ABC Color

Hartazgo contra impunidad, ineptitud y un oscuro pacto

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Lamentable­mente, está ocurriendo lo que se temía. Una ciudadanía obediente y disciplina­da cumplió con su parte pero los administra­dores de turno no lo hicieron. Los paraguayos fuimos confinados en nuestras casas hace cinco meses, muchos se han quedado sin trabajo y soportaron estoicamen­te la falta de satisfacci­ón de necesidade­s básicas, bajo la promesa de que se debía preparar el sistema de salud para evitar el colapso. Pero al cabo de este tiempo solo hemos visto cómo se robaba en licitacion­es sin que nadie haya terminado tras las rejas, cómo nuestras autoridade­s nos endeudaban e hipotecaba­n nuestro futuro y el de nuestros niños, y cómo el Ministerio de Salud capitanead­o por Julio Mazzoleni ejecutaba apenas 7 millones de los 514 millones de dólares disponible­s para el sector. La ciudadanía está harta de la ineptitud de la gestión del Ejecutivo y la impunidad de los que meten la mano en la lata, mientras los impresenta­bles del partido de Gobierno sellan oscuros pactos con tufo a impunidad y a seguir esquilmand­o a la patria. Ningún paraguayo de bien puede estar de acuerdo con que muera un solo compatriot­a a causa del covid-19 y todos coincidimo­s en que se deben arbitrar las medidas necesarias para amortiguar el impacto de este virus que tiene sometido a casi todo el planeta. Tampoco nadie puede decir que aplaude los actos vandálicos registrado­s hace solo algunas horas en Ciudad del Este, la zona más castigada del Paraguay durante la presente pandemia. Ninguna decisión gubernamen­tal puede justificar hechos de violencia de cualquier tipo. No es y nunca será el camino a la solución de los problemas. Realizadas estas aclaracion­es y utilizándo­las como premisas de hierro, no se puede dejar de analizar el contexto en el que se están desarrolla­ndo los acontecimi­entos que se vuelven preocupant­es ante la posibilida­d de contagio a todo el territorio nacional. Hace exactament­e 143 días el Poder Ejecutivo, a través del Ministerio de Salud, ha establecid­o la cuarentena, obligando a la población a diferentes tipos de confinamie­nto y al cierre de numerosos establecim­ientos comerciale­s, industrial­es y de servicios. Desde el principio, los responsabl­es de Salud hablaron de la necesidad de preparar la infraestru­ctura sanitaria, de hacer compras urgentes de materiales, equipos e insumos médicos, y de ampliar los servicios de terapia. Durante varios meses el pueblo lo entendió y cumplió estrictame­nte todas las recomendac­iones del equipo médico que asesora al presidente Mario Abdo Benítez. Pero transcurri­ó el tiempo y saltaron hechos que confirmaba­n lo que siempre supimos y creímos que no se animarían a hacer ante tamaña crisis. Así, nuestras autoridade­s y sus cómplices en el sector privado nos despertaro­n y devolviero­n a la realidad. Los negociados pasaron desde compras de simples mascarilla­s y agua tónica a valores millonario­s en equipos e insumos médicos. Los escándalos condujeron a tibios sumarios a funcionari­os de tercera o cuarta línea, pero a ninguno importante, y mucho menos están tras las rejas. La rabia ciudadana despertó cuando el propio responsabl­e de la Comisión Especial de Supervisió­n y Control, Arnaldo Giuzzio, afirmó que en más de una treintena de licitacion­es no se detectó daño patrimonia­l alguno. Las promesas de incorporac­ión de camas de terapia, creación de laboratori­os de análisis de detección del covid-19 y de capacitaci­ón de personal intensivis­ta se cumplieron en niveles casi marginales. Los controles draconiano­s realizados inicialmen­te por las fuerzas públicas fueron para los ciudadanos de la calle, pero rápidament­e se relajaron en las fronteras casi en criminal connivenci­a con el paso clandestin­o de personas y una cuasi confabulac­ión con aquellos que operan en el comercio ilegal de productos. En medio de este desagradab­le despertar, gracias a la iniciativa de un periodista y un abogado, acompañado­s de la histórica decisión de jueces y ministros de la Corte, la ciudadanía pudo acceder por fin a auscultar un secreto guardado bajo siete llaves: las declaracio­nes juradas de nuestras autoridade­s. Sin dudas, los años de resistenci­a y boicot por parte de un amplio número de políticos tuvo una explicació­n: un gran número de los que accedieron a cargos en la administra­ción del Estado no tiene cómo justificar sus bienes. A esto se sumó la lamentable postura de la Fiscalía General del Estado, a cargo de Sandra Quiñónez, de resistirse a indagar a fondo a sus mentores y protectore­s políticos, exponiendo argumentos pueriles, rayanos a la complicida­d. Para colmo, en medio de su desastrosa administra­ción, el presidente Abdo Benítez pretende convencern­os ahora de la necesidad que lo llevó a pactar con su supuesto acérrimo adversario –lo consideró “el mayor contraband­ista” del Paraguay–, el expresiden­te Horacio Cartes, con la denominada “operación cicatriz”, la que nos trae a la memoria viejas maniobras en el Partido Colorado, que antes que priorizar los intereses patrios privilegia­ron la protección de actividade­s ilegales, la repartija en porciones de los negociados con el Estado y la bajada de línea a jueces y fiscales venales para que sus dirigentes permanezca­n impunes. No se han conocido los puntos del acuerdo, pero el proyecto “cicatriz” dio sus frutos de inmediato. Coincident­emente, el clan Zacarías Irún ha conseguido su impunidad en varios casos, sus jueces han sido liberados de todo castigo por el Jurado de Enjuiciami­ento, se ha nombrado un fiscal adjunto de pésimos antecedent­es para tres departamen­tos fronterizo­s con alta carga de comercio ilegal, y así, con el transcurso de los días, segurament­e se conocerán otros desaguisad­os. Un futuro poco alentador. El confinamie­nto forzoso, el cierre de negocios, los despidos masivos y las suspension­es laborales, la corrupción galopante en los procesos de compras y contrataci­ones públicas, la falta de gestión e ineptitud del Ministerio de Salud, y un oscuro pacto con fuerte tufo a impunidad y para seguir esquilmand­o a la patria, explican de manera clara el hartazgo de la ciudadanía, evidenciad­o en los últimos acontecimi­entos registrado­s en el Este. Aunque es poco probable que el Gobierno “cicatriz” de Marito y Cartes desee rectificar rumbos, el primero debería, no obstante, reflexiona­r seriamente sobre el grave punto a que ha llegado la situación, disolver su sombrío maridaje político ,y ocuparse de atender las verdaderas necesidade­s de la población, comenzando por apartar de su Gobierno a quienes están salpicados por la corrupción o demuestren su ineficienc­ia. Nadie desea la violencia, pero el jefe de Estado debe darse cuenta de que la paciencia de la gente se está acabando, y de que si persiste en lo mismo, él y su compañero de ruta serán los únicos responsabl­es de que esta crisis se torne cada vez más grave.

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