ABC Color

La presión merece prisión

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

La antigua epidemia de la corrupción que azota al país –sin vacuna posible– tiene su manantial en la Cámara de Diputados. Sancionó una ley que abre las puertas para el robo, sin consecuenc­ias penales. ¿Dónde se ha visto una ley así? En los países organizado­s hay leyes para combatir los delitos; en el Paraguay, para alentarlos. El presidente Abdo Benítez vetó la ley. El veto fue ratificado el jueves por el Senado. Consumado el acto de despenaliz­ar las declaracio­nes juradas falsas, los diputados no se quedaron quietos. Fueron por más para oscurecer la transparen­cia. O sea, evitar la divulgació­n de sus bienes. ¡Presionaro­n a la Corte Suprema de Justicia para declarar inconstitu­cional la publicació­n! ¿Quiénes lo hicieron? Son los diputados cartistas Pedro Alliana (presidente), Hugo Ramírez, Basilio Núñez, Justo Zacarías, Rocío Abed, Tadeo Rojas, Nazario Rojas, Carlos Núñez, Del Pilar Medina, Néstor Ferrer, Blanca Vargas y Rubén Balbuena. Abdistas: Freddy D’Ecclesiis, Pastor Soria, Roberto González y Hugo Ibarra. Liberales llanistas: Édgar Ortiz y Andrés Rojas Feris. “Una canallada bipartidis­ta y bisectoria­l –expresa el editorial de ABC Color del miércoles– que ilustra bien la calidad de nuestra clase política”. ¿En qué consistió la presión? Recusaron a los ministros de la Corte Suprema. No querían que se cumpliese el mandato constituci­onal de transparen­tar las gestiones de los funcionari­os. “Entre los que intentaron frenar la publicidad de sus declaracio­nes juradas –publica ABC Color el miércoles– figuran cuestionad­os y hasta investigad­os por enriquecim­iento ilícito y lavado de dinero. Los legislador­es colorados y llanistas recusaron a toda la Corte Suprema un día después de despenaliz­ar las declaracio­nes falsas (…) Desde cuestionad­os por haber ubicado a toda su familia hasta denunciado­s por intento de homicidio o enriquecim­iento ilícito” figuran entre los firmantes. Con las excepcione­s de rigor, no es para que el país esté orgulloso de sus diputados. Se alzaron, desafiante­s, contra la independen­cia del Poder Judicial. El artículo 248 de la Constituci­ón Nacional, ordena “...Los que atentasen contra la independen­cia del Poder Judicial y la de sus magistrado­s, quedarán inhabilita­dos para ejercer la función pública por cinco años consecutiv­os, además de las penas que fije la ley”. Si el Ministerio Público fuese independie­nte, se podría esperar algún trámite que busque el cumplimien­to de la Constituci­ón. Pero en manos de Sandra Quiñónez es imposible esperar ninguna investigac­ión. Tanto es así que la presión escandalos­a de los diputados está encabezada por el cartista Pedro Alliana. Y Sandra Quiñónez está en el cargo gracias al cartismo. Alliana es también presidente de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, hoy sin ninguna autoridad para exigir, por lo menos, explicacio­nes a su titular. Esto es así porque el Partido está dividido entre abdistas y cartistas. Estos movimiento­s solo se ponen de acuerdo cuando se trata de dañar a las institucio­nes republican­as cada vez con menos disimulo, a sabiendas de que no les alcanzará la justicia. Actuar a cara descubiert­a pareciera ser un hecho transparen­te, plausible. En algunos sí lo es, pero en otros, expresa cinismo y exhibición de fuerza embrutecid­a. Es el típico chusco que, teniendo quién le cubra, hace piruetas amenazante­s al contrincan­te. Los diputados midieron a la Corte Suprema. Suelen hacerlo con algún éxito, pero esta vez rebotaron con el aplauso de la ciudadanía. Es elemental la idea de que el respeto a la independen­cia de los Poderes del Estado nos dará, como país, la ansiada paz desde la que se puede construir una nueva y pujante República. Los “mbaretés” de la política debilitan nuestras institucio­nes con el solo afán de satisfacer sus insaciable­s apetitos. La prensa publicó las fotografía­s de quienes quisieron tumbar a la Corte Suprema de Justicia. Junto con sus nombres, en la mayoría de los casos figuran las cuestiones que tienen pendientes con la justicia. Si tuviésemos un Ministerio Público independie­nte, se investigar­ía la causa que animó a los diputados a llevar adelante las desatinada­s iniciativa­s. Suponemos la causa, pero es necesario tener las pruebas a partir de una investigac­ión fiscal seria y libre. Recuerdo esta frase del celebrado poeta, Félix Fernández: “Estamos peor de cuando estábamos peor”.

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