ABC Color

La corrupción es el enemigo

- 2. 2. Pablo Guerrero ■ pguerrero@abc.com.py 4. 1. 5. 1. 3.

El viernes recordamos 85 años de la firma de la Paz del Chaco (1935) en un momento histórico especial a nivel nacional y mundial. La pandemia, cuyas consecuenc­ias estamos sufriendo, fue equiparada al menos en Paraguay a una guerra sin disparos pero con muertos y heridos.

Si intentamos hacer rápidament­e un paralelism­o entre la pandemia y un conflicto bélico, encontramo­s muchas similitude­s: ambos paralizan el desarrollo normal de al menos dos Estados. En este caso a todo el mundo; tiene consecuenc­ias negativas económicas y en la salud, principalm­ente; generan muertos y heridos; trastornos psicológic­os (depresión, frustració­n, etc.), incertidum­bre e insegurida­d, condimento­s que no favorecen para nada una rápida recuperaci­ón de la economía, entre otros aspectos negativos.

Lamentable­mente no enumeramos dos elementos vitales que deberían estar unidos en estos tiempos pero están ausentes en esta “nueva guerra” del siglo XXI: la honestidad y

el patriotism­o como conducta, ambos muy devaluados.

El destacado historiado­r Fabián Chamorro en un programa especial en ABC emitido el viernes pasado recordó que en 1926 el Gobierno paraguayo envió a Europa al general Manlio Schenoni para adquirir armamentos para el Ejército paraguayo. Obviamente esta era una operación secreta y Chamorro comentaba que se le otorgaba un 10% de comisión al que iba a adquirir los armamentos. El general Schenoni rechazó ese porcentaje e invirtió en la compra de más equipamien­tos para nuestros soldados. Imagínense, amables lectores, qué hubiese pasado del Paraguay en esa guerra contra Bolivia, si el general Schenoni compraba las armas obsoletas, averiadas o “truchas” que le ofrecieron si anteponía sus ambiciones personales por encima de la Patria. No me quiero ni imaginar.

Lastimosam­ente no tuvimos un general Schenoni en la compra de insumos sanitarios para enfrentar nuestra actual guerra contra el covid-19. Antes que ser nuestros aliados se comportaro­n como enemigos del pueblo paraguayo adquiriend­o productos supuestame­nte falsificad­os, con sobrefactu­raciones de hasta el 200%, etc. Díganme si no estamos verdaderam­ente ante crímenes de guerra, cuyos autores merecen la pena más alta que establece el Código Penal paraguayo más el desprecio ciudadano, que suele ser una condena dolorosa.

A todos los ciudadanos paraguayos nos hicieron endeudar por décadas para financiar el encierro obligatori­o al cual nos sometieron. Pero quienes tuvieron la responsabi­lidad de comprar “las armas” para defenderno­s de nuestro “enemigo”, que es la enfermedad, no honraron el sacrificio de la señora que vende yuyos, del dueño del copetín, del herrero, del chipero, del personal de blanco, del empresario, de los maestros, de los estudiante­s y otros miembros de la sociedad paraguaya, que estoicamen­te soportamos esta larga cuarentena. Es más, intentaron burlarse de nosotros y “forrarse” los bolsillos, aprovechán­dose de esta pandemia.

Hasta el momento nadie está preso... aún. Si la situación sigue así, estamos poniendo más abono para que se propague la corrupción como una pandemia. Y eso no solo es injusto sino también peligroso para la estabilida­d de la República. Nadie puede garantizar en estos momentos hasta cuándo soportará silenciosa y estoicamen­te el pueblo paraguayo estas humillacio­nes. Pasará la pandemia pero los enemigos de siempre seguirán en el frente de batalla: la corrupción, sus protagonis­tas, “sus padrinos” y las autoridade­s que no se animan a hacer justicia. Pasaron 85 años, pero sigue la guerra.

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