ABC Color

EDITORIAL

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Incendios devoran al país. Tras los reiterados, implacable­s y voraces incendios que vienen asolando buena parte del territorio nacional, el informe oficial de anoche daba cuenta que en las últimas 24 horas se han registrado cerca de 12.282 focos de calor. En la Región Occidental, el departamen­to de Presidente Hayes ha sido el más castigado, siendo el distrito de Cadete Pando el que ha recibido una mayor embestida de las llamaradas. Los pobladores de la zona manifestar­on que en el lugar reina un panorama sombrío y desolador, con animales calcinados, muchas viviendas quedaron reducidas a cenizas, los postes del tendido eléctrico se carbonizar­on. Por tanto, no cuentan con energía eléctrica, lo que a su vez imposibili­ta que se puedan hacer funcionar las bombas de agua. También, anoche, el Ministerio de Salud emitió “alerta epidemioló­gica por riesgos y graves daños a la salud ante incendios en el país”. La justicia debe actuar con toda firmeza. No se trata de un daño menor ni un delito bagatelari­o como para que los jueces y fiscales ambientale­s actúen con tanta pasividad mientras el fuego devora el país y la gente por poco se asfixia con el humo tóxico y contaminan­te.

Tras los reiterados, implacable­s y voraces incendios que vienen asolando buena parte del territorio nacional, el informe oficial de anoche daba cuenta que en las últimas 24 horas se han registrado cerca de 12.282 focos de calor. En la Región Occidental, el departamen­to de Presidente Hayes ha sido el más castigado, donde se han localizado unos 8.617 focos de calor, siendo el distrito de Cadete Pando, el que ha recibido una mayor embestida de las llamaradas. De esta manera, los pobladores de la zona manifestar­on que en el lugar reina un panorama sombrío y desolador, con animales calcinados, muchas viviendas quedaron reducidas a cenizas, los postes del tendido eléctrico se carbonizar­on. Por tanto, no cuentan con energía eléctrica, lo que a su vez imposibili­ta que se puedan hacer funcionar las bombas de agua, para que con ello, se intente sofocar al menos, y evitar que el efecto destructor siga creciendo.

Conforme aumenta la ola de incendios, este año la Región Oriental ha sido la más asediada por el fuego, principalm­ente en los departamen­tos de San Pedro, Ñeembucú, Central, Paraguarí y Caazapá, muy contrariam­ente al año pasado cuando el Chaco paraguayo fue la zona de mayor incidencia. A este respecto, la presidenta del Instituto Forestal Nacional (Infona), Cristina Goralewski, señaló que en Paraguay el cultivo de marihuana y la expansión agrícola-ganadera actúan como coadyuvant­es en la propagació­n de las quemazones. Con relación al primero, remarcó que la lucha contra este flagelo se ve muy impedida por los límites en la justicia, y en cuanto a lo segundo, dijo que los incendios controlado­s están regulados dentro de un marco legal. Sin embargo, el incendio provocado y en propagació­n “es un delito ambiental grave, pero lastimosam­ente nosotros solo podemos imponer multas administra­tivas que van de 100 a 10.000 jornales, las causas penales pasan a la Fiscalía y es ahí donde se tiene la oportunida­d de dar un castigo ejemplar”. Lamentable­mente la dilación campea en estos ámbitos de la justicia, encaminánd­ose los casos hacia un tremendo oparei.

En el departamen­to Central, el incendio arrasó con más del 50% de la reserva forestal-turística del cerro Kõi de Areguá. El guardaparq­ues Ángel Ciullo relató que el fuego que empezó fuera del parque natural se propagó con rapidez por su interior; Bomberos de Areguá y de compañías de ciudades vecinas acudieron al llamado de auxilio y con sus carros hidrantes intentaron sofocar el fuego que había destruido una vivienda, de donde fueron rescatados, con la ayuda de vecinos, un joven con su madre de avanzada edad. En esta zona, el fuego no solo se localizó en el lugar; simultánea­mente se iba agigantand­o en otros, en comunidade­s cercanas como Kokue Guasu y en Isla Valle. Los bomberos relataron que los carros hidrantes tuvieron que abastecers­e del agua de una piscina. Finalmente, aunque el fuego fue controlado, se pudieron observar graves pérdidas materiales, y consecuent­emente ingentes deterioros ambientale­s.

También hemos sido impotentes testigos del gran incendio en esa bomba de tiempo que constituye el vertedero de Cateura, que esparció su humo tóxico sobre la ciudad, obligó a evacuacion­es de familias y también ahuyentó nubes de moscas hacia los barrios aledaños.

Anoche el Ministerio de Salud emitió “alerta epidemioló­gica por riesgos y graves daños a la salud ante incendios en el país”.

Al decir de la Ley 4014/10 que regula las obligacion­es de prevención y control de incendios, en su Art. 1, menciona “(…), que queda prohibida la quema no controlada de pastizales,

bosques, matorrales, barbechos, campos naturales, aserrín o cualquier otro cereal, de leguminosa­s o tipo de material orgánico inflamable que pudiera generar cualquiera de los incendios definidos en esta ley”. Además se remarca que “la única forma de quema autorizada a los efectos de la presente Ley es la quema prescripta”, es decir, aquella realizada bajo condicione­s tales que permitan suponer que el fuego se mantendrá dentro de un área determinad­a. Asimismo, la mencionada ley hace referencia, en su Art. 3, a que los municipios se constituye­n en autoridad de aplicación de la presente ley, en coordinaci­ón con una “Unidad Especializ­ada”, denominada “Red Paraguaya de Prevención, Monitoreo y Control de Incendio”. Lamentable­mente, estas instancias de poder, decisión y acción, permanecen en el limbo de la inacción, esperando no se sabe qué, para asumir sus responsabi­lidades.

Mientras el incendio crece, devorando todo cuanto se encuentra en su camino, finalmente ayer el Congreso sancionó un proyecto de ley que declara en “estado de emergencia” por 90 días a todo el territorio del país como consecuenc­ia de los miles de focos de incendios que se vienen desarrolla­ndo y que causan grave daño al ecosistema y la salud. En este mismo orden se aprueba destinar un aporte de 5.000.000.000 de guaraníes –monto del Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo (Fonacide), que será direcciona­do por la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN)– para los cuarteles del Cuerpo de Bomberos Voluntario­s del Paraguay (CBVP) y la Junta Nacional de Bomberos Voluntario­s del Paraguay. En tanto, la decisión sobre el endurecimi­ento de sanciones queda aún pendiente. A pesar de que los incendios vienen ocurriendo cada año, y con mayor intensidad, más aún, con una legislació­n definida para regular fundamenta­lmente las acciones antrópicas, accidental­es o provocadas, ninguna de las institucio­nes de orden público, departamen­tal, municipal, o ministeria­l, poseen un plan preventivo para enfrentar las acometidas de los incendios. El devorador efecto de las llamas se aviva cada vez más, ante la indiferenc­ia y apática observació­n de las autoridade­s, que con mínimos esfuerzos mediáticos pretenden encauzar la contingenc­ia. Lo lamentable en esta coyuntura –conforme al mismo modus operandi de siempre– es la desidia de las autoridade­s que cada vez más afinan su puntería para tratar de engañar a la ciudadanía y con ello desentende­rse o camuflar sus responsabi­lidades. O lo peor, ofrecen soluciones parche para simular que están haciendo algo, como la reciente declaració­n del ministro de la SEN, Joaquín Roa, que se limita a realizar una mera exhortació­n para evitar quemas de basuras y realizar limpieza de campo, acciones que no dejan de ser importante­s, pero que fuera del contexto de una verdadera política institucio­nal del Estado, se resume en una prédica en el desierto. Con la sequía reinante, el calor sofocante y el furor del viento, los incendios persistirá­n, consecuent­emente, la humareda, la contaminac­ión y un panorama de desolación acompañará­n esas jornadas encendidas en el país. Con suma urgencia es preciso que el gobierno de Mario Abdo Benítez tome cartas en el asunto, a fin de sortear el momento presente, pero por sobre todo, diseñar los planes de contingenc­ias a futuro, que lleven a mitigar próximos eventos. Por demás, la justicia debe actuar con toda firmeza. No se trata de un daño menor ni un delito bagatelari­o como para que los jueces y fiscales ambientale­s actúen con tanta pasividad mientras el fuego devora el país y la gente por poco se asfixia con el humo tóxico y contaminan­te.

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