ABC Color

Los pacientes con cáncer no pueden esperar

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Megáfono en mano y encadenada a las rejas de la sede central del Ministerio de Salud Pública, una joven, hija de una mujer con cáncer de colon en etapa 4, gritaba el viernes pasado: ¡Por favor! ¡No quiero perder a mi mamá! El video se hizo viral y nadie que lo haya visto quedó indiferent­e. La enfermedad de su madre es avanzada, y al momento de manifestar­se no podía acceder a la radioterap­ia que necesitaba en el sector público y tampoco en el sector privado, porque no podía costear el tratamient­o.

El caso de esta paciente que trascendió con nombre y apellido es apenas uno de los cientos o, tal vez, miles que existen en el país, opacados en las noticias por la pandemia de covid-19, hacia la que parecen apuntar todos los ojos, recursos y esfuerzos.

Al momento del reclamo, el único acelerador lineal instalado a nivel de institucio­nes del Estado, ubicado en el Instituto Nacional del Cáncer, llevaba dos semanas sin operar.

Según informó la Dirección de Redes y Servicios del Ministerio de Salud, el acelerador del Instituto Nacional del Cáncer ya fue reparado y las sesiones se reanudaron el viernes, pero volvieron a estar fuera de servicio ayer y hoy con nuevos agendamien­tos, hasta tanto se sume el otro aparato nuevo que está en prueba. Se espera que ambas maquinaria­s estén operativas desde mañana miércoles.

Pero el dato es anecdótico, ya que todo el sistema funciona precariame­nte. Pegado con saliva, como se dice para graficar una situación insostenib­le. Si no es eso, faltan medicament­os básicos o sofisticad­os. A veces faltan hasta guantes o insumos de lo más comunes. Tal vez algunos ni siquiera cuestan mucho dinero, pero para una familia golpeada por la enfermedad, en la que algunos de sus miembros deben dejar de trabajar para ocuparse de acompañar las necesidade­s de la persona enferma y en la que los recursos económicos se esfuman con cada receta, cada visita al hospital y cada estudio requerido, todo pequeño gasto suma y la imposibili­dad de afrontarlo pone en riesgo vital al enfermo.

Diecisiete organizaci­ones que nuclean a pacientes con enfermedad­es de base y dolencias de elevada complejida­d hicieron público un manifiesto en el que denuncian la falta de atención oportuna, precoz, eficaz, accesible y de calidad desde el inicio de la pandemia. En resumen, piden que les garanticen el acceso oportuno y regular a tratamient­os, medicament­os, insumos y servicios sanitarios requeridos para tratar las enfermedad­es crónicas y de alto costo. En pocas palabras, piden seguir viviendo.

Las actividade­s solidarias, hechas con la mejor intención por personas de buena voluntad, con el noble objetivo de recaudar fondos para aportar al bienestar del ser querido y, a veces, hasta de un desconocid­o, no pueden suplir a un Estado que no se ocupa de sus ciudadanos en el momento en que más lo necesitan.

La actitud altanera y las sucesivas mentiras de los funcionari­os del sistema sanitario que se molestan por los reclamos de los pacientes con cáncer y sus familiares solo echan sal a la herida.

Con toda la atención puesta en los casos de covid la sociedad y las autoridade­s sanitarias parecen haber olvidado que esta no es la única enfermedad que nos afecta. Antes de marzo de 2020, cuando estalló la pandemia, nuestro sistema de salud ya se caía a pedazos, con severos déficits no solo en unidades de terapia intensiva o tratamient­os sofisticad­os. Tampoco había suficiente­s recursos para atención primaria y las muertes evitables por falta de una atención oportuna o una ambulancia eran (y dolorosame­nte siguen siendo) comunes.

La pandemia vino a cambiar muchas cosas en nuestro modo de vida y en el funcionami­ento de la sociedad. Tal vez como una lección positiva, vino a refregarno­s en la cara la importanci­a de que el Estado invierta de manera prioritari­a en la salud y el bienestar de la población. Esa es una de sus responsabi­lidades ineludible­s.

El cáncer no espera, pero el Ministerio de Salud no atiende la demanda de quienes lo sufren, ni siquiera cuando algunos de ellos cuentan con sentencias judiciales que obligan a los hospitales a proveerles ciertos medicament­os.

Según datos de la Asociación de Pacientes con Cáncer y Familiares (Apacfa) en el Incan, principal centro de referencia para pacientes con esta enfermedad, este mes, –por falta del acelerador lineal– treinta personas tuvieron que suspender sus tratamient­os. En lista de espera hay otras 190 personas. La vida de todas ellas pende de un hilo y aguardan el restableci­miento real y sostenido del servicio.

Esta misma organizaci­ón reclama la falta de unos veinte fármacos que se usan en distintas terapias. El Ministerio de Salud dice que en algunos casos el problema radica en la falta de stock de los proveedore­s, una excusa que no es consuelo.

Pero en una entrevista con ABC, el doctor Hernán Martínez, director de Servicios de Redes de Salud del Ministerio de Salud Pública (MSP), reconoció que los pacientes con enfermedad­es de base quedaron relegados tras la llegada del coronaviru­s y afirmó que el problema es presupuest­ario.

El reclamo de las asociacion­es de pacientes que necesitan tratamient­os complejos y costosos no puede ser ignorado. Todas las vidas importan y todas las personas merecen una atención de salud digna. La indiferenc­ia de las autoridade­s responsabl­es puede ser mortal.

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