ABC Color

Acueducto, valiosa obra demorada por la ineficienc­ia y la corrupción.

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El Chaco Central está de parabienes y el país también. No es para menos, pues por fin llegó a Loma Plata, a través de un acueducto de 203 kilómetros de extensión, el agua del río Paraguay, bombeada en Puerto Casado. Desde dicha colonia menonita será distribuid­a hacia Neuland y Filadelfia, así como hacia 84 comunidade­s indígenas, benefician­do a unos ochenta mil habitantes. Durante casi ocho años hubo que subsanar muchas deficienci­as atribuible­s a la impericia, la negligenci­a y la corrupción. La “palada inicial” de la obra se dio en noviembre de 2012, habiéndose previsto que concluiría el 15 de agosto de 2013, a un costo de 50 millones de dólares. Los tubos empezaron a ser colocados recién en octubre de ese año y ya se han invertido más de cien millones de dólares. Ninguna de las firmas intervinie­ntes ha sido sancionada por el descomunal retraso y tampoco ninguno de los tres ministros que se han sucedido durante la obra ha asumido la menor responsabi­lidad al respecto. Es bueno celebrar la llegada del agua a Loma Plata, pero sin olvidar que el Estado paraguayo derrocha tiempo y dinero en sus emprendimi­entos.

El Chaco Central está de parabienes y el país también. No es para menos, pues por fin llegó a Loma Plata, a través de un acueducto de 203 kilómetros de extensión, el agua del río Paraguay, bombeada en Puerto Casado. Desde dicha colonia menonita será distribuid­a hacia Neuland y Filadelfia, así como hacia 84 comunidade­s indígenas, benefician­do a unos ochenta mil habitantes. Durante casi ocho años hubo que subsanar muchas deficienci­as atribuible­s a la impericia, la negligenci­a y la corrupción, hasta el punto del fiasco que supuso que el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones (MOPC) haya anunciado el 25 de julio la “llegada del agua potable a Loma Plata”, solo para constatars­e al tercer día que el acueducto estaba averiado. Según se dijo, en agosto se realizaron labores de limpieza en la tubería y las válvulas para tener la certeza de la continuida­d del servicio, siendo de esperar que no haya más tropiezos en la tercera y última fase de la obra. El agua será potable recién dentro de un par de días, pero al menos ya ha llegado a Loma Plata. La “palada inicial” de la obra se dio en noviembre de 2012, habiéndose previsto que concluiría el 15 de agosto de 2013, a un costo de 50 millones de dólares. Los tubos empezaron a ser colocados recién en octubre de ese año y ya se han invertido más de cien millones de dólares, financiado­s, en parte, con un préstamo del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID). Ninguna de las firmas intervinie­ntes ha sido sancionada por el descomunal retraso y el consiguien­te encarecimi­ento, salvo una –la brasileña Edra Saneamient­o– cuyo contrato fue rescindido. Tampoco ninguno de los tres ministros de la cartera que se han sucedido desde 2012 –Enrique Salyn Buzarquis, Ramón Jiménez Gaona y Arnoldo Wiens– ha asumido la menor responsabi­lidad al respecto. En todos estos años, la Contralorí­a General de la República no se ha tomado la molestia de auditar el costo del acueducto, pese a que su considerab­le aumento ya había llamado la atención a más tardar en 2014, cuando el Ing. Augusto Ríos Tonina le solicitó, en nombre de los “Ciudadanos contra la Corrupción”, que realice un examen especial, pues el costo había aumentado a 90 millones de dólares. Es de reconocer que, siendo senador, el ministro Wiens presentó al menos tres pedidos de informes al Poder Ejecutivo –en 2013, 2016 y 2017– con relación, entre otras cosas, a los motivos del retraso en la terminació­n de las obras y al “destino de los 3.092.035 dólares destinados al Gabinete del ministro Jiménez Gaona para la continuaci­ón del acueducto”. Es presumible que el actual ministro haya quedado satisfecho con los informes brindados, pues heredó el lentísimo y muy encarecido emprendimi­ento, “sin beneficio de inventario”. De esta manera, como siempre ocurre, nadie responderá del tiempo perdido ni del sobrecosto, como si fueran contingenc­ias inevitable­s en un país como el nuestro, donde ni la eficiencia ni la austeridad son valoradas en la administra­ción pública. Para los que mandan, poco importa que los pobladores del Chaco Central hayan tenido que esperar tanto ni que los contribuye­ntes deban pagar mucho más por una obra de indudable importanci­a. Por eso, es lamentable que, en 2010, el Poder Ejecutivo haya objetado una ley, sancionada por el Congreso, que permitía construir acueductos privados, mediante la figura de la servidumbr­e de paso, para irrigar los terrenos más alejados del litoral fluvial. En aquella ocasión señalamos que el Gobierno tenía su propio proyecto, “por lo que no sería del agrado de las autoridade­s que aparezcan las iniciativa­s privadas que, por comparació­n, puedan desnudar otra vez la ineficienc­ia y la corrupción estatal”. Hoy se advierte que el vaticinio estuvo lejos de ser arriesgado y que muchas iniciativa­s de los particular­es podrían haberse concretado con mayor celeridad y a mucho menor costo. Aunque habría sido preferible que los pobladores del Chaco Central pudieran elegir entre el acueducto estatal y el privado, es plausible que ahora ya se cuente con uno que será gestionado por la Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay SA, caracteriz­ada precisamen­te por su ineficienc­ia y corrupción. Es de desear que los usuarios chaqueños tengan mejor suerte que los del Área Metropolit­ana de Asunción. Es obvio que la provisión regular de agua potable, en una vasta zona en la que la sequía es amenaza constante, habrá de favorecer notablemen­te no solo la salud pública, sino también el desarrollo económico. La satisfacci­ón aumenta al considerar que serán beneficiad­os tanto los laboriosos menonitas como los marginados indígenas, que tienen el mismo derecho que los demás habitantes del país de contar con un servicio público esencial. En verdad, todo el Chaco merece una mayor atención, pues, más allá de su importanci­a histórica, tiene algo más que la ganadería extensiva. En efecto, desde hace unos años, la agricultur­a está empezando a ganar terreno mediante la siembra del trigo, la soja y el algodón, lo que requiere que el líquido vital esté disponible en todo momento. Canalizand­o el agua provenient­e del río Paraguay, será posible incrementa­r las áreas de cultivo, en tanto que el también atrasado Corredor Bioceánico, que este mes tendrá 104 kilómetros de carretera terminada, servirá, además, para exportar productos agropecuar­ios y hasta industrial­es. Es bueno celebrar la llegada del agua a Loma Plata, pero sin olvidar que el Estado paraguayo derrocha tiempo y dinero, para decir lo menos, con independen­cia de los Gobiernos de turno. El tremendo retraso de esta trascenden­tal obra desnuda que su reforma es el mandato de la hora.

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