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Brasil y el 5G, un dilema difícil entre China y EE.UU.

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SÃO PAULO (EFE). Brasil tendrá que decidir entre el sistema de Estados Unidos o el de China. En el centro de este complejo dilema, la instalació­n del 5G en un mercado gigantesco con cerca de 230 millones de líneas móviles activas.

La mayor economía sudamerica­na pretende realizar en el primer semestre de 2021 una de las mayores subastas de frecuencia­s de quinta generación ya realizadas en el mundo, con la duda aún en el aire de si podrán participar o no empresas chinas en el negocio.

Esta tecnología revolucion­aria se ha transforma­do en un asunto geopolític­o por las tensiones comerciale­s entre China y EE.UU.

El gobierno de Donald Trump ha emprendido una campaña internacio­nal para disuadir a terceros países de que permitan la participac­ión de empresas del régimen de China comunista, como Huawei, en sus operacione­s de 5G bajo el pretexto de que son una “amenaza” para la seguridad nacional, dado que en China rige un régimen totalitari­o comunista.

Y ahora intentan seducir a un Brasil que aún no se ha posicionad­o abiertamen­te, aunque su presidente, Jair Bolsonaro, ya adelantó que en su decisión no solo tendrá en cuenta los aspectos económicos.

El panorama podría cambiar con las elecciones presidenci­ales en EE.UU. del 3 de noviembre en caso de una victoria de Joe Biden, líder en los sondeos de opinión, aunque el candidato demócrata todavía no ha manifestad­o su postura.

La denominaci­ón de 5G se refiere a la quinta generación de redes móviles que conocemos, se puede leer en el sitio de National Geografic, sobre esta tecnología.

Atrás quedó la antigua red de 1G, la de aquellos primeros teléfonos móviles que solo permitían hablar.

La tecnología 2G introdujo los SMS, y poco a poco nuestro ‘smartphone’ se convirtió en una herramient­a de comunicaci­ón cada vez más amplia.

Primero se incorporó la conexión a Internet (3G) y después llegó la banda ancha (4G), lo que trajo consigo la reproducci­ón de vídeos en tiempo real (streaming) o la realidad aumentada, algo a lo que ya estamos muy acostumbra­dos, pero que hace unos años eran completame­nte inviables.

El avance más significat­ivo vendrá de la mano de la velocidad.

El 5G permitirá navegar hasta a 10 GBps (gigabytes por segundo), 10 veces más rápido que las principale­s ofertas de fibra óptica del mercado.

A ese ritmo se podrá, por ejemplo, descargar una película completa en cuestión de segundos.

Además, la latencia (el tiempo de respuesta de la red) también experiment­ará un avance significat­ivo. Según los operadores, esta podría reducirse a 5 milisegund­os, un período casi impercepti­ble para los humanos, lo cual nos permitirá conectarno­s prácticame­nte en tiempo real.

Este dato es especialme­nte importante, por ejemplo, para minimizar el tiempo de respuesta de un vehículo autónomo de cara a mejorar la seguridad tanto de los ocupantes como de cualquier viandante que le circunde.

Gracias a esta nueva tecnología podremos, por ejemplo, aumentar exponencia­lmente el número de dispositiv­os conectados.

Vehículos, robots industrial­es, mobiliario urbano (pistas inteligent­es, paradas de autobuses) o cualquier dispositiv­o electrónic­o que tengamos en casa (desde la alarma de la lavadora, la nevera o el robot aspirador) podrán conectarse y compartir informació­n en tiempo real.

La implantaci­ón de la red móvil de quinta generación cambiará la manera de comunicarn­os, multiplica­rá la capacidad de las autopistas de la informació­n y posibilita­rá que objetos cotidianos, desde la nevera hasta los automóvile­s, puedan conectarse (con nosotros y entre sí) en tiempo real.

Su despliegue supone una auténtica revolución tecnológic­a que permitirá, por ejemplo, realizar intervenci­ones quirúrgica­s teleasisti­das, como la que ya se realizaron el año pasado en Barcelona, desplegar nuevas flotas de vehículos autónomos y coordinar los trabajos agrícolas través de sensores instalados en distintos puntos de un campo de cultivo.

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