La corrupción es el enemigo
El viernes recordamos 85 años de la firma de la Paz del Chaco (1935) en un momento histórico especial a nivel nacional y mundial. La pandemia, cuyas consecuencias estamos sufriendo, fue equiparada al menos en Paraguay a una guerra sin disparos pero con muertos y heridos.
Si intentamos hacer rápidamente un paralelismo entre la pandemia y un conflicto bélico, encontramos muchas similitudes: ambos paralizan el desarrollo normal de al menos dos Estados. En este caso a todo el mundo; tiene consecuencias negativas económicas y en la salud, principalmente; generan muertos y heridos; trastornos psicológicos (depresión, frustración, etc.), incertidumbre e inseguridad, condimentos que no favorecen para nada una rápida recuperación de la economía, entre otros aspectos negativos.
Lamentablemente no enumeramos dos elementos vitales que deberían estar unidos en estos tiempos pero están ausentes en esta “nueva guerra” del siglo XXI: la honestidad y
el patriotismo como conducta, ambos muy devaluados.
El destacado historiador Fabián Chamorro en un programa especial en ABC emitido el viernes pasado recordó que en 1926 el Gobierno paraguayo envió a Europa al general Manlio Schenoni para adquirir armamentos para el Ejército paraguayo. Obviamente esta era una operación secreta y Chamorro comentaba que se le otorgaba un 10% de comisión al que iba a adquirir los armamentos. El general Schenoni rechazó ese porcentaje e invirtió en la compra de más equipamientos para nuestros soldados. Imagínense, amables lectores, qué hubiese pasado del Paraguay en esa guerra contra Bolivia, si el general Schenoni compraba las armas obsoletas, averiadas o “truchas” que le ofrecieron si anteponía sus ambiciones personales por encima de la Patria. No me quiero ni imaginar.
Lastimosamente no tuvimos un general Schenoni en la compra de insumos sanitarios para enfrentar nuestra actual guerra contra el covid-19. Antes que ser nuestros aliados se comportaron como enemigos del pueblo paraguayo adquiriendo productos supuestamente falsificados, con sobrefacturaciones de hasta el 200%, etc. Díganme si no estamos verdaderamente ante crímenes de guerra, cuyos autores merecen la pena más alta que establece el Código Penal paraguayo más el desprecio ciudadano, que suele ser una condena dolorosa.
A todos los ciudadanos paraguayos nos hicieron endeudar por décadas para financiar el encierro obligatorio al cual nos sometieron. Pero quienes tuvieron la responsabilidad de comprar “las armas” para defendernos de nuestro “enemigo”, que es la enfermedad, no honraron el sacrificio de la señora que vende yuyos, del dueño del copetín, del herrero, del chipero, del personal de blanco, del empresario, de los maestros, de los estudiantes y otros miembros de la sociedad paraguaya, que estoicamente soportamos esta larga cuarentena. Es más, intentaron burlarse de nosotros y “forrarse” los bolsillos, aprovechándose de esta pandemia.
Hasta el momento nadie está preso... aún. Si la situación sigue así, estamos poniendo más abono para que se propague la corrupción como una pandemia. Y eso no solo es injusto sino también peligroso para la estabilidad de la República. Nadie puede garantizar en estos momentos hasta cuándo soportará silenciosa y estoicamente el pueblo paraguayo estas humillaciones. Pasará la pandemia pero los enemigos de siempre seguirán en el frente de batalla: la corrupción, sus protagonistas, “sus padrinos” y las autoridades que no se animan a hacer justicia. Pasaron 85 años, pero sigue la guerra.