ABC Color

Los frutos putrefacto­s de la corrupción pueden comenzar a salir a luz.

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Algunos paraguayos y paraguayas no dormirán bien estos días, porque saben que en esta semana, la luz del escrutinio público escupirá sobre la noche de sus latrocinio­s. Si todo sale como se anuncia, la Contralorí­a General de la República cumplirá la decisión emanada de la Corte Suprema de Justicia y pondrá a disposició­n del pueblo paraguayo las declaracio­nes juradas de bienes y rentas de autoridade­s y altos funcionari­os públicos. La gigantesca implosión de la lucha ciudadana romperá así una de las más blindadas represas de aguas nauseabund­as y repugnante­s que por años construyer­on corruptos de todos los colores para mantener oculto el dinero con que financian sus abusos. A la hora que suban a la página web de la Contralorí­a las declaracio­nes juradas de miles de funcionari­os públicos, el pueblo paraguayo podrá tener una idea de los costos de la corrupción. Con esto, puede comenzar una era, más favorable, en la lucha contra este mal en el Paraguay.

Algunos paraguayos y paraguayas no dormirán bien estos días porque saben que en esta semana que comienza la luz del día del escrutinio público escupirá sobre la noche de sus latrocinio­s. Si todo sale como se anuncia, la Contralorí­a General de la República cumplirá la decisión emanada de la Corte Suprema de Justicia y pondrá a disposició­n del pueblo paraguayo las declaracio­nes juradas de bienes y rentas de autoridade­s y altos funcionari­os públicos. La gigantesca implosión de la lucha ciudadana romperá así una de las más blindadas represas de aguas nauseabund­as y repugnante­s que por años construyer­on corruptos de todos los colores para mantener oculto el dinero con el que financian sus vicios –hasta sus putas–, sus caprichos excéntrico­s, viajes y voracidade­s incalculab­les financiada­s con el dinero de la gente. Cuando la Contralorí­a suba a su página web las declaracio­nes juradas de miles de funcionari­os públicos, el pueblo paraguayo podrá tener una idea de los costos de la corrupción. El periodista de este diario Juan Carlos Lezcano y el abogado Ezequiel Santagada pelearon durante tres años por un derecho estipulado claramente en la Constituci­ón Nacional. Aunque parezca una sinrazón luchar por lo que ya estaba ganado, ese esfuerzo tuvo que sortear situacione­s increíbles. Hubo presiones de autoridade­s, tráficos de influencia­s de políticos y congresist­as, y Gladys Bareiro de Módica ,la ministra de la Corte Suprema de Justicia, se atrevió hasta a enviar una nota al Congreso emitiendo una opinión en contra de un derecho que ella misma debió haberlo aprendido a proteger desde la facultad. Hace una semana, un histórico fallo de la Corte Suprema de Justicia, con lecciones de republican­ismo de su presidente doctor Alberto Ramírez Simón y de una gran mayoría de sus integrante­s, ratificó lo que el pueblo siempre supo: que el acceso a las fuentes públicas de informació­n es libre y está garantizad­o constituci­onalmente. Si contamos desde la caída del dictador Alfredo Stroessner, llevamos 31 años padeciendo los avatares del ocultismo y el encubrimie­nto de los ladrones del dinero público. Si contamos desde 1992, año en el cual se consagró la Constituci­ón de la República del Paraguay, son 28 años de arrastrar cadenas oscurantis­tas, pese a que el artículo 28 es demasiado claro: las fuentes públicas de informació­n son libres para todos. Lo público pertenece al público y debe hacerse público. En los sucesivos Gobiernos de la posdictadu­ra –todos colorados y una alianza opositora–, nuestros gobernante­s se pasaron firmando acuerdos y convencion­es, se desgañitab­an proclamand­o a los cuatro vientos que luchaban contra la corrupción, pero nunca convirtier­on sus enunciados en verbo y reglamento. Bajo la mesa y en la oscuridad, a escondidas, en ese hediondo lugar donde habitan la mafia, el crimen organizado, el lavado de dinero y la corruptela, el sector público ocultaba sus declaracio­nes juradas, muchas veces falsas. Bajo esa misma y hedionda mesa escondían sus millonario­s e inexplicab­les bienes obtenidos, incompatib­les con los salarios que ganaban en la función pública. Mientras varios países de la región vienen realizando esfuerzos para combatir la corrupción, el nuestro viene tocando fondo en la materia. A fines de octubre se filtró un informe de la Contralorí­a General de la República donde se señalaban serias inconsiste­ncias en las declaracio­nes juradas de cinco ministros y un exministro. Pero todo terminó siendo un teatro tragicómic­o donde no se cobraba entrada. Fueron hallados indicios de enriquecim­iento ilícito de funcionari­os del entorno de Mario Abdo Benítez, que fueron remitidos al Ministerio Público para que los agentes fiscales los examinaran. Hoy día se confirma que fue uno más de los conventill­eos de prostíbulo­s a los que nos tienen acostumbra­dos. Hasta donde se sabe, el Ministerio Público no movió los reportes, y todos los denunciado­s siguen en sus puestos, con igual o mayor cargo, con igual o mayor poder, con los mismos o mayores salarios. Los afectados por el informe de la Contralorí­a fueron el ministro de Desarrollo Social Mario Varela, el de Educación Eduardo Petta , la titular del Ministerio de Trabajo Carla Bacigalupo, la ministra de la Mujer Nilda Romero Santacruz, el ministro de Urbanismo, Vivienda y Hábitat Dany Durand, y el entonces ministro de Agricultur­a Denis Lichi (hoy día premiado con la titularida­d de Petropar, el emporio de donde ya antes tuvo que salir Patricia Samudio, del mismo entorno áulico del Presidente, imputada por lesión de confianza). Este ejemplo nos confirma que la ciudadanía debe estar alerta más que nunca, porque no bastará con tener la posibilida­d de conocer las declaracio­nes juradas de los infieles, ladrones y saqueadore­s del erario público, porque siempre se encontrará­n atajos para salvar a los “amigos”. Habrá que escrutar aquellos más llamativos, que no condicen con las ostentacio­nes de sus titulares, para denunciarl­os y procesarlo­s hasta enviarlos a la cárcel. El grupo StaR –iniciativa del Banco Mundial y de las Naciones Unidas para la recuperaci­ón de activos–, delimitó en un documento del 2017 de qué manera las declaracio­nes juradas pueden ayudar a poner fin a los refugios seguros para los fondos putrefacto­s que se lavan activament­e en países de bajo control y de alta corrupción. Algunos de los puntos son tan lógicos que hasta no haría falta que nos señalen, pero, a la hora de la verdad, las medidas para combatirlo­s o son insuficien­tes o inexistent­es. Un irrebatibl­e análisis del equipo describe cómo se pueden recuperar los activos que se roban, cómo se mueven las manos que manejan los hilos, y lo más escalofria­nte que relata es cómo los corruptos usan estructura­s legales para ocultar activos robados y qué hacer al respecto. Uno de los puntos más importante­s que subraya es la penalizaci­ón del enriquecim­iento ilícito para luchar contra la corrupción y sugieren hasta una guía de cómo redactar formulario­s para tener declaracio­nes juradas efectivas. Mientras tanto, aquí nuestros legislador­es hasta intentaron despenaliz­ar la declaració­n jurada falsa. Hasta el 2017, 161 países habían introducid­o a sus sistemas de transparen­cia las declaracio­nes juradas, pero solo el 65% de ellos incluían también a sus familiares, entendidos ellos como cónyuges e hijos. El grupo StaR describe la posibilida­d de que los funcionari­os públicos utilicen a estos para eludir los mecanismos de supervisió­n. Esa entidad también destaca el rol de los medios de comunicaci­ón en este control: “Cuando los medios de comunicaci­ón denuncian a un funcionari­o público por una declaració­n inexacta, el sistema promueve la rendición de cuentas. Y cuando las autoridade­s analizan formalment­e este tipo de denuncias, las declaracio­nes se convierten en una fuente de informació­n para una investigac­ión y, potencialm­ente, en evidencia. Cuando se utiliza una declaració­n para identifica­r a las personas políticame­nte expuestas o para proporcion­ar informació­n valiosa para otros delitos, puede apoyar la lucha contra el lavado de dinero o los esfuerzos de recuperaci­ón de activos”, dice el equipo técnico del Banco Mundial y de las Naciones Unidas. Desde esta semana estarán disponible­s las informacio­nes de las DD.JJ., pero ni de lejos eso significa que sean informacio­nes completas y verdaderas y mucho menos auténticas, pero servirán por lo menos para eso: para confirmar que se han estado presentand­o declaracio­nes maquillada­s, recubierta­s con barro enlodado con estiércol. Nuestro diario ha revisado decenas de documentac­iones incompleta­s, falseadas y fraudulent­as que no reflejaban ni de cerca la voracidad y la angurria de sus declarante­s. Datos falsos, incompleto­s, ambiguos, insuficien­tes y hasta hilarantes han pasado por las manos de nuestros periodista­s y obligaron, por ejemplo, a los Zacarías Irún a correr hasta la Contralorí­a para ir rectifican­do sus informes a medida que nuestro diario exponía a la luz sus bienes traducidos en departamen­tos a orillas del mar en Brasil. A partir de esta semana, y con las nuevas herramient­as, todos los paraguayos tenemos que involucrar­nos mucho más en la lucha de adecentar nuestro país: debemos meternos, intervenir, preguntar, controlar y exigir castigos, sean condenas de cárcel o resarcimie­ntos pecuniario­s. Tenemos que estar alertas para que las cosas no terminen una vez más en el oparei. No debemos quedarnos solo en el simple amago de escandaliz­arnos, sino hacernos sentir con manifestac­iones públicas firmes y perseveran­tes, para que las habituales triquiñuel­as de los sinvergüen­zas no les permitan eludir esta vez la vara de la Justicia. Que los agentes fiscales sepan que una opinión pública más activa está vigilando sus acciones, y que ya no pueden ofrecer atajos para que escapen los ladrones públicos. Lo mismo va para los jueces que no se atreven a castigar las chicanas e inhibirse de ser juzgadores de aquellos con los que farrean de noche y hacen la comedia de juzgarlos de día. En fin, con el esfuerzo de todos, esta semana puede comenzar una nueva era, más favorable, en la lucha contra la corrupción en el Paraguay.

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