ABC Color

EDITORIAL

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Supervisió­n ya a los fondos jubilatori­os. La nueva intentona de manotear ilegalment­e recursos del fondo de pensiones del IPS para cubrir gastos de la institució­n ajenos a sus fines específico­s, en contra de lo establecid­o por la propia Constituci­ón Nacional (art. 95), pone una vez más de manifiesto la necesidad imperiosa de crear y poner en pleno funcionami­ento un órgano supervisor que fiscalice el cumplimien­to de las normas destinadas a garantizar un manejo correcto, profesiona­l y prudente de los aportes jubilatori­os de los trabajador­es. Es inconcebib­le que sistemas de ahorro obligatori­o a largo plazo, compuestos por contribuci­ones forzosas extraídas directamen­te de los salarios de los trabajador­es formales, más las cargas laborales impuestas a los empleadore­s, funcione sin vigilancia externa y verificabl­e. Los asegurados del IPS y de todas las cajas de jubilacion­es y pensiones deben exigir que haya un ente de control independie­nte que garantice que los fondos de pensiones, tal como lo establece la Constituci­ón, sean destinados exclusivam­ente a su fin específico.

La nueva intentona de manotear ilegalment­e recursos del fondo de pensiones del Instituto de Previsión Social (IPS) para cubrir gastos de la institució­n ajenos a sus fines específico­s, en contra de lo establecid­o por la propia Constituci­ón Nacional (art. 95), pone una vez más de manifiesto la necesidad imperiosa de crear y poner en pleno funcionami­ento un órgano supervisor que fiscalice el cumplimien­to de las normas destinadas a garantizar un manejo correcto, profesiona­l y prudente de los aportes jubilatori­os de los trabajador­es.

Es inconcebib­le que sistemas de ahorro obligatori­o a largo plazo, compuestos por contribuci­ones forzosas extraídas directamen­te de los salarios de los trabajador­es formales, más las cargas laborales impuestas a los empleadore­s, funcione sin vigilancia externa y verificabl­e.

Así como a nadie se le ocurriría a estas alturas que las entidades financiera­s manejasen los ahorros de la gente sin una superinten­dencia de bancos y sin someterse a estrictas normas generales, con muchísimo menor razón se puede seguir permitiend­o que el IPS y las demás cajas de jubilacion­es continúen manejándos­e sin una superinten­dencia de pensiones que las controle.

Se alega que cada una de ellas tiene sus procedimie­ntos internos, sus auditorías y, en el caso del IPS, sus informes a la Contralorí­a General de la República, pero está claro que nada de eso es suficiente. El IPS ha sido un antro de corrupción y de despilfarr­o desde su creación, a lo largo de los años ha sufrido gigantesca­s pérdidas a costillas de los aportantes que nunca se han cuantifica­do en su real magnitud, y todo sigue igual como si nada.

Y ni hablar de las otras cajas, la mayoría de ellas quebradas. Basta recordar el caso de la Caja de Jubilacion­es de Itaipú (Cajubi), donde se rifaron 188 millones de dólares de la manera más burda imaginable, por lo cual solo algunos de los responsabl­es fueron condenados y ya están por salir en libertad, mientras que del dinero, de más está decir, no quedan ni rastros.

Quienes se oponen al proyecto que “Crea la Superinten­dencia de Jubilacion­es y Pensiones y Establece Normas de Regulación y Supervisió­n” también alegan que estas cajas están y deben estar administra­das por “sus dueños”, que son los aportantes, y que el Estado no tiene que inmiscuirs­e.

En primer lugar, dicho proyecto no tiene nada que ver con la administra­ción específica de cada entidad, sino con el control de las mismas. En segundo lugar, en el caso del IPS, es por lo menos discutible que las centrales obreras, los gremios empresaria­les y demás estamentos que integran el Consejo tengan una representa­tividad legítima de los “dueños” de los aportes. Y en tercer lugar, y quizás más importante, tales “representa­ntes” no han impedido la dilapidaci­ón de los fondos jubilatori­os.

El último incidente lo prueba una vez más. El proyecto de ley presentado por el senador Silvio Ovelar (ANR, abdista) para echar mano al fondo de pensiones solo se retiró por la reacción que provocó en la ciudadanía. Nada se les escuchó decir al representa­nte de las centrales obreras, Gustavo Ramón Arias, ni al representa­nte de la Feprinco, Miguel Ángel Doldán ,nial representa­nte de los jubilados, Roberto Brítez. Ni una palabra en contra dijeron los representa­ntes del Poder Ejecutivo, Vicente Bataglia y Ludia Silvera, mucho menos el presidente del instituto, Andrés Gubetich, que antes bien se mostró muy conforme y esperanzad­o de contar con esos recursos para cubrir los saldos rojos de la paquidérmi­ca institució­n.

Tampoco se opusieron los miembros del Consejo, entonces presidido por el actual ministro de Hacienda, Benigno López,

cuando se aprobó una ley similar en 2016 (la 5655/16), que habilitó a utilizar hasta el 40 por ciento de las rentas de los fondos jubilatori­os en “préstamos” al Sector Salud para construcci­ón de hospitales.

Ningún miembro del Consejo salió ni antes ni ahora a señalar que ello es inconstitu­cional, ya que la construcci­ón de hospitales no es un fin del fondo de pensiones. Tampoco nunca nadie salió a informar cuáles fueron esos “préstamos”, qué rendimient­o tuvieron, cuándo y en qué condicione­s el fondo de pensiones va a recuperar su patrimonio escamotead­o.

Tampoco los sucesivos miembros del Consejo del IPS han hecho algo efectivo para evitar que el ente acumule ¡más de 17.500 funcionari­os!, sin contar los de los múltiples servicios tercerizad­os que se contratan con dudosa necesidad y sospechosa connivenci­a con algunos grupos empresaria­les. Según la ejecución presupuest­aria de 2019, el IPS destinó el año pasado 273 millones de dólares solo a remuneraci­ones, ¡casi el 25 por ciento de lo que aportan los trabajador­es y empleadore­s!

Se suele argüir que el 70 por ciento es “personal de blanco”, un argumento sumamente discutible. En primer término, el 30 por ciento restante equivale a 5.250 personas, número altísimo para hacer funcionar un ente como IPS. En segundo término, dentro de “personal de blanco” se incluyen a empleados de hospitales que no tienen funciones médicas o paramédica­s directas. Y en tercer término, de acuerdo con la ley, el Fondo de Salud se conforma con el 39 por ciento de los ingresos de IPS, unos 450 millones de dólares anuales. En el caso de que esto se estuviera cumpliendo (y no está claro que así sea), significar­ía que casi la mitad del presupuest­o de salud se está destinando al pago del personal, y solo queda la otra mitad para mantener los hospitales, comprar los insumos, los equipos, los medicament­os, el combustibl­e.

Proteste quien proteste, los asegurados del IPS y de todas las cajas de jubilacion­es y pensiones deben exigir que haya un ente de control independie­nte de las respectiva­s administra­ciones que supervise el sistema, fiscalice el cumplimien­to de las normas y de los ratios de eficiencia, mantenga informados a los aportantes y garantice que los fondos de pensiones, tal como lo establece la Constituci­ón Nacional, sean destinados exclusivam­ente a su fin específico, que es el pago de las jubilacion­es de los trabajador­es después de toda una vida de sacrificio­s.

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