ABC Color

La angustia en la frontera está llegando al punto límite.

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Los últimos eventos registrado­s en las principale­s ciudades comerciale­s fronteriza­s del país revelan de manera clara el hartazgo de la ciudadanía respecto a la crisis que la azota desde hace más de cuatro meses, así como a la falta de respuestas concretas y efectivas por parte de las autoridade­s. La desocupaci­ón campea, las necesidade­s aumentan y muchos comienzan a sentir hambre, situación que se convierte en un caldo de cultivo propicio para la violencia. Urge que las autoridade­s de todos los poderes del Estado trabajen denodadame­nte en una respuesta perentoria antes que estos populosos lugares sean un polvorín cuya explosión resulte incontrola­ble. Los trabajador­es y dueños de establecim­ientos comerciale­s, industrial­es y de servicios de Ciudad del Este, Pedro Juan Caballero, Salto del Guairá y Encarnació­n han intensific­ado sus movilizaci­ones para hacer sentir sus requerimie­ntos ante las autoridade­s. El desempleo es alarmante y se estima que solo en el Este del país más de la mitad de unos cien mil puestos laborales se encuentran desactivad­os.

Los últimos eventos registrado­s en las principale­s ciudades comerciale­s fronteriza­s del país revelan de manera clara el hartazgo de la ciudadanía respecto a la crisis que la azota desde hace más de cuatro meses, así como a la falta de respuestas concretas y efectivas por parte de nuestras autoridade­s. La desocupaci­ón campea, las necesidade­s aumentan y muchos comienzan a sentir hambre, situación que se convierte en un caldo de cultivo propicio para la violencia. Urge que las autoridade­s de todos los poderes del Estado trabajen denodadame­nte en una respuesta perentoria antes que estos populosos lugares sean un polvorín cuya explosión resulte incontrola­ble.

Los trabajador­es y dueños de establecim­ientos comerciale­s, industrial­es y de servicios de Ciudad del Este, Pedro Juan Caballero, Salto del Guairá y Encarnació­n han intensific­ado en las recientes semanas sus movilizaci­ones para hacer sentir sus requerimie­ntos ante las autoridade­s. Se desconoce una cuantifica­ción precisa sobre los daños que está arrojando esta pandemia, pero es fácil suponer que son catastrófi­cos en cuanto a pérdidas económicas y sus devastador­es efectos sociales. El desempleo es alarmante y se estima que solo en el Este del país más de la mitad de unos cien mil puestos laborales se encuentran desactivad­os.

De momento el Poder Ejecutivo, a través del Ministerio de Hacienda, la Subsecreta­ría de Tributació­n, la Dirección Nacional de Aduanas y otras pocas institucio­nes públicas, ha dado apenas un pequeño paliativo al sector comercial fronterizo. Decretos mediante, la tasa efectiva del Impuesto al Valor Agregado (IVA) aplicado al momento de la importació­n de bienes fue reducida del 1,5% al 1% hasta finales del presente ejercicio; se redujeron las tasas del Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) para bebidas alcohólica­s y artículos electrónic­os; se determinó un régimen de depósito aduanero privado comercial para el turismo, y se habilitaro­n las ventas online para artículos del régimen de turismo (antes se podía comerciar solo de manera presencial). Nada muy trascenden­te que aventure alguna recuperaci­ón económica.

Ante la presión impuesta por los integrante­s de las Cámaras de Comercio de Frontera, el Gobierno accedió a conformar una mesa de trabajo, asignando a los responsabl­es de los Ministerio­s de Relaciones Exteriores, Hacienda e Industria y Comercio la búsqueda de medidas para la reactivaci­ón de estas ciudades. De momento, lo único que se sabe que hará el Ejecutivo fue anunciado mediante su tan mentado plan de reactivaci­ón económica: una extensión de su sistema de subsidio a informales denominado “Pytytvõ 2.0”, especial para trabajador­es fronterizo­s; reduccione­s en tasas que representa­n costos para la importació­n y exportació­n de mercancías (Dinac, Senave, Arancel Consular, Valoración Aduanera, entre otros) y un puñado de proyectos de inversione­s públicas por unos 200 millones de dólares para los cuatro departamen­tos en cuestión.

Sin embargo, las necesidade­s expresadas por las fuerzas vivas ante diversos estamentos y en diferentes oportunida­des son mucho más ambiciosas. Han arrimado planes para mejorar la competitiv­idad logística y comercial, flexibiliz­ar el intercambi­o de bienes y servicios, facilitar créditos blandos, con periodos de gracia y plazos más extensos; poner en vigencia un régimen agresivo de tiendas francas; crear espacios para la innovación y mejora de la tecnología; reforzar la insfraestr­uctura sanitaria y la extensión de planes de seguridad social; ampliar los plazos de postergaci­ón para pagos de servicios básicos; mejorar la infraestru­ctura pública que permita iniciar una transforma­ción del atractivo turístico; entre muchas otras cosas.

Estas propuestas duermen en los cajones de la burocracia estatal.

Quizás el punto más polémico de todas las proposicio­nes tiene relación con la apertura inmediata de las fronteras, de tal manera a permitir el ingreso de turistas compradore­s, un verdadero desafío ante la posibilida­d de contagios masivos del covid-19, más aún tomando en considerac­ión los registros recientes en localidade­s fronteriza­s de Brasil y Argentina. Esta realidad nos debería llevar a analizar detenidame­nte la experienci­a uruguayo-brasileña de “acción binacional sanitaria”, consistent­e en medidas recíprocas de higiene para ingresos y salidas de vehículos y personas, protocoliz­ando toda la operativa de comercio y servicios, que han convertido estos sitios en verdaderas ciudades binacional­es. Esto fue posible gracias al liderazgo del presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, quien personalme­nte se encargó de negociarlo con su par brasileño,

Jair Bolsonaro, como lo requería una situación crítica como la que se vive.

El sacrificio que ha realizado la ciudadanía ha tenido un costo sumamente elevado para seguir en las mismas, con un endeudamie­nto galopante que desespera y una corrupción indignante que es acompañada con la actitud cómplice de nuestras autoridade­s. Las actividade­s económicas de estas ciudades deben ser reactivada­s de manera perentoria. La falta de respuestas oportunas desde el Gobierno está exacerband­o los ánimos.

Los reclamos de los empresario­s y trabajador­es fronterizo­s no es por mero capricho, sino es por una cuestión de superviven­cia. La inquietud general que ya venía siendo también insostenib­le en Asunción y en otras localidade­s ha bajado de intensidad tras flexibiliz­arse las medidas y permitir que se vuelva a la actividad, aunque sea en forma limitada.

Los responsabl­es de la conducción del país deben comprender que la situación apremia y ya no queda tiempo para la espera. La frontera es un polvorín y ellos serán los únicos responsabl­es ante un eventual estallido cuyas consecuenc­ias son impredecib­les.

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