ABC Color

Gente que vale

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

Cada uno de nosotros tendrá frases que escoge entre sus preferidas, o porque resumen un pensamient­o que se considera fundamenta­l, o porque forman parte de algún capítulo trascenden­tal de la historia, o porque simplement­e sintetizan con ingenio alguna circunstan­cia cotidiana. Es el caso de una de las frases que solemos citar con bastante frecuencia, que hace referencia a que en las peores circunstan­cias uno conoce a la gente realmente valiosa. Esta pandemia la puso a prueba nuevamente al enfrentarn­os a nuestros miedos y realidades. El miedo a lo desconocid­o, a un virus del que aún no se saben muchas cosas, de rápido contagio y consecuenc­ias que pueden ser devastador­as dependiend­o del organismo que invada. Ese miedo que lleva a desarrolla­r altos niveles de agresivida­d desde el teclado de las redes sociales hacia quien no piensa igual, fogoneando en los espíritus temerosos la idea de que debe haber un pensamient­o único, una sola manera de pensar, y de que las decisiones del gobierno, y por ende del Ministerio de Salud son infalibles, y no pueden ser discutidas incluso por especialis­tas médicos. Y nos enfrenta también a lapidarias realidades, para constatar más que nunca en esta crisis las consecuenc­ias de la pulverizac­ión de los sistemas educativo y de salud por la corrupción, la impunidad y el desinterés político. Una pandemia en la que también vimos cómo volvieron a pegarle manotazos al dinero público en diferentes institucio­nes, mientras con candidez esperamos que exista alguna condena judicial para los involucrad­os en esta miserable práctica que ni siquiera se detiene en un escenario de emergencia como el que generó el virus. O denuncias laborales que hablan de violacione­s a derechos fundamenta­les y maniobras que buscan sacar provecho de la necesidad y el temor a perderlo todo. Lo mejor y lo peor de nosotros. Como resumíamos el 22 de marzo pasado, a 15 días de la aparición del primer contagio detectado en el país, la extraordin­aria novela del franco-argelino Albert Camus, quien en La Peste se encargó de describir las miserias que el miedo es capaz de generar en una población. En la obra, la aparición de la peste puso a prueba a los habitantes de un pueblo, exponiendo la miserabili­dad de la extorsión, el chantaje, y el soborno, o la avaricia para lucrar y especular con el miedo y la muerte, o el racismo, la intoleranc­ia, la discrimina­ción y el egoísmo. Pero también fue capaz de rescatar la solidarida­d, el valor y el compromiso social de quienes cuidaban a los más vulnerable­s. Y la capacidad de gobernar de quienes debieron tomar decisiones pensando en el bien común. Volví a recordar esto ya hace unas semanas cuando ante algunas muestras de discrimina­ción hacia los contagiado­s manifestad­as en algunos lugares, incluso con movilizaci­ones de por medio, observábam­os también el emocionant­e ejemplo de vecinos de Nueva Italia que llevaban su apoyo, solidarida­d y mensaje de esperanza hacia uno de los miembros del barrio. Lo mismo vino a la mente al observar el genuino compromiso de médicos, enfermeros, anestesist­as, bioquímico­s y otros gremios, que honrando su vocación brindan toda su capacidad y calidez humana a pacientes que deben ser atendidos. O la solidarida­d de los organizado­res de ollas populares o campañas de recolecció­n, aquellos que genuinamen­te tratan de ayudar como pueden, apelando a la discreción de quien auténticam­ente persigue hacer el bien, respetando la dignidad ajena y lejos de la búsqueda de publicidad. Es por esa condición humana que Camus había sentenciad­o en La Peste que pese a miedos e incertidum­bres, “en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio.” Y ya hemos visto que lo mejor de muchos ha prevalecid­o por sobre las miserias. Definitiva­mente, en los peores momentos se conoce a las mejores personas.

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