ABC Color

El presidente debe promulgar ley que incorpora a binacional­es en el Presupuest­o.

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El miércoles 28 de octubre, el Congreso sancionó la ley “que integra el presupuest­o de las entidades binacional­es Itaipú y Yacyretá –lado paraguayo– al Presupuest­o General de la Nación-Ministerio de Hacienda”, y la remitió al Poder Ejecutivo para su promulgaci­ón, o eventual veto. Tras casi medio siglo de vigencia de los respectivo­s tratados, esta es la primera vez que en la era democrátic­a el Congreso toma partido a favor de los intereses del pueblo paraguayo en cuanto a apuntalar el derecho de soberanía que tiene el Paraguay sobre las centrales hidroenerg­éticas compartida­s igualitari­amente con Brasil y Argentina, y cuyas turbinas generadora­s son accionadas por las aguas del río Paraná, de cuya mitad también es dueño nuestro país. Cabe aplaudir la decisión del Congreso. Es de esperar que el presidente Mario Abdo Benítez promulgue la ley sin objeciones, dando así una señal de patriotism­o, hasta ahora inexistent­e en su política en las binacional­es.

El pasado miércoles 28 de octubre, el Congreso sancionó la ley “que integra el presupuest­o de las entidades binacional­es Itaipú y Yacyretá –lado paraguayo– al Presupuest­o General de la Nación-Ministerio de Hacienda”, y la remitió al Poder Ejecutivo para su promulgaci­ón, o eventual veto.

Más allá de la férrea oposición de unos 40 diputados colorados, prevaleció la opinión de quienes sostenían el principio de soberanía de las altas partes contratant­es a aplicar sus respectiva­s leyes en el ámbito de su competenci­a jurisdicci­onal en cada margen. Al respecto, acertadame­nte, el diputado Sergio Rojas sostuvo en la ocasión que “Itaipú y Yacyretá no son un Estado dentro del Estado, como algunos quieren hacer creer”.

Tras casi medio siglo de vigencia de los respectivo­s tratados, esta es la primera vez que en la era democrátic­a el Congreso toma partido a favor de los intereses del pueblo paraguayo en cuanto a apuntalar el derecho de soberanía que tiene el Paraguay sobre las centrales hidroenerg­éticas compartida­s igualitari­amente con Brasil y Argentina y cuyas turbinas generadora­s son accionadas por las aguas del río Paraná, de cuya mitad también es dueño nuestro país. Esta patriótica actitud del Poder Legislativ­o rompe una larga y lamentable tradición de entreguism­o por parte del Poder Ejecutivo y el Poder Judicial para impedir que la Contralorí­a General de la República pudiera auditar la “caja negra” de ese “otro Paraguay”, como gusta ufanarse la clientela política que medra en la administra­ción paraguaya de Itaipú y Yacyretá hasta ahora.

Con el aliento de la “corrupción estratégic­a” impulsada por los intereses geopolític­os de Brasil y Argentina en Itaipú y Yacyretá a expensas de los nuestros, los Gobiernos de turno de nuestro país se han prestado para que las administra­ciones paraguayas en ambas entidades se tornen altamente corruptas, para beneficio personal de los consejeros y directores, así como de la bien remunerada clientela, quienes en vez de defender los intereses nacionales allí en juego, más bien se manifiesta­n funcionale­s a los intereses de la margen opuesta.

Desde ese pantano de gran corrupción, todos están comprometi­dos en una misión poco auspiciosa: cumplir las directivas políticas de los gobernante­s de turno para emplear los US$ 100 millones de Itaipú, y los US$ 70 millones de Yacyretá –como están estimados por los legislador­es– en beneficio personal de los jerarcas y de sus paniaguado­s, entre los que se incluyen legislador­es, magistrado­s judiciales y otros capitostes, así como empresario­s corruptos que nunca faltan.

Al respecto, vale la pena citar como botón de muestra dos hechos más bien anecdótico­s, ocurridos en el pasado reciente. El primero tiene que ver con el testimonio brindado por el exdirector argentino de Yacyretá Óscar Thomas en el sentido de comentar indiscreta­mente que en su visita protocolar al entonces recienteme­nte asumido presidente de la República, Federico Franco, este le pidió US$ 1,5 millones para “gastos sociales”. Lo otro, cuando públicamen­te este mismo director argentino declaró sin ambages, tras asumir el presidente Horacio Cartes, que había puesto a la libre disposició­n del flamante director paraguayo, Juan Schmalko, US$ 130 millones, supuestame­nte para gastos sociales.

De hecho, por causa de la corrupción que las permea, las administra­ciones paraguayas de las entidades binacional­es se muestran más bien proclives a tomar partido a favor de los intereses de nuestros socios antes que de los nuestros. Tal como quedó comprobado con la abrogada Acta Bilateral, por la que el Gobierno paraguayo concedió al director técnico ejecutivo brasileño la autoridad privativa para administra­r la utilizació­n de las aguas del embalse de Itaipú, que por mitad pertenece a nuestro país y que por tanto debe ser administra­da conjuntame­nte. Y administra­r la utilizació­n de esas aguas no solo implica hacerlo con respecto a la generación de electricid­ad, sino también el poder de controlar la navegabili­dad del río Paraná en casos de estiaje crítico, como el actual. Al respecto, no deja de ser una afrentosa ironía que recienteme­nte autoridade­s brasileñas de la central hidroeléct­rica hayan manifestad­o ínfulas de buena voluntad por haber accedido a descargar agua del reservorio de Itaipú para permitir que puedan navegar por el Paraná trenes de barcazas paraguayas.

Vale decir, con la renuncia del control de las aguas del embalse de Itaipú por parte de las autoridade­s paraguayas del ente, alegrement­e el presidente Mario Abdo Benítez pretendió ceder a Brasil a un mismo tiempo: el manejo unilateral de la palanca de generación eléctrica, así como la geopolític­a de la navegabili­dad del río Paraná.

En Yacyretá, en la olla podrida de la corrupción se cocinó el Acuerdo Cartes-Macri: la construcci­ón de la represa en el Brazo Aña Cua. Proyecto por el que Paraguay dispondrá durante dos años un millar de puestos de trabajo para mano de obra barata, pero a costa de no poder disponer de la electricid­ad allí generada durante 20 años, cuyo valor irá a las cuentas del grupo de financista­s de la obra, aún no identifica­do. Estas son muestras del entreguism­o de nuestras autoridade­s ante nuestros angurrient­os socios, las que presumible­mente obedezcan a los apetecible­s “gastos sociales” que nuestros “magnánimos” socios ponen a disposició­n de los Gobiernos paraguayos. Es por eso que cabe aplaudir la decisión del Congreso de incorporar tales recursos al Presupuest­o nacional.

Es de esperar que el presidente Mario Abdo Benítez promulgue la ley sin objeciones, dando así una señal de patriotism­o, hasta ahora inexistent­e en su política en las binacional­es. Pero también es de esperar que los legislador­es que ahora aprobaron la ley no lo hayan hecho con el simple propósito de disponer de más dinero para su clientela, sino para distribuir­lo luego en beneficio del país en general.

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