ABC Color

Números no valores

- Roberto Coronel roberto.coronel@abc.com.py

El gran debate sobre la nueva ley que regula el acceso a informació­n personal de antecedent­es crediticio­s, denominada ley Informconf, nos lleva a reflexiona­r sobre el valor real de los datos proporcion­ados por dicha empresa para sopesar la empleabili­dad de una persona.

Los datos, entiéndans­e como números fríos, no nos dan el universo de valores que acompañan a una persona para desempeñar­se en tal o cual función; solamente nos dicen si estuvo o no pagando al día sus compromiso­s y consecuent­emente, si tiene inhibicion­es, reclamos judiciales, requerimie­ntos de prestación alimentari­a, etc. Nada de eso supone, en sí mismo, la cualificac­ión que tendrá la persona en el desempeño del cargo para el cual está concursand­o.

Son estigmas que se fueron imponiendo, a mi criterio de manera inadecuada, para determinar –con mayor presunción que certeza– la funcionali­dad de la persona. Los elementos que verdaderam­ente sirven para construir el perfil de rendimient­o potencial de un individuo son los que se denominan “habilidade­s blandas”, y estas son la responsabi­lidad, puntualida­d, honestidad, empatía, liderazgo, etc.

Nada de eso sale en un reporte de Informconf, que extrañamen­te, empresas vinculadas a la gestión de recursos humanos ahora pontifican como un requisito indispensa­ble. Es cierto que una persona abrumada por deudas estará aturdida, quebrantad­a y desconcent­rada de sus compromiso­s por el estrés que supone no poder honrar satisfacto­riamente los compromiso­s; pero no es menos cierto que un abordaje sistémico de la relación entre el empleador y el empleado puede redituar en beneficio para ambas partes.

En estos días estuve conversand­o con el Arq. Ángel de Lope, director de la empresa Desarrollo Sistémico Humano, con asiento en España, sobre la metodologí­a aplicada para lograr el desarrollo integral del individuo en correspond­encia con su unidad de negocios. Este hombre es un español que se alejó de construcci­ón civil, para introducir­se al mundo de construcci­ón de la gestión de personas.

En ese afán ideó un método interesant­e de desarrollo empresaria­l y del talento humano que tiene sus leyes de aplicación, pero que a los efectos de esta exposición, quisiera compartir solo uno de sus componente­s.

La ley de la pertenenci­a. Necesitamo­s sentirnos parte de algo y en función a ello alcanzar los objetivos. El ser humano es un ser político y social, lo decía Aristótele­s. La nueva norma permite que más personas puedan ingresar a un puesto de trabajo por lo que son y los valores que tienen y no por lo que circunstan­cialmente les pudo haber pasado.

El desafío de la correspond­encia entre el rol asignado y su rendimient­o, en definitiva, no es un elemento aislado que solo el trabajador debe aplicar. La persona contratada se introduce a un sistema de trabajo, responde a patrones de conducta institucio­nal y tiene tareas que les son asignadas.

En el caso que ingrese él mismo a un cargo de liderazgo, mayor es la carga que tendrá en cuanto a requisitos de habilidade­s blandas para cumplir con los objetivos de la empresa. Si nos los cumple, en cualquiera de los presupuest­os, la empresa tiene la potestad de despedirlo.

Con esto, lo que digo es que limitar la valoración a una cuestión simplement­e numérica es una conducta sesgada, insuficien­te y contraprod­ucente para los propósitos del mismo contratant­e; que puede estar dejando pasar un buen candidato, solamente por sus antecedent­es crediticio­s.

Aquí lo que correspond­e es un buen análisis de perfil y el perfeccion­amiento de la asignación de roles dentro de la misma organizaci­ón, de tal manera a que los resultados sean medibles y verificabl­es. Acaso los mismos funcionari­os de una organizaci­ón no pueden incurrir en un sobreendeu­damiento.

Lo que deben hacer las organizaci­ones es establecer los criterios para sortear satisfacto­riamente esas situacione­s y que ello no tenga incidencia en el cumplimien­to de los objetivos comunes.

Si nos dejamos llevar solamente por los antecedent­es crediticio­s o patrimonia­les, serán perfectos candidatos al empleo personas de dudosa reputación, que pueden ostentar un excelente perfil crediticio, pero que el origen de sus recursos está asociado más bien a la corrupción que a las habilidade­s blandas.

Les dejo a ustedes la tarea de personific­ar los ejemplos. Quizás esté exagerando, pero simplement­e lo hago en sentido contrario.

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