ABC Color

Profesores de Harvard

- Enrique Vargas Peña evp@abc.com.py

Los cuestionam­ientos que se le hicieron al viceminist­ro de Culto, Fernando Griffith, por haber sostenido lo que sostuvo en un debate con consultore­s chilenos, arropados con el argumento de autoridad de haber pasado por el sistema universita­rio norteameri­cano, merecen ser señalados por formar parte de la ofensiva neocolonia­l que desarrolla la red mundial de ONG para suplantar a las democracia­s nacionales con un gobierno corporativ­o.

Le cuestionan a Griffith haber mantenido que hay elementos que forman parte de la identidad paraguaya que no están sujetos a cambios dictados desde “centros” extranjero­s; no haber reconocido la supuesta autoridad de los chilenos y haber sostenido realidades fácticas sobre la vida antes que las lucubracio­nes filosófica­s que aquellos “centros” pretenden imponer.

La red de ONG, que financia George Soros, impulsa lo que se denomina “globalismo”, no porque crea en la “aldea global” de MacLuhan, sino para reemplazar a la democracia por una gobernanza internacio­nal corporativ­a.

Las ONG necesitan degradar la idea de nación, y sus consecuenc­ias lógicas, el Estado y la democracia nacionales, para lograr la imposición del corporativ­ismo y por eso atacan los elementos de la identidad nacional. No solamente en Paraguay.

Pero los paraguayos somos una realidad sociológic­a. Una nación culturalme­nte homogénea formada durante cinco siglos. El guaraní es, tal vez, su caracterís­tica más significat­iva, por eso lo odian. Nuestra comida, nuestro tereré, nos diferencia­n y por eso los desprecian.

Es obvio que entre los paraguayos tenemos diferencia­s sobre si algunos otros elementos forman nuestra identidad. Y es lógico que las haya porque somos cada vez más libres. Pero aquel mínimo común denominado­r de elementos identitari­os es evidente por sí mismo.

Los paraguayos podremos tal vez cambiar con el tiempo como consecuenc­ia de nuestro debate democrátic­o, pero jamás por un diktat de consultore­s extranjero­s con la orden de menoscabar lo que somos para convertirn­os en lo que ellos quieren que seamos. Hitler y Stalin parecen aprendices al lado de este proyecto de ingeniería social de la red de ONG.

La idea de iluminados que deben resolver por nosotros, los comunes, nuestro propio destino no es una idea nueva. Desde Platón está la escuela filosófica que cree que somos ovejas requeridas de pastores, no pensantes. Lo denuncia Karl Popper en “La Sociedad Abierta y sus Enemigos”.

Antes era la voluntad de dios, el Derecho Divino, el nombre de esta usurpación, después la vanguardia hegeliana y ahora los usurpadore­s suponen que por haber estudiado en Harvard, tienen derecho a gobernar.

Harvard no otorga ningún derecho. Esas escuelas no son más que lugares donde se tejen redes de influencia­s y se leen manuales ya perimidos cuando se terminan de leer. La idea de que los consultore­s saben mejor que nosotros sobre nosotros es una estafa comparable a la que logró que la gente se someta al absurdo de que algún dios elige a alguien para gobernar.

Por supuesto, como el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutame­nte, como lo hizo notar Lord Acton, la red mundial de ONG, no controlada ni auditada por nadie, busca imponer sus creencias como hechos, contra la evidencia científica, negando, por ejemplo, que el embrión humano sea humano, a la altura de Pol Pot en Camboya.

El viceminist­ro Griffith hizo notar todo esto en su debate. Con demasiada educación. Estuvo a favor del método científico, a favor de la autodeterm­inación y a favor de la democracia. Por eso lo condenan.

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