Los soldados del desánimo
Thomas Jefferson fue uno de los padres fundadores estadounidenses y es el principal autor de la Declaración de Independencia de 1776. Jefferson se destacó como un gran promotor de las ideas republicanas, entre las que se distinguía el pensamiento de que cuando alguien asume un cargo público, ya debe considerarse a sí mismo como propiedad pública. Pensando en esta idea no es poca cosa lo que ocurrió esta semana. Por primera vez podemos acceder de forma abierta a las declaraciones juradas de bienes de quienes se postularon para ejercer cargos públicos y de quienes fueron designados para administrar el dinero que es de todos. Es claramente una conquista ciudadana que permite dar un nuevo paso en el principio republicano del control del pueblo a sus gobernantes. Un nuevo paso, que es parte de un proceso que tiene sus antecedentes en la ley de acceso a la información pública y en la publicación de las nóminas salariales de los servidores públicos. Pero al igual que en las ocasiones anteriores, otra vez aparecieron los soldados del desánimo. “Esto solo va a servir para el chisme”, “No va a pasar nada” “Esto ya se sabía luego”, son algunas de las frases a las que apelan quienes, o fueron vencidos por el pesimismo, o son directamente perjudicados por el principio de transparencia. Esto lleva a recordar los peros que ensayaban algunos hace algunos años, para no difundir las nóminas salariales de los funcionarios. Que eso los pondría en riesgo ante asaltantes, o que los convertiría en potenciales víctimas de secuestradores, fueron en aquel entonces dos de las excusas más escuchadas. Pero nada de eso pasó. Muy por el contrario, tras la catarata de datos que podrían haber alimentado algunas rondas de chismes, todo fue naturalmente desplazado por un mayor control ciudadano, que se tradujo en fiscalización cívica y denuncias de muchos casos en los que se cobraban indebidamente salarios públicos. Denuncias que sirvieron para formalizar causas que dejaron la sensación de que al menos de tanto en tanto no todo termina en impunidad. Claro que con esta primera difusión de declaraciones juradas hay que hacer una puntualización obvia pero necesaria. Los bienes que figuran en ellas, son solo los que se vieron obligados a declarar quienes accedían a un cargo o lo dejaban. En ellas no figuran naturalmente los bienes que fueron colocados a nombre de sus cónyuges, hijos o testaferros. Sin embargo no se puede dudar de que se constituyen en un interesante punto de partida para realizar una pesquisa sobre enriquecimiento ilícito. Por eso prefiero ver el vaso medio lleno, y porque además creo que instalar el desaliento es ser un poco funcionales a quienes se han venido beneficiando precisamente de la desmovilización social y la falta de control ciudadano. Por eso no hay que dejarse ganar por el desánimo, para no dejar la cancha libre. Nadie dijo que la democracia fuese fácil, ni que el camino hacia una sociedad más justa fuese sencillo. Pero vale la pena intentarlo, si no por nosotros, al menos por nuestros hijos.