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La crisis sanitaria del covid-19 ha tenido un fuerte impacto social y económico que ha afectado a toda la población, pero con particular dureza a las mujeres trabajadoras y a los sectores populares. “Contra la política de hambre y el desempleo, hay que organizar la bronca y unificar las luchas”, reflexiona Gloria Bareiro, trabajadora social y activista feminista.
Son 96 días de cuarentena y el Gobierno no pudo dar una respuesta rápida y efectiva a los sectores más pobres y populares. Los representantes de ollas populares cada semana desde hace más de un mes vienen manifestándose para conseguir una mínima ayuda de la SEN. Seguir sosteniendo las ollas se ha vuelto una tarea difícil. El confinamiento, la incertidumbre con respecto a la salud, la pérdida de empleo o fuente de ingreso genera para las familias trabajadoras quedarse sin el pan. Ante esta situación, la gran mayoría de la población clama por volver a la normalidad, señala Gloria Bareiro, feminista y trabajadora social, quien trabajó en varios proyectos en Cobañados de cerca con las mujeres y en formación política.
“Haciendo un estricto análisis, esa normalidad tiene una peculiar característica: la precariedad y la insuficiencia para una vida digna. En esa normalidad se ceba la actual crisis. Desfinaciamiento y abandono de la salud pública, alto porcentaje de trabajo informal y en negro, el Ministerio del Trabajo cómplice de esta situación
y ausente para garantizar derechos de los trabajadores, servicios básicos, como agua y saneamiento inexistente o limitado, para inmensos sectores de la población pobre, el trabajo doméstico y de cuidado subsidiado exclusivamente por las mujeres. Todo esto era parte de la normalidad fruto del sistema económico imperante”.
Asimismo, Gloria manifiesta que las crisis son momentos de fuerte inestabilidad, cambios bruscos, donde lo cotidiano y normal ya no es viable.
“Eso se puede verificar en la cantidad de actividades solidarias, polladas, tallarinadas, ferias que se realizan de manera solidaria, cuando ya las familias no tienen más dinero o que vender para hacer frente a una situación que aqueja la salud de algunos de sus miembros”.
“Esto quedó patente para el conjunto de la población con la pandemia del covid-19, las autoridades sanitarias no tuvieron más que admitir su total incapacidad para hacerle frente. Por lo que la cuarentena con base en el enorme sacrificio económico de la población más
pobre es la que hasta ahora ha salvado vidas. Pero significó desempleo y hambre para los trabajadores y los sectores populares. Así como está en nuestras manos la prevención del coronavirus, también está en nuestras manos cambiar de raíz esta situación por medio de la organización en los barrios, en los lugares de trabajo.
“Debemos quitar lecciones
importantes de esta experiencia, no son las salidas individuales o de reinventarse la solución, sino lucha conjunta de las mujeres, hombres, jóvenes y de los sectores populares las que fuerzan los cambios que garanticen salud, trabajo digno y la posibilidades de soñar con tiempos mejores”, puntualiza la trabajadora social y activista feminista.