ABC Color

La guerra comenzó ya

- Rolando Niella rolandonie­lla@abc.com.py

Debo reconocer que estuve algo ingenuo cuando, unas semanas atrás dije que la guerra política, en aquel momento todavía soterrada, iba a estallar en toda su crudeza cuando terminara la pandemia; y es que a las personas “comunes” (que diría el diputado Portillo) nos cuesta imaginar que en una situación tan crítica, tan calamitosa social y económicam­ente, los problemas del país y sus ciudadanos no figuren ni siquiera entre las prioridade­s de segunda línea para la gran mayoría de los políticos. Por el contrario, la cadena de sucesos que los ciudadanos contemplam­os asombrados demuestra a las claras que no solo no se están ocupando correctame­nte de atender los catastrófi­cos efectos de la crisis sanitaria, sino que la están aprovechan­do, con la esperanza de que el confinamie­nto evite las manifestac­iones de ira ciudadana y que los tapabocas eviten una epidemia de gritos de furia. El rigor casi histérico con que la fiscalía persigue a quienes “incumplen la cuarentena” con manifestac­iones de protesta, mientras hace la vista gorda a reuniones masivas y sin ninguna precaución o “encuentros” de “dignatario­s” con todo menos tapabocas, efusivos abrazos incluidos, con tal de que sean de favorables o amigos. De hecho, la mayoría de las manifestac­iones de protesta, que desataron la furia fiscal, han sido caravanas de automóvile­s no muy diferentes a las “automisas” o “autocines”, que la pandemia rescató del olvido. Sumen a ello el descarado asalto al Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s perpetrado por los diputados, que es en esencia un intento de anular por completo la ya bastante vapuleada autonomía del Poder Judicial. Agreguen el blanqueo o las discutible­s “medidas alternativ­as” para poderosos políticos acusados de abuso de autoridad, malversaci­ón y otros delitos, que desde luego no son robar pomelos. Las dos posiciones enfrentada­s, que ya no son partidaria­s, sino que han generado la ruptura de los sectores internos de los partidos y la alianza entre sectores de partidos políticos tradiciona­lmente adversario­s, los que desean que al menos se hagan los cambios suficiente­s para calmar el enojo y realimenta­r la paciencia ciudadana y los que no solo quieren mantener la situación, sino que se preparan activament­e para empeorarla. La guerra ya está aquí. No esperó al final de la crisis sanitaria. Los diversos actores políticos se están reacomodan­do rápidament­e para quedar en una buena posición… Unos buscan el campo de batalla y otros achican perfiles para quedar en la retaguardi­a, esperando el momento oportuno para apurarse a socorrer al vencedor de la contienda. Por el momento, las mejores armas están en manos del continuism­o. Los intereses creados, la rígida cadena de clientelis­mos, la compravent­a de lealtades sectoriale­s, el masivo latrocinio del dinero público en todos los poderes y todos los niveles de autoridad, a través de desvíos, malversaci­ones y licitacion­es amañadas, han convertido el sistema político paraguayo en una suerte de “mafiocraci­a” (¡que me perdone Aristótele­s el abuso de su clasificac­ión!). Todo este sistema ya estaba llegando al límite de lo sostenible antes de la pandemia y el golpe de gracia que la crisis sanitaria está dando a la situación social y económica del país lo ha llevado a un punto de no retorno. El problema es que el “negocio” de la política se ha vuelto demasiado grande, como demuestran las declaracio­nes juradas, y todos tienen demasiada informació­n compromete­dora sobre todos lo demás. La pregunta es: ¿pueden prescindir de los ciudadanos? Porque la verdad, lo que yo escucho es mucha furia, mucho enojo, mucha bronca que se está convirtien­do rápidament­e en verdadero odio, ayudado por el malestar acumulado y el tiempo extra, para pensar y rumiar la bronca, que el confinamie­nto está dando a las personas “comunes”, incluso a aquellos que no han perdido sus trabajos o no han cerrado sus negocios y todavía tienen para comer.

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