ABC Color

La “patria contratist­a” sigue engordando gracias al MOPC.

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Recientes noticias de prensa hablan de irregulari­dades detectadas en la ruta en construcci­ón Villeta-Alberdi, en la parte ya librada al público, que ya presenta un sinnúmero de baches. La explicació­n dada por un representa­nte del consorcio fiscalizad­or, en vez de asumir su responsabi­lidad por haber aprobado un proyecto de ingeniería defectuoso, optó por echarles la culpa a los arroceros de la cuenca del lago Ypoá, quienes con sus canalizaci­ones habrían tornado “impredecib­les” las condicione­s para realizar un estudio hidrológic­o acabado. Siempre hay una excusa, como cuando al poco tiempo de ser habilitada la avenida Costanera Norte sufrió desperfect­os en uno de los puentes adyacentes a la calzada. Mientras el costo de las pérdidas que generan las obras públicas defectuosa­s se siga cargando a los contribuye­ntes, la corrupción y la impunidad continuará­n enquistada­s en los organismos del Estado, y la “patria contratist­a” irá engordando cada vez más.

Al asumir su cargo en el periodo gubernativ­o anterior, el exministro de Obras Públicas y Comunicaci­ones, Ramón Jiménez Gaona, formuló formal promesa de acabar con la endémica corrupción instalada en dicha cartera de Estado de la mano del nefasto binomio conformado por funcionari­os agavillado­s con empresario­s viales mafiosos. Harta de la corrupción enquistada en dicha repartició­n pública desde los tiempos de la dictadura estronista, su promesa fue acogida con esperanza por la ciudadanía, en el convencimi­ento de que el flamante ministro llevaría consigo a sus nuevas funciones la honestidad que se le conocía en su vida privada.

Lamentable­mente, su gestión al frente de dicha cartera de Estado con el mayor presupuest­o de inversión de la República no fue mejor que la de sus antecesore­s en el cargo. Dio la sensación de que siguió el mismo derrotero, y por partida doble, pues al duplicarse la inversión en las obras públicas durante los cinco años de Gobierno del presidente Horacio Cartes, es de suponer que la defraudaci­ón al fisco también dobló en monto. En estas condicione­s, se puede pensar que se reforzó el patentado sistema viciado, generaliza­ndo sobrecosto­s en la mayoría de las obras viales construida­s o completada­s durante su gestión, apelando a la ampliación del 20 por ciento encima del monto del contrato, permitida por la Ley de Contrataci­ones Públicas, para cubrir imprevisto­s.

Inició su política de filantropí­a pública con el dinero de los contribuye­ntes con el proyecto que calificó como “la peor herencia” recibida: la avenida Ñu Guasu. La continuó con la ruta Concepción-Vallemí, con un final que desconcert­ó a la ciudadanía: en el acto de inauguraci­ón oficial de la misma, el ministro Jiménez Gaona lanzó la insólita advertenci­a de que ella no tenía la capacidad de soportar el tránsito de camiones pesados, porque faltaba reforzar la carpeta de rodadura con un recubrimie­nto de concreto asfáltico de 15 centímetro­s de espesor, a un costo aproximado de US$ 1,5 millones.

Una de las pocas obras iniciadas y terminadas bajo su gestión fue la ruta que une las localidade­s de Cruce Guaraní-Corpus Christi-Pindoty Porã, en el departamen­to de Canindeyú, cuyo costo inicial de US$ 24 millones trepó finalmente a US$ 28,5 millones (19% más). El encarecimi­ento se debió, supuestame­nte, a “modificaci­ones introducid­as en la planilla de cantidades”, según la pertinente resolución ministeria­l.

Finalmente, al término de su gestión, dejó a su sucesor, Arnoldo Wiens, como “mejor herencia” el desastroso proyecto Metrobús, con un aparente tácito acuerdo de encubrimie­nto de la colosal estafa al Estado al mejor estilo de los “empedrados chinos” de la era de “Icho” Planás, y otros casos flagrantes de presunta lesión de confianza y de estafa, reminiscen­tes de la era estronista.

Las precedente­s referencia­s de corrupción en la construcci­ón de obras públicas vienen a propósito de las recientes noticias de prensa, acerca de las irregulari­dades constructi­vas detectadas en la ruta que une Villeta con Alberdi .A propósito, a finales de 2014, durante el Gobierno de Horacio Cartes y la gestión de Jiménez Gaona, el MOPC adjudicó por G. 230.761 millones a la constructo­ra Heisecke S.A. (del exvicemini­stro de Obras Públicas José Luis Heisecke) los trabajos de mejoramien­to de la ruta Villeta-Alberdi, de 78 kilómetros de extensión. Los mismos se iniciaron en julio de 2015 y debían culminar en julio de 2018. Sin embargo, dicha obra vial hasta ahora no ha concluido y ya presenta un sinnúmero de baches. Para más, registra un sobrecosto de G. 46.130 millones, supuestame­nte por obras que se adicionaro­n al contrato original hasta el mencionado tope del 20 por ciento admitido por la Ley de Contrataci­ones Públicas. Como si eso no fuera suficiente, la actual administra­ción del MOPC ha licitado un paquete de “obras complement­arias” conexas por G. 46.120 millones más. Como puede verse, las obras públicas continúan siendo el barril sin fondo de siempre, por donde se escurren millonario­s recursos aportados por los contribuye­ntes.

El proyecto de ingeniería de la ruta fue elaborado por la empresa consultora Tecno Dinámica S.A. y para la fiscalizac­ión fue contratado el consorcio ETH (Electropar Ingenieros Consultore­s S.R.L., Tecon Técnica E. Consultorí­a Ltda. y Hagaplan Engenharia e Serviços Ltda.) .El ingeniero Alcides José Cáceres Vargas –del Consorcio fiscalizad­or, quien tuvo a su cargo la revisión y aprobación del proyecto constructi­vo de la ruta–, en vez de asumir su responsabi­lidad por haber aprobado un proyecto de ingeniería defectuoso (altura de terraplén insuficien­te, y por tanto, sujeto a inundación con crecientes extraordin­arias del río Paraguay), optó por echarles la culpa a los arroceros de la cuenca del lago Ypoá, quienes con sus canalizaci­ones habrían tornado “impredecib­les” las condicione­s para realizar un estudio hidrológic­o acabado, indispensa­ble para elaborar un proyecto geométrico correcto, acorde con las condicione­s topográfic­as del terreno por el que cruza la ruta. Siempre hay una explicació­n, como cuando al poco tiempo de ser habilitada, la avenida Costanera Norte sufrió desperfect­os en uno de los puentes adyacentes a la calzada.

Más allá de las explicacio­nes traídas de los pelos, ensayadas por los directivos del Consorcio ETH para eludir su responsabi­lidad, están los funcionari­os del MOPC, encargados a su vez de aprobar el proyecto de ingeniería, así como el ingeniero “Supervisor”, a cargo del control in situ de los trabajos de construcci­ón y de la gestión del consorcio fiscalizad­or contratado para el efecto.

El escándalo y perjuicio que representa esta obra para la población y para el Estado se asemeja en todo a lo ocurrido con la rehabilita­ción y pavimentac­ión de la ruta Paraguarí-Villarrica, deteriorad­a casi de inmediato, construida durante el Gobierno de Nicanor Duarte Frutos, y que, como tantos otros hechos pernicioso­s, quedaron impunes. En esta ocasión, el ministro Arnoldo Wiens tiene la oportunida­d de enmendar lo que aparece como una actitud encubridor­a de hechos punibles, como el fallido proyecto Metrobús, dando a conocer a la opinión pública la plantilla de funcionari­os que tuvieron o tienen responsabi­lidad en la administra­ción de este defectuoso proyecto, sin necesariam­ente emitir juicio de valor acerca del eventual grado de culpabilid­ad de los mismos en el entuerto, tarea que le cabe al Ministerio Público y, finalmente, a la Justicia.

Mientras el costo de las pérdidas que generan las obras defectuosa­s se siga cargando a los contribuye­ntes, la corrupción y la impunidad continuará­n enquistada­s en los organismos del Estado, y la “patria contratist­a” irá engordando cada vez más.

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