La estafa del Mitic.
La orfandad comunicacional y la ausencia de políticas tecnológicas innovadoras del Gobierno de Mario Abdo Benítez, en medio de la pandemia por el covid-19, son pavorosas y excecrables. Son tan miserables que no es que las políticas sean mediocres, insuficientes, malas o inútiles: son inexistentes. En el rubro de la comunicación, desde que se inició el viacrucis de la enfermedad en el Paraguay en marzo pasado, no se ha visto siquiera un remedo o un intento de instalar una campaña de concienciación. Y en materia tecnológica no nos ha ido mejor: se están viendo manotazos de ahogados en casi todos los ministerios donde pelean por implementar rutinas virtuales tecnológicas sin ningún norte. Uno de los adefesios paridos por el Gobierno de Mario Abdo Benítez es el mal llamado Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicación (Mitic), que desde octubre del 2018 fusionó dos de las áreas más estratégicas de un país: tecnología y comunicación. Y desde que terminaron fusionadas, Paraguay está huérfano de ambas porque la definición “ni chicha ni limonada” califica para este engendro.
La orfandad comunicacional yla ausencia de políticas tecnológicas innovadoras del Gobierno de Mario Abdo Benítez, en medio de la pandemia por el covid-19, son pavorosas y excecrables. Son tan miserables que no es que las políticas sean mediocres, insuficientes, malas o inútiles: son inexistentes. En el rubro de la comunicación, desde que se inició el viacrucis de la enfermedad en el Paraguay en marzo pasado, no se ha visto siquiera un remedo o un intento de instalar una campaña de concienciación . Y en materia tecnológica no nos ha ido mejor: se están viendo manotazos de ahogados en casi todos los ministerios donde pelean por implementar rutinas virtuales tecnológicas sin ningún norte. Uno de los adefesios paridos por el Gobierno de Mario Abdo Benítez es el mal llamado Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicación (Mitic), que desde octubre del 2018 fusionó dos de las áreas más estratégicas de un país: tecnología y comunicación. Y desde que terminaron fusionadas, Paraguay está huérfano de ambas porque la definición “ni chicha ni limonada” califica para este engendro. Hoy, con el peligroso virus circulando comunitariamente no se visibilizan planes que incorporen ni tecnología ni comunicación, ni juntas ni por separado. Paraguay no ha logrado implementar con éxito una campaña gubernamental de concienciación, prevención y sensibilización para la mortífera pandemia; se han visto esfuerzos aislados en algunas instituciones públicas donde profesionales de la comunicación están remando con los escuálidos recursos con que cuentan y con cero apoyo desde el ente rector. El Mitic no solo no ayuda sino que, además, estorba, puesto que en varios tramos de este Gobierno se ha pegado el lujo de ordenar canalizar informaciones solamente por sus vías. En materia de estrategias tecnológicas el fallo también es casi generalizado. La cacareada agenda digital del superministerio ha recibido un préstamo de 130.000.000 de dólares del BID, y en octubre del año pasado se anunciaba que para enero de este año ya iba a estar creado un centro de datos y habría conectividad para 110 hospitales públicos del país. Según la propaganda, la agenda digital ayudaría inclusive a convertir los trámites burocráticos y los papeleos en servicios informáticos. Prometían hasta internet más barato y se jactaban diciendo que “la tecnología del Estado paraguayo no es solo para un Gobierno, es tecnología que será transversal también a los empresarios, la ciudadanía; en fin, a todos los sectores, ya que el país a través de la tecnología logrará desarrollarse”. Los anuncios se están estrellando con la realidad .Nose ha visto al Mitic encabezando operativos para facilitar el acceso de la población a servicios elementales y facilitadores científicos que por lo menos hagan la educación pública más accesible para todos los rincones del país. Hubo una época en la cual Paraguay planeaba poner wifi en espacios públicos como esparcimiento; hoy no se trata solo de esparcimiento sino además de supervivencia tecnológica para la continuidad pedagógica de miles de maestros y maestras, niños y niñas, adolescentes, escolares y universitarios. El superministerio a cargo de Alejandro Peralta Vierci tiene para el 2020 un presupuesto de más de G. 241.000.000.000 y rimbombantes objetivos con el que nació hace dos años. Entre ellos figuran grandilocuentes metas con altisonantes definiciones de comunicación y tecnología, planificación, implementación, planes, programas, proyectos y participación. Aseguraban que iban a garantizar el acceso efectivo en igualdad de oportunidades para todos los habitantes, mayor cobertura y calidad de servicios, acceso eficiente al sector informático . Se atribuyeron el desarrollo de procesos y estrategias comunicacionales “para que la información sea realizada en forma ágil y oportuna e incentivando la apropiación social y educativa de las tecnologías”. Se jactaron de convertirse a partir de entonces en el ente por excelencia para una comunicación “participativa, plural y transparente entre el Poder Ejecutivo y los habitantes de la República”. Todo este rosario de enunciados engloba las promesas que nunca se cumplieron, que hubieran sido de gran utilidad en este tiempo de incertidumbres, carencias, miedos y desigualdades. Mentiras todas, falsedades y propósitos de cartón. En el momento de mayor necesidad, la ausencia de tecnología se está sintiendo en la mayoría de los campos vinculados a la salud, la educación y la economía. El Estado no ha logrado articular con mínima eficiencia tecnológica, por ejemplo, miserables repartos de dinero utilizando los sistemas que usualmente usa el sector privado apoyado en softwares de uso abierto. Hasta ahora no ha existido una campaña promocional que haya sido parida con energía suficiente e instalada desde los medios estatales. Para hacer la prueba bastaría con preguntar a cualquier habitante del país si recuerda con mediana claridad algún eslogan, invitación a la acción o fórmula preventiva que haya quedado instalado en la conciencia colectiva. ¡Nada! El Estado tiene canales de televisión y repetidoras en la capital y en varios departamentos alejados; administra radios, portales digitales y redes sociales, pero la chambonería no les ha permitido articular ningún plan con efectividad. Nunca habrá un mejor momento en el Paraguay para que los medios de comunicación estatales estén verdaderamente al servicio de la gente divulgando informaciones útiles que puedan abarcar un amplio espectro de la población. Desde socializar modalidades y listados de reparto de asistencia económica, accesos a servicios sanitarios, medidas de salubridad preventivas, cobros en instituciones públicas, en fin, guías para acogerse a beneficios que gran parte de la población ignoran. Nunca habrá tampoco un mejor escenario que el actual para desarrollar e implementar soluciones informáticas para hacer más llevadero este apagón sanitario. Desperdiciar y derrochar el potencial de la tecnología y de los medios de comunicación que se mantienen con el dinero de la gente es tan criminal como robarlo.