Presos de Perú combaten al virus con brigadas internas
LIMA (EFE). Al menos 2.606 reclusos dieron positivo en Perú. De ellos murieron unos 249. Pero al panorama, los presos, munidos con termómetros infrarrojos, fumigadores y mascarillas hechas por ellos mismos, se unieron para hacer frente a la pandemia, especialmente en la cárcel peruana de Lurigancho, la más poblada de Latinoamérica. Buscan evitar que el virus arrase con sus 24 hacinados pabellones.
Nada hacía presagiar que esta sobrepoblada penitenciaria de Lima diseñada para 2.500 presos reaccionaría con solidaridad para controlar el brote del covid-19 que se dio en abril, una amenaza que dos meses después parece estar casi por desaparecer.
Aunque el coronavirus todavía sigue dentro, los casos van en disminución y la calma ha vuelto a las celdas y pasillos, después de que el pánico llevara a los reos a intentar sumarse a la oleada de motines que se vivieron en varias cárceles de Perú en abril, en los que se pedía libertad para salvarse del covid-19.
Momentos críticos
En Lurigancho, que actualmente alberga 9.322 presos (casi el 10% de los más de 94.000 reclusos de Perú), murieron por coronavirus unos 31.
Lurigancho requería una respuesta urgente. Muchos presos tienen enfermedades que pueden poner en riesgo su vida si contraen el covid-19.
Un pabellón entero alberga a 500 reclusos con tuberculosis. Otros 280 tienen VIH y 353 presentan factores sensibles como diabetes, hipertensión o avanzada edad.
“Teníamos mucha preocupación de que se expandiera el virus, pero gracias a los protocolos disminuyeron los afectados”, admitió Gustavo Martínez, recluso, que ahora es parte de un equipo de prevención que se encarga de evaluar a sus compañeros para detectar posibles contagios y advertirlo a las autoridades. En cada pabellón se creó una brigada. Tener a los reos como aliados en la prevención es parte de la nueva estrategia del Inpe para combatir el covid-19 en las prisiones, y que tiene a Lurigancho como modelo para las otras 67 cárceles distribuidas por el país.
Cuando los presos hallan un compañero con aparentes síntomas, lo llevan a la cancha de fútbol de la prisión donde improvisaron un centro de salud con módulos de campaña.