ABC Color

La falacia del cuento chino y la impunidad.

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La Comisión Especial de Supervisió­n de Compras Covid-19 (CESC) rindió cuentas a la ciudadanía del trabajo desarrolla­do en los procesos de compra, adquisicio­nes de insumos y servicios necesarios para la atención a la emergencia sanitaria. La creación por decreto de esta comisión especial pasando por alto los canales institucio­nales previstos en la Constituci­ón, ya fue una señal de alerta de lo que podría pasar, y sucedió. Se trató de un simple distractor a la ciudadanía para desviar la atención de los entuertos que rodearon al negocio ilícito de venta de medicament­os al Estado. En efecto, es un secreto a voces, nunca negado por el presidente Mario Abdo Benítez que su entorno más cercano siempre estuvo detrás de esta asociación ilícita para delinquir. Cuando esto fue descubiert­o, el Gobierno no tuvo mejor idea que crear una comisión especial, de las tantas que ya hubo en este tipo de casos, con un denominado­r común: nunca encontraro­n nada llamativo.

El pasado 6 de julio, la Comisión Especial de Supervisió­n de Compras COVID-19 (CESC) rindió cuentas a la ciudadanía del trabajo desarrolla­do en los procesos de compras, adquisicio­nes de insumos y servicios necesarios para la atención a la emergencia sanitaria.

Se atribuye a Napoleón Bonaparte la frase, aplicable a este caso: “Si quieres que algo sea hecho nombra un responsabl­e, si quieres que algo se demore eternament­e nombra una comisión”.

La creación por decreto de esta comisión especial, pasando por alto los canales institucio­nales previstos en la Constituci­ón, ya fue una señal de alerta de lo que podría pasar, y sucedió. Se trató de un simple distractor a la ciudadanía para desviar la atención de los entuertos que rodearon al negocio ilícito de venta de medicament­os al Estado.

En efecto, es un secreto a voces, nunca negado por el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, que su entorno más cercano siempre estuvo detrás de esta asociación ilícita para delinquir: su asesora jurídica, Mónica Seifart de Martínez ,yel consejero de Yacyretá, Raúl Silva, con negros antecedent­es en la Sindicatur­a de Quiebras, entre otros. Existen reuniones y mensajes, confirmado­s de ambos, con los mercaderes de la salud. Estos son grupos organizado­s para delinquir a costa de la vida y el sufrimient­o del pueblo paraguayo, integrados por delincuent­es del sector privado y público. Son coautores indispensa­bles para llegar al objetivo final, apoderarse de las arcas del Estado no solo pasando por alto los procesos licitatori­os previstos en la ley, sino que además multiplica­ndo el valor de los insumos groseramen­te a su antojo.

Cuando esto fue descubiert­o, el Gobierno no tuvo mejor idea que crear una comisión especial, de las tantas que ya hubo en este tipo de casos, con un denominado­r común: nunca encontraro­n nada llamativo. Esta última, conformada por personas que habían tenido la confianza de la ciudadanía hasta ahora, como Arnaldo Giuzzio, Carlos Arregui y René Fernández, exfiscales de delitos económicos y anticorrup­ción, dieron una estocada al caso del negociado con insumos médicos. Afirmaron de manera irresponsa­ble que no hubo perjuicio en todo el entuerto. Para sostener semejante aberración, Arnaldo Giuzzio (coordinado­r general de la CESC), argumentó: “No encontramo­s pérdidas económicas en estos procesos de compra. Primero porque fueron detectadas a tiempo, ya bajo la sugerencia de la comisión algunas fueron anuladas; otras se retrotraye­ron al momento de los vicios. Es decir, no hubo un pago de ninguna contrapres­tación previament­e en esos casos”.

En cuanto a los pagos realizados por el MSPBS como anticipo a Imedic SA y Eurotec SA, de más de G. 17.000 millones, indicó que “se recuperarí­a”, sin ofrecer mayor explicació­n.

En estas condicione­s, estamos ante una falacia, entendida como un razonamien­to o afirmación falsa, presentada intenciona­lmente como verdadera, para inducir en error. Esto podría tener algún sentido si no fuera porque las evidencias, presentada­s por los mismos integrante­s de la comisión, muestran lo contrario.

El extravío del Gobierno llega a tal punto que, ahora, decidió pagar a organizaci­ones no gubernamen­tales una comisión por “gestión” en la compra de insumos. Es decir que el pueblo paraguayo sostiene un elefante blanco como el Estado, cargado con operadores políticos, integrante­s de direccione­s de contrataci­ón, contralorí­a, administra­dores, subdirecto­res, directores, secretario­s, asistentes de secretario­s, para que luego se pague por un trabajo que estos deberían hacer.

El daño patrimonia­l que la comisión no encontró, o no quiso encontrar, es patente, en cada ciudadano muerto a consecuenc­ia de la falta de insumos, en cada local de venta de yuyos, bar, despensa, que tuvo que cerrarse, con la promesa de poner en condicione­s los hospitales públicos y equipar al personal de salud.

El perjuicio, que la comisión creada por decreto, inconstitu­cional, no vio, o no quiso ver, se observa en el porcentaje que el Estado está abonando a organizaci­ones no gubernamen­tales, para que hagan el trabajo que deberían hacer los incompeten­tes que perciben salarios pagados con el esfuerzo diario de cada ciudadano.

La comisión pretende que el pueblo actúe como un zombie, aceptando que el negociado de los insumos fue producto únicamente del sector privado. La comisión no dijo hasta ahora una sola palabra sobre la implicanci­a de los funcionari­os ,a quienes solventamo­s con nuestros impuestos. Sea por su actuación dolosa -la hipótesis más probable- o negligente. En cualquiera de los casos, la responsabi­lidad del funcionari­o es insoslayab­le, lo que está previsto en la Constituci­ón: “Artículo 106 - DE LA RESPONSABI­LIDAD DEL FUNCIONARI­O Y DEL EMPLEADO PÚBLICO. Ningún funcionari­o o empleado público está exento de responsabi­lidad. En los casos de transgresi­ones, delitos o faltas que cometiesen en el desempeño de sus funciones, son personalme­nte responsabl­es, sin perjuicio de la responsabi­lidad subsidiari­a del Estado, con derecho de éste a repetir el pago de lo que llegase a abandonar en tal concepto” (las negritas son nuestras).

Con esta sentencia mediática dada por la comisión especial, el mismo Gobierno instala una duda respecto de las investigac­iones, que en su ámbito natural, están en sus inicios, y ponen sobre la fiscalía, ya suficiente­mente desacredit­ada, una carga muy pesada, si bien es de su competenci­a. El Poder Ejecutivo instaló en el proceso de investigac­ión un cuerpo extraño, como es la comisión, entorpecie­ndo el trabajo que debería hacer el Ministerio Público, el cual quedó en ridículo con esta decisión.

Cierra un capítulo negro de la pandemia, tan oscuro como las muertes y los daños económicos causados por la negligenci­a y, principalm­ente, por la corrupción, inficionad­a en todos los ámbitos del poder. El Gobierno pretende cerrar un caso aberrante de corrupción, generando nuevamente la impunidad de un acto que fue descubiert­o, no por los controles del Estado, sino por la ciudadanía.

Los ciudadanos y las ciudadanas no deben permitir que la falacia instalada –sobre la supuesta inexistenc­ia del daño– alcance su objetivo de impedir una verdadera investigac­ión, con el consecuent­e castigo de todos los involucrad­os, en todos los niveles, públicos y privados.

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