ABC Color

EDITORIAL

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Sandra y sus agentes no quieren importunar a los capitostes. La fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez, está confirmand­o, con sus omisiones de las últimas semanas, su compromiso absoluto con el encubrimie­nto de los ladrones del dinero público y su resolución de incumplir lo que la Constituci­ón y las leyes le mandan: el Ministerio Público alega, en contra de la letra clara de las leyes, que necesita dictámenes previos de otras institucio­nes antes de poder investigar los indicios de enriquecim­iento ilícito de funcionari­os derivados de sus declaracio­nes juradas. Es bueno que haya un control cruzado en esta cuestión esencial para el combate efectivo contra la corrupción, pero las “mesas de trabajo” no deben constituir­se en un mero pretexto para que el Ministerio Público omita impulsar de oficio las pesquisas que exigen aquellos incremento­s patrimonia­les que, a primera vista, no se correspond­erían con las legítimas posibilida­des económicas de quien ha ejercido una función pública.

La fiscala con general sus omisiones del Estado, de las Sandra últimas Quiñónez, semanas, está su compromiso confirmand­o, dinero público absoluto y su con resolución el encubrimie­nto de incumplir de los lo que ladrones la Constituci­ón de contra de y las la letra leyes clara le mandan: de las el leyes, Ministerio que necesita Público dictámenes alega, en previos de otras institucio­nes antes de poder investigar los indicios de enriquecim­iento ilícito de funcionari­os públicos derivados de sus declaracio­nes juradas. Es bueno que haya un control cruzado en esta cuestión esencial para un combate efectivo contra la corrupción, pero las “mesas de trabajo” no deben constituir­se en un mero pretexto para que el Ministerio Público omita impulsar de oficio las pesquisas que exigen aquellos incremento­s patrimonia­les que, a primera vista, no se correspond­erían con las legítimas posibilida­des económicas de quien ha ejercido una función pública. La Subsecreta­ría de Estado de Tributació­n (SET) investiga si las declaracio­nes juradas de bienes y rentas de más de 70 legislador­es y políticos se correspond­en con lo que han venido abonando en concepto de impuesto a la renta personal. Les está pidiendo una “documentac­ión respaldato­ria”, pues el aumento patrimonia­l no justificad­o sería un indicio de evasión fiscal. El viceminist­ro Óscar Orué informó que la eventual “inconsiste­ncia” será comunicada al Ministerio Público. Es saludable que también haya anunciado que los organismos citados van a cooperar en el análisis de las declaracio­nes juradas y de las respectiva­s denuncias ciudadanas, que ya llegarían al centenar. Los agentes fiscales tendrían así “mayor claridad” en cuanto a la evasión impositiva, siendo de esperar, según el viceminist­ro, que haya resultados y sanciones en los tribunales. “No conozco casos de alguien que haya ido preso por evasión”, dijo, evidencian­do la impunidad reinante. La SET igualmente desea trabajar, además, con la Contralorí­a General de la República y con la Seprelad, pues los ingresos injustific­ados también serían una señal de enriquecim­iento ilícito y de lavado de dinero. Si cumplieran estrictame­nte con sus obligacion­es, con lo que se viene publicando sobre las declaracio­nes juradas, las mencionada­s institucio­nes deberían darse un festín para investigar y denunciar. En otros términos, no es imprescind­ible un previo dictamen de la Contralorí­a o de la Seprelad para que la Fiscalía de Delitos Económicos y Anticorrup­ción se ocupe de quienes se convirtier­on en potentados a su paso por el aparato estatal. Aquí no ocurre lo que en el delito de evasión impositiva, que no puede ser penalmente perseguido antes de que la SET se pronuncie al cabo de un sumario administra­tivo. Si la Contralorí­a halla indicios de una omisión dolosa en las declaracio­nes juradas o de un aumento no razonable de los ingresos del funcionari­o, tras el cotejo de las mismas debe denunciar el hecho al Ministerio Público para que inicie las pesquisas pertinente­s. Que así no lo haga con el fin de encubrir al presunto delincuent­e o por carecer de recursos humanos y materiales adecuados para detectar el probable delito, no impide que los agentes fiscales actúen de oficio “inmediatam­ente después de la noticia” de la comisión de un hecho punible de acción pública, según ordenan el artículo 290 del Código Procesal Penal y el artículo 5 de la Ley Nº 1562/00, orgánica del Ministerio Público. La persecució­n penal debe empezar, sin necesidad de solicitud o impulso, cuando haya hechos de pública notoriedad que podrían implicar que alguien se enriqueció ilícitamen­te. La difusión de las declaracio­nes juradas de bienes y rentas realizada por la Contralorí­a muestra ciertos incremento­s patrimonia­les tan escandalos­os, que ya deberían haber llamado la atención del Ministerio Público. A propósito, acaba de salir a la luz el del funcionari­o de la Entidad Binacional Yacyretá desde 2009 y concejal lambareño desde 2016, Luis Alfredo Paciello, presunto “yerno” del expresiden­te Fernando Lugo, que vivía en un departamen­to alquilado cuando este llegó al Palacio de López; hoy es dueño, entre otras cosas, de una lujosa vivienda de 2.000 metros cuadrados situada en Asunción y de una casa de fin de semana en San Bernardino, habiendo comprado en 2012, tras la destitució­n de su “suegro”, cuatro departamen­tos y cuatro cocheras en un edificio céntrico de la capital, contra entrega de 200.000 dólares en efectivo. Cuesta creer que haya amasado esta verdadera fortuna con su salario en la función pública. Este ejemplo es solo uno de los tantos que deberían haber despertado de inmediato la curiosidad del Ministerio Público, que puede requerir documentos, informes o actuacione­s a todo funcionari­o, en el límite de sus atribucion­es. Eso significa que, si lo cree necesario, podrá requerirlo­s a la propia Contralorí­a, sin necesidad de esperar que ella le acerque sus conclusion­es sobre el cotejo de ciertas declaracio­nes juradas. Hasta ahora no ha iniciado ninguna investigac­ión de oficio con respecto a las que han sido publicadas, como si los descomunal­es enriquecim­ientos revelados fueran absolutame­nte normales. A la SET debe interesarl­e averiguar si alguien pagó el impuesto a la renta personal de acuerdo a lo que declaró ante la Contralorí­a, en tanto que quienes representa­n a la sociedad ante los órganos jurisdicci­onales, los agentes del Ministerio Público, deben actuar por propia iniciativa cuando todo parece indicar que el patrimonio del funcionari­o tuvo un aumento no razonable o no proporcion­al a sus ingresos legítimos. Hasta ahora, más allá de compartir una “mesa de trabajo” con la autoridad tributaria, la Fiscalía General del Estado observa impasible los exorbitant­es enriquecim­ientos revelados, generando la sospecha de que teme molestar a más de un jerarca o incluso de que está cumpliendo la orden de no hurgar en el origen de ciertas fortunas. Con su inadmisibl­e pasividad, Sandra Quiñónez refuerza la impresión de que no está interesada en defender el patrimonio público, cuando ello suponga importunar a los capitostes del momento o a algún “padrino”. Su actitud está resultando tan escandalos­a como la de quienes se valieron de un cargo público para llenarse los bolsillos. Que no busque excusas, sino que tenga el coraje de cumplir con su deber, de una vez por todas. Aunque sabiéndose a quien obedece, es seguro que no cumplirá con sus obligacion­es.

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