Engañoso proyecto de Presupuesto
El Poder Ejecutivo había prometido un importante ajuste de cinturón en el sector público a partir del año que viene, para empezar así a compensar el tremendo desborde fiscal que se produjo este año por la pandemia del coronavirus. Sin embargo, lamentablemente, no es esa la intención que se refleja en el engañoso proyecto de Presupuesto General 2021 que remitió ayer al Congreso Nacional.
Los números absolutos podrían sugerir lo contrario, pero las señales enviadas ya en el mismo mensaje presidencial dejan entrever que no existe verdadera voluntad de achicar el Estado y restablecer un cierto equilibrio que permita al país retomar su interrumpido camino de crecimiento y desarrollo con relativa estabilidad, que hasta hace poco era la envidia de los países de la región.
Nominalmente el proyecto de presupuesto prevé un gasto público total en 2021 de 85,7 billones de guaraníes, equivalentes a 12.089 millones de dólares, unos 81 millones de dólares menos de lo que se previó inicialmente para 2020.
Si esta cifra fuera real y sincera no solo no habría nada que objetar, sino mucho que aplaudir, porque implicaría que efectivamente existe predisposición de acompañar el sacrificio del sector privado, que es el que en verdad ha sufrido en carne propia el duro golpe económico del desplome del consumo debido a la larga cuarentena.
Esa cifra nominal se adecua al tope del déficit del 1,5% del PIB establecido en la ley de responsabilidad fiscal y supone un esfuerzo por retrotraer la situación presupuestaria a condiciones manejables y financiables, sin tener que acogotar a la ciudadanía después de un año económico malo (2019) y uno terrible (2020).
Pero no, la cifra no es ni real ni sincera, prueba de lo cual es que, según se adelanta en el mensaje firmado por Mario Abdo Benítez al Poder Legislativo, el proyecto incluye una cláusula que habilita al Gobierno a casi triplicar el tope del déficit al 4% del PIB, lo que echa por tierra y reduce a charlatanería cualquier enunciado que pretendan hacernos creer.
Lo que ocurrirá sin dudas es que, durante el tratamiento del proyecto y en el curso del año se expandirá el gasto público por encima de las posibilidades, aumentará el endeudamiento, no habrá ningún ajuste ni recorte de consideración, incrementarán salarios y bonificaciones, en línea con la temporada electoral que se avecina.
Solo en bonos, el proyecto contempla la emisión de 1.100 millones de dólares, de los cuales 500 millones son para bicicletear compromisos anteriores, con lo cual seguirá creciendo la bola de nieve que empezó a rodar en el gobierno de Horacio Cartes, que parece no tener fin, y que amenaza con arrastrarnos a precipicios similares a los que se tragaron las economías de países vecinos, hundidos en inflación galopante, descalabro de sus monedas y virtual default. Todos, sin excepción, comenzaron de esta manera.
¿Quién va a pagar todo esto? Usted, apreciada lectora, amable lector, y sus hijos y sus nietos, porque el Estado tiene una única y exclusiva fuente de financiamiento: los contribuyentes, los de hoy y los de mañana, que tendrán que cargar con la cuenta.
Ya lo dijo el presidente del Congreso, el oficialista Óscar Salomón, del mismo grupo político del presidente Abdo Benítez. El debate sobre el presupuesto girará en torno a nuevos impuestos y a subas de tasas, como si se pudiera exprimir aún más a las fuerzas vivas y a la población en lo que se espera será la peor recesión de los últimos 70 años.
En contrapartida, sobre la tan cacareada reforma del Estado, insólitamente dijo que es “impostergable”, pero que “no es el momento”. Más allá de la curiosa (o cínica) incongruencia, evidentemente esa es la verdadera postura de un amplio sector de la clase política, que no tiene ningún interés en renunciar a sus privilegios ni a los de su clientela.
El déficit fiscal estimado para este año es del 7,2% del PIB. Supuestamente existe un plan de convergencia para ir reduciéndolo al 4,1% en 2021; 2,8% en 2022; 2,1% en 2023, para volver al 1,5% en 2024. Aun en el dudoso caso de que se cumpla ese cronograma, Mario Abdo Benítez terminaría su mandato con un déficit acumulado del 16% del PIB, un récord histórico, lo que se traducirá en más deudas sobre las espaldas de los paraguayos, sin garantías de que ello suponga haber construido la infraestructura que el país necesita para su desarrollo.
Si es cierto que el año que viene habrá un “rebote” económico con un crecimiento del 5%, como vaticina el proyecto, entonces ese cronograma no se justifica. Lo que corresponde es hacer lo necesario para retornar ya al tope de la ley de responsabilidad fiscal, reduciendo drásticamente los gastos corrientes, priorizando las áreas claves y la inversión, mejorando la eficiencia, combatiendo la corrupción y eliminando el planillerismo abierto o disfrazado.
Al sector privado no le quedó otra opción que hacer su ajuste, con reingeniería de empresas, pérdidas de ingresos y de empleos, congelamiento de salarios, postergación de proyectos, quiebras; la gente en la calle está haciendo lo que puede y usando toda su energía e imaginación para poder mantenerse a flote, muchas veces a duras penas. Ahora le toca al Estado.