Sembrar buena semilla
Mt 13,24-43
Hno. Joemar Hohmann, franciscano Capuchino
Sigue el capítulo trece de Mateo, que toca “Las parábolas del reino”. Hoy Jesús cuenta tres parábolas: el trigo y la cizaña; el grano de mostaza y la levadura en la masa.
Él sostiene que somos felices por oír lo que oímos, ya que nos revela secretos ocultos desde la creación del mundo y, a la par, hace una seria advertencia: “El que tenga oídos, que oiga”.
Esto se debe al hecho de que podemos escuchar las palabras –y las parábolas– de Jesús de un modo distraído o, lo que es peor, ni siquiera querer escucharlas, por ya tener nuestro oído, y lo que es peor, nuestro corazón, lleno de tantas cosas bien menos importantes.
Cristo explica que el mundo es como un inmenso campo, Él siembra el trigo, que es la buena semilla, sin embargo, hay un enemigo que planta la cizaña. Los dos granos van creciendo juntos, pero causando mucha confusión, hasta el momento de separarlos.
Esta parábola suscita preguntas: ¿Por qué Dios no separa el mal del bien ya desde ahora? Y, seamos sinceros, nuestra evaluación es casi siempre así: ¿Por qué Dios no acaba con “ellos“, que son los malos, y nos beneficia a nosotros, que somos los buenos?
Tengamos en cuenta de que el mal y el bien están dentro de cada uno de nosotros, y todos vivimos la dramática experiencia de cuán difícil es hacer solamente el bien: a cada día hacemos el bien, pero también hacemos el mal. Por otro lado, enseña la extraordinaria paciencia de Dios.
Nosotros, que decimos “ser cristianos“, tenemos el deber de continuar la misión de Jesús, y una de ellas es sembrar buenas cosas alrededor nuestro, sean buenas palabras, actitudes solidarias o gestos de autodominio delante de los bajos instintos humanos.
El Señor es tolerante y concede muchas oportunidades para que cambiemos y dejemos las maldades, las ilegalidades y explotaciones.
Cada uno debe esforzarse en todo momento por separar el trigo y la cizaña de su corazón. En primer lugar, no permitir que el enemigo siembre la mala hierba en nuestra vida, inculcándonos la vanagloria, la promiscuidad sexual y la codicia desenfrenada.
Después, hacer el mismo pedido de los discípulos: Señor, explícanos la parábola. Delante de esta solicitud Jesús les aclaró el sentido de la parábola del trigo y de la cizaña.
El año 2020, es el “Año de la Palabra de Dios”, y sembrar la buena semilla es disponerse a leer un libro que explique cosas de la Biblia. Asimismo, participar de la Misa todos los domingos.