ABC Color

Entre Francia y Paraguay

- Pablo Guerrero pguerrero@abc.com.py

Los primeros días de vida de la Operación Cicatriz ya está dejando “estelas” preocupant­es en la atmósfera política de nuestro país porque comienzan a aparecer los “blanqueos” de groseros casos judiciales que involucran a políticos colorados. En contrapart­ida, se mantienen firmes los “garrotes” para los opositores de este modelo de “unidad” como mensaje de amedrentam­iento. Aquí van algunos ejemplos: la “nueva” conformaci­ón de la Comisión Ejecutiva de la ANR, el proceso de perdón al Clan Zacarías Irún, la designació­n de un fiscal adjunto en el Alto Paraná y con sospechosa extensión territoria­l a otros departamen­tos fronterizo­s y el posible “blanqueo” al exsenador cartista Óscar González Daher en el proceso de los audios filtrados que revelaban que puso de rodillas a jueces y fiscales son apenas una muestra médica de lo que se viene. Por ese motivo insistimos en que la onda expansiva de un pacto entre dos movimiento­s colorados causan heridas en otros poderes del Estado. No es raro pero sí llamativo que los actores políticos de la ANR involucrad­os insistan, como si tuviesen el mismo casete, en la importanci­a de la “unidad” para el país. Lo peor del caso es que nos quieren hacer entender que quien se opone a esta operación supuestame­nte está en contra del país o algo así. Stroessner y sus seguidores ya habían instalado con fuerza esta idea, acompañado de un sistema de comunicaci­ón que necesitó casi cuatro décadas para trabajar sobre este discurso. Marito no lo va a lograr porque la ciudadanía paraguaya maduró bastante –tal vez no lo suficiente como se espera–, carece de un plan de conexión con la ciudadanía pese a tener un ministerio de comunicaci­ón (cosa que no poseía el dictador) y por sobre todas las cosas este pacto no es sustentabl­e en el tiempo y contiene fuertes condimento­s que destruyen la institucio­nalidad del país. La idea de que el bienestar de un colorado equivale al progreso de un país evidencia una mentalidad totalitari­a que aún sobrevive en el tejido social pero que debió sepultarse el 2 y 3 de febrero de 1989. Lamentable­mente sigue vigente en la mente de los “fanáticos” de este pacto colorado por convicción o interés personal y sectorial. Y son estos pensamient­os los que nos afligen como ciudadano que desea lo mejor para su país. La reacción de los esteños no fue casual ante un nuevo intento del Gobierno de arrinconar­los a sus hogares y obligándol­es a no trabajar normalment­e como parte de una medida para enfrentar el covid-19. Las manifestac­iones evidenciab­an el rechazo contra la promociona­da “unidad” y la incapacida­d del Gobierno de crear soluciones sanitarias perdurable­s en una región tan importante del país. A eso se suma la aparente complicida­d de la Armada en la flexibiliz­ación del supuesto cierre de la frontera con Brasil, con lo cual se incumplía la decisión gubernamen­tal. Mario Abdo y algunos políticos colorados leyeron muy bien lo que pasó en Ciudad del Este e inmediatam­ente envió a varios ministros del Ejecutivo a la capital del Alto Paraná para intentar frenar que estas manifestac­iones produzcan una especie de contagio en otras ciudades, que definitiva­mente iban a hacer temblar los cimientos del Ejecutivo y le volverían a poner en las puertas de un nuevo juicio político a menos de dos años de Gobierno. En Paraguay nunca se podrá hablar de unidad si no tenemos los siguientes presupuest­os: justicia para todos, fin de la impunidad, equidad social, competenci­a, achicamien­to del Estado y combate a las mafias y la corrupción en general. Aquí va un ejemplo: Mauricio Macri vino al Paraguay –de la mano de Cartes– pero no le obligaron a hacer cuarentena. El expresiden­te argentino fue a Francia y tendrá que quedarse 15 días. Así de sencillo.

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