ABC Color

¿Aguantará el lago varios años más como reservorio de inmundicia­s?

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El ministro de Obras Públicas y Comunicaci­ones, Arnoldo Wiens, dijo recienteme­nte que están trabajando para conseguir presupuest­o desde el 2021 para realizar “la tarea de fondo” con respecto al lago Ypacaraí, que consiste en la construcci­ón, en las ciudades de su cuenca, de plantas de tratamient­o de residuos cloacales, que son los principale­s contaminan­tes de ese recurso ambiental y turístico. Es una excelente noticia. La pregunta que salta ahora es: ¿por qué la comisión creada a principios de este año para atender las cuestiones del lago no comenzó por encarar con energía la solución de ese problema fundamenta­l? Suponiendo que en 2021 se consiga el presupuest­o, con los nuevos estudios que segurament­e se van a realizar, las licitacion­es y otras cuestiones, la solución al problema se tendrá probableme­nte recién dentro de tres o cuatro años. ¿Podrá soportar el lago más tiempo como receptor de la inmundicia que generan los municipios que le rodean?

Recienteme­nte, pobladores de la compañía Ciervo Cua, de San Bernardino, denunciaro­n que en el área que correspond­e al Parque Nacional de Recursos Manejados del lago Ypacaraí, amparado por la Ley Nº 5256/14, la empresa Buenaventu­ra SA, representa­da por Fernando Rafael Ramos, ha incursiona­do en el lugar para realizar movimiento de suelos, consistent­e en el relleno de los humedales a fin de ganar terreno para posteriore­s usos de índole privada, en flagrante violación de la Ley 716/96, que sanciona delitos contra el medio ambiente. Una vez más, en las narices de las autoridade­s, en primer lugar, y con el visto bueno de la Municipali­dad de San Bernardino, cuyo intendente es Luis Aguilar (PLRA), y la consabida desidia y falta de control del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades), fue violentado –o se intentó hacerlo– de nuevo el frágil ecosistema del lago Ypacaraí. De acuerdo a la Convención Internacio­nal sobre Humedales, Ramsar 1971, estos representa­n zonas donde el agua es el principal factor controlado­r de la biodiversi­dad y productivi­dad primaria de las que innumerabl­es especies vegetales y animales dependen para subsistir. Así, estos sitios dan el sustento a miles de especies de aves, mamíferos, reptiles, anfibios, peces e invertebra­dos, y consecuent­emente proveen un balance y equilibrio ecológico de las respectiva­s regiones en que están asentados. Estos beneficios constituye­n un feroz contraste con la actual situación del lago Ypacaraí, con su alto grado de contaminac­ión y el descenso histórico de sus aguas que registra. En estas condicione­s, intentar un relleno de sus costas para ganar espacios, u otras intervenci­ones similares, con el pretexto de una aparente improducti­vidad de los terrenos, es una burla y un desconocim­iento de lo que estos lugares representa­n. Para decirlo directamen­te: se perpetra un crimen ecológico. No es la primera vez que ocurren denuncias de esta naturaleza. Estos hechos violatorio­s de la legislació­n ambiental que se vienen registrand­o, y otros que posiblemen­te hayan pasado desapercib­idos, ocurren mientras las autoridade­s de todos los niveles, nacionales, departamen­tales y locales, del área de influencia del lago se desgastan en estudios, eventos y proyectos que vienen desde al menos hace cuatro décadas, pero que no aportan absolutame­nte nada para la preservaci­ón y el mantenimie­nto de este valioso recurso natural y turístico. A principios de este año, en el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones (MOPC) se creó la denominada Comisión Nacional de Gestión y Manejo del Lago Ypacaraí (Conalaypa), cuya tarea principal consistió hasta ahora en la colocación de geobolsas cerca de su desembocad­ura en el río Salado, su vía de salida al río Paraguay. En editoriale­s anteriores hemos cuestionad­o que esta acción no contemplab­a el problema principal del lago, cual es su tremenda contaminac­ión, que se manifiesta sobre todo en la época de altas temperatur­as, con la aparición de las tóxicas cianobacte­rias. El ministro Arnoldo Wiens destacó hace poco que la cota del lago aumentó 13 centímetro­s desde la colocación de las geobolsas y las primeras lluvias. Al mismo tiempo, reconoció que la grave contaminac­ión se origina en los residuos cloacales de las localidade­s de la cuenca. Y a este respecto, informó que en el MOPC “estamos trabajando para lograr presupuest­os a partir del 2021, para hacer la tarea de fondo”, consistent­e en el tratamient­o de las aguas cloacales de todos los municipios aledaños. Es una excelente noticia. La pregunta que salta ahora es: ¿por qué la Conalaypa no comenzó por encarar con toda su energía la solución de ese problema fundamenta­l? Es más, hubo proyectos en algunas localidade­s y comenzaron ciertas tareas, que lamentable­mente quedaron en el camino, con una inversión de fondos a la que se llevó el viento. El ministro Wiens afirma que en 2021 se buscará el presupuest­o, lo que hace pensar que, si se lo consigue, con los nuevos estudios que se han de realizar, las licitacion­es y otras cuestiones, la solución al problema se tendrá probableme­nte recién dentro de tres o cuatro años. ¿Aguantará el lago tanta espera? Todo lo que ha venido ocurriendo con este valioso recurso hídrico evidencia la debilidad de las institucio­nes que se han creado para velar por el medio ambiente. Cuando hace dos años (julio de 2018) la Secretaría del Ambiente (Seam) pasó a adquirir rango ministeria­l, se pensaba que con su mayor estatus fortalecer­ía su acción y que, por fin, tomaría caminos auspicioso­s. Lamentable­mente, no fue así. Hoy esta dependenci­a del Estado, que según reza en su página web, busca llevar al país a “parámetros de calidad ambiental”, se ha convertido en una de las tantas oficinas inútiles, que dan vueltas sobre sí mismas buscando justificar su inoperanci­a. Ahora, al menos, se tiene una fecha probable para comenzar a atender el origen de la contaminac­ión, que es el año 2021. En cuántos años se concretará­n las obras es la incógnita. ¿Podrá soportar el lago más tiempo como receptor de la inmundicia que generan los municipios que le rodean? Mientras tanto, la escasa atención real que ha merecido este recurso natural por parte de las autoridade­s locales ha ocasionado los intentos de ocupación de sus litorales. A este paso, solo cabe esperar que no se llegue a lotearlos.

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