Entre Francia y Paraguay
Los primeros días de vida de la Operación Cicatriz ya está dejando “estelas” preocupantes en la atmósfera política de nuestro país porque comienzan a aparecer los “blanqueos” de groseros casos judiciales que involucran a políticos colorados. En contrapartida, se mantienen firmes los “garrotes” para los opositores de este modelo de “unidad” como mensaje de amedrentamiento. Aquí van algunos ejemplos: la “nueva” conformación de la Comisión Ejecutiva de la ANR, el proceso de perdón al Clan Zacarías Irún, la designación de un fiscal adjunto en el Alto Paraná y con sospechosa extensión territorial a otros departamentos fronterizos y el posible “blanqueo” al exsenador cartista Óscar González Daher en el proceso de los audios filtrados que revelaban que puso de rodillas a jueces y fiscales son apenas una muestra médica de lo que se viene. Por ese motivo insistimos en que la onda expansiva de un pacto entre dos movimientos colorados causan heridas en otros poderes del Estado. No es raro pero sí llamativo que los actores políticos de la ANR involucrados insistan, como si tuviesen el mismo casete, en la importancia de la “unidad” para el país. Lo peor del caso es que nos quieren hacer entender que quien se opone a esta operación supuestamente está en contra del país o algo así. Stroessner y sus seguidores ya habían instalado con fuerza esta idea, acompañado de un sistema de comunicación que necesitó casi cuatro décadas para trabajar sobre este discurso. Marito no lo va a lograr porque la ciudadanía paraguaya maduró bastante –tal vez no lo suficiente como se espera–, carece de un plan de conexión con la ciudadanía pese a tener un ministerio de comunicación (cosa que no poseía el dictador) y por sobre todas las cosas este pacto no es sustentable en el tiempo y contiene fuertes condimentos que destruyen la institucionalidad del país. La idea de que el bienestar de un colorado equivale al progreso de un país evidencia una mentalidad totalitaria que aún sobrevive en el tejido social pero que debió sepultarse el 2 y 3 de febrero de 1989. Lamentablemente sigue vigente en la mente de los “fanáticos” de este pacto colorado por convicción o interés personal y sectorial. Y son estos pensamientos los que nos afligen como ciudadano que desea lo mejor para su país. La reacción de los esteños no fue casual ante un nuevo intento del Gobierno de arrinconarlos a sus hogares y obligándoles a no trabajar normalmente como parte de una medida para enfrentar el covid-19. Las manifestaciones evidenciaban el rechazo contra la promocionada “unidad” y la incapacidad del Gobierno de crear soluciones sanitarias perdurables en una región tan importante del país. A eso se suma la aparente complicidad de la Armada en la flexibilización del supuesto cierre de la frontera con Brasil, con lo cual se incumplía la decisión gubernamental. Mario Abdo y algunos políticos colorados leyeron muy bien lo que pasó en Ciudad del Este e inmediatamente envió a varios ministros del Ejecutivo a la capital del Alto Paraná para intentar frenar que estas manifestaciones produzcan una especie de contagio en otras ciudades, que definitivamente iban a hacer temblar los cimientos del Ejecutivo y le volverían a poner en las puertas de un nuevo juicio político a menos de dos años de Gobierno. En Paraguay nunca se podrá hablar de unidad si no tenemos los siguientes presupuestos: justicia para todos, fin de la impunidad, equidad social, competencia, achicamiento del Estado y combate a las mafias y la corrupción en general. Aquí va un ejemplo: Mauricio Macri vino al Paraguay –de la mano de Cartes– pero no le obligaron a hacer cuarentena. El expresidente argentino fue a Francia y tendrá que quedarse 15 días. Así de sencillo.