ABC Color

La pandemia no debe hacernos perder de vista Itaipú

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Grandes crisis tienen grandes consecuenc­ias, usualmente no previstas. Esto debemos tener en cuenta con el coronaviru­s golpeando a nuestra gente, a nuestra economía, a nuestra sociedad y a nuestra democracia que, aunque endeble, nos ha permitido vivir en libertad por una generación. En tiempos de crisis, el deber del Gobierno es guiar al público a través de un proceso de diagnóstic­o del problema e identifica­r un plan compartido para resolverlo. Esto es fundamenta­lmente un acto de educación pública. La Presidenci­a de la República es la más prominente plataforma para ello en el país. Ciertament­e, han llegado los abastecimi­entos de insumos médicos, respirador­es y otros implemento­s que el país no produce y necesita en estos momentos. Pero el liderazgo presidenci­al con honestidad, disciplina y visión estratégic­a, todavía falta. El Gobierno debe no solo galvanizar a los ciudadanos con prolongado­s confinamie­ntos sociales como lo viene haciendo, sino también castigar sin contemplac­ión a los funcionari­os pillados in fraganti en delitos de estafa y de lesión de confianza.

Pero las medidas restrictiv­as de libertad individual impuestas por el Gobierno a la sociedad por más de medio año utilizando la actual crisis de salud como pretexto, no deben hacer perder de vista a los ciudadanos el desafío político de connotació­n existencia­l que está a la vuelta de la esquina: la negociació­n con Brasil para la revisión de los términos del Anexo C del Tratado de Itaipú y la concomitan­te modificaci­ón del mismo para rescatar la igualdad de derechos consagrada en el Artículo III del Tratado, pero conculcada en la práctica, hasta ahora.

Pese a la alharaca levantada, tanto a nivel de Gobierno, como por la mayoría colorada de la Cámara de Diputados que al final abortó el juicio político reclamado por la oposición política parlamenta­ria, así como la parodia de investigac­ión conducida a tal efecto por una comisión ad hoc del Congreso, la ciudadanía quedó convencida de que la directiva para la suscripció­n de la entreguist­a Acta Bilateral, secretamen­te firmada en Brasilia el 24 de mayo de 2019, partió del propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez. Consecuent­emente, la grieta de credibilid­ad pública en el patriotism­o del Primer Mandatario abierta a raíz de ese bochornoso incidente hasta ahora no se ha encogido, ni mucho menos.

En el imaginario colectivo del pueblo paraguayo subsiste la desconfian­za de que el mismo es un mentiroso, y que por tanto no se puede confiar en su promesa de que va a defender con honestidad y patriotism­o los intereses nacionales en juego en la entidad binacional, por lo que la ciudadanía debe mantenerse en estado de alerta roja ante los pasos que pueda dar el Primer Mandatario en tal sentido. Esto, porque así como está sucediendo en algunos países alrededor del mundo regidos por gobiernos autoritari­os que se aprovechan de la crisis de salud provocada por la pandemia para atropellar las institucio­nes democrátic­as y perseguir a los partidos políticos de oposición, así también bien podría suceder que el presidente Mario Abdo intente valerse del mismo pretexto para intentar de nuevo rifar los intereses nacionales en juego en Itaipú para beneficio económico personal y de sus asociados, como el intentado a través de la empresa brasileña LEROS con el concurso del correvedil­e “Joselo”, que por alguna razón no prosperó.

Consciente de la desconfian­za pública en su gestión de gobierno en cuanto a que esté realmente dispuesto a negociar un acuerdo de mutua convenienc­ia para el país con su homólogo de Brasil sobre Itaipú, el presidente Mario Abdo ha lanzado una cortina de humo para engañar a la ciudadanía acerca de sus verdaderas intencione­s en tal sentido, creando un vasto conglomera­do de comisiones conformada­s por institucio­nes públicas cuyo pivote es el “Equipo Negociador para la Revisión del Anexo C del Tratado de Itaipú”, encabezado, en los papeles, por el ministro de Relaciones Exteriores, Antonio Rivas, pero en los hechos por el ingeniero Héctor Richer, un profesiona­l con menguada credencial de patriotism­o con referencia a Itaipú, por decir lo menos. Aunque la fe no elimina la pobreza, al menos calma la angustia que sufren actualment­e millones de paraguayos a causa de la pandemia que azota a todos por igual, por lo que los obispos de la Iglesia Católica están haciendo llegar a la ciudadanía palabras de aliento y de esperanza de que pronto acabe la mala racha. Esto no debiera sorprender­nos: la jerarquía de la Iglesia Católica siempre se ha mostrado solidaria con los intereses de la sociedad, las binacional­es incluidas. En tal sentido, resulta oportuno recordar que el año pasado, en ocasión de celebrarse el Día de la Virgen de Caacupé, el obispo de la basílica, monseñor Ricardo Valenzuela, leyó una carta pastoral tras la misa central, uno de cuyos puntos se refería concretame­nte a los tratados de las entidades binacional­es, en particular Itaipú.

“Paraguay no firmó esos tratados para que unas cuantas familias de un determinad­o color político se conviertan en multimillo­narios por varias generacion­es del futuro, sino para combatir la inmoral pobreza de una gran mayoría del pueblo que sufre toda clase de postergaci­ones injustas”. Tras este pasaje, monseñor Valenzuela hizo alusión puntual a la futura renegociac­ión del Anexo C del Tratado como siendo la oportunida­d para que nuestro país obtenga más recursos para impulsar el desarrollo y atenuar la pobreza. Esa apreciació­n del obispo de Caacupé acerca de la importanci­a de la próxima negociació­n con Brasil para la revisión del Anexo C del Tratado no ha perdido actualidad y refleja la coherencia de actitud de la jerarquía de la Iglesia Católica con respecto a la defensa del interés público. El presidente Mario Abdo sabe muy bien lo que el pueblo quiere en Itaipú, por lo que la parafernal­ia que ha montado supuestame­nte para definir la estrategia a ser desplegada por su gobierno en las futuras negociacio­nes con el Brasil es pura alharaca. Lo que la gente quiere es, básicament­e, que Brasil nos pague el justo precio por la energía eléctrica excedente paraguaya que actualment­e se lleva a título de “cesión”, en vez de “venta”, tal como fue pactado en el Acta Final de Foz de Yguazú: el acuerdo marco en que se inscribe el Tratado de Itaipú. Otro punto que debería negociarse, simultánea­mente o inmediatam­ente después, es el obsoleto Anexo A o estatutos, así como la correspond­iente Nota Reversal de Distribuci­ón de Cargos, para lograr la administra­ción paritaria de la entidad, en la que desde su instalació­n se enseñorea una injustific­able hegemonía administra­tiva de nuestros socios por partes iguales en la binacional. Si las Altas Partes contratant­es crearon “en igualdad de derechos y obligacion­es una entidad binacional denominada Itaipú...” Art. III, sus directores, paraguayos y brasileños, la aparente similitud en la jerarquía de sus directores, ante los ojos del pueblo paraguayo es una humillante estafa, aunque ello implique la eliminació­n de ciertas direccione­s cuya existencia, en la actual etapa del complejo hidroeléct­rico ya no se justifica. En efecto, ni la Dirección Jurídica ni la de Coordinaci­ón y mucho menos la de Administra­ción tienen el peso y el poder de decisión de la Dirección Financiera y de la Dirección Técnica –eficientes bases de sustentaci­ón del director general brasileño– en manos de brasileños desde 1974. Por último, no todo lo que nuestro país debe hacer respecto de Itaipú depende de un acuerdo con los brasileños. El Gobierno paraguayo debe hacer su parte para honrar su lamento borincano de “soberanía energética”, que antes que conmover a nuestro socio de la otra margen, más bien le fastidia, respondién­donos con sorna: “Y bueno, llévense entonces toda su electricid­ad, el tratado les habilita”, a sabiendas de que no tenemos absolutame­nte la capacidad para hacerlo, pues carecemos de la infraestru­ctura de transmisió­n necesaria para el efecto. En vez de los US$ 70 millones despilfarr­ados en el ahora imaginario proyecto metrobús y los US$ 80 millones malversado­s en la supuesta repotencia­ción de la Industria Nacional del Cemento (INC) por el gobierno de Horacio Cartes, mejor empleados hubieran servido para construir las líneas de transmisió­n de 500 kV que necesitamo­s para retirar nuestro combo de electricid­ad de Itaipú y así dejar de fastidiar a nuestro socio con el berrinche de referencia.

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