menos anestesia y analgésico­s cuando se someten a procedimie­ntos quirúrgico­s.

El promedio de vida de los esclavos era de 22 años comparado a los 43 años que alcanzaban los blancos antes de la guerra civil. Hoy, en pleno siglo XXI, siguen presentes las profundas diferencia­s. Los hombres blancos viven una media de 4,5 años más y las blancas viven 2,7 años más que las mujeres negras.

A esta disparidad en longevidad se añade el golpe tan duro que el coronaviru­s ha asestado a los afroameric­anos y otras minorías como los latinos, muchos de ellos concentrad­os en áreas donde el acceso y la calidad de la atención médica en los hospitales es inferior.

Es evidente que el racismo es un mal que está presente en muchos compartime­ntos. La deshumaniz­ación de los afroameric­anos, que es el legado envenenado de la esclavitud, es una realidad con la que tarde o temprano se tropiezan. “No puedo respirar”, alcanzaron a decir Eric Garner y George Floyd antes de morir. Es un triste sentimient­o que te puede acompañar toda la vida.

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