Los desafíos que le esperan al nuevo ministro de Hacienda.
El presidente Mario Abdo Benítez designó al economista Óscar Llamosas como nuevo ministro de Hacienda en reemplazo de su hermano Benigno López. Está claro que necesitará de un fuerte respaldo del jefe del Ejecutivo a fin de blindarlo ante las malas prácticas extendidas en el sector público en materia de manejo presupuestario, la presión de los politiqueros de turno y la urgente necesidad de impulsar reformas profundas en diferentes ámbitos a fin de evitar el descalabro y recuperar la economía. La nueva administración deberá lidiar con una situación de crisis económica, desempleo, numerosas empresas fundidas o a punto de colapsar, el incremento de la pobreza y la necesidad de implementación de planes para recuperar la economía del país, entre otras cosas. Son muchos los desafíos que le esperan, y deberá demostrar que tiene el carácter y la determinación para afrontar las presiones y de llevar a cabo las reformas urgentes.
Tras una espera de varios días, sin razones claras ni mayores explicaciones, el presidente Mario Abdo Benítez designó finalmente al economista Óscar Llamosas como nuevo ministro de Hacienda en reemplazo de su hermano
Benigno López. Se trata de un funcionario de la casa, de carrera, que deberá cargar sobre sus espaldas numerosos desafíos en un momento complicado para toda la economía. Está claro que necesitará de un fuerte respaldo del jefe del Ejecutivo a fin de blindarlo ante las malas prácticas extendidas en el sector público en materia de
manejo presupuestario, la presión de los politiqueros de turno y la urgente necesidad de impulsar reformas profundas en diferentes ámbitos a fin de evitar el descalabro, recuperar la economía y sentar las bases para caminar hacia el desarrollo.
Luego de varios intentos y por motivos diversos,
Benigno López se aleja de Hacienda, una de las carteras de manejo complicado para cualquier administración gubernamental. Tuvo la ventaja de una amplia experiencia en importantes cargos en diferentes instituciones gubernamentales y el hecho de ser hermano del Presidente de la República, lo cual le facilitó muchas tareas. Ya el tiempo se encargará de juzgar su administración de dos años, que en tan corto tiempo tuvo que afrontar las más diversas crisis. Se encuentra a la espera de la confirmación de ocupar un cargo de vicepresidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
La designación de Óscar Llamosas viene a pedido de su antecesor. No caben dudas de que el criterio utilizado fue el de premiar a un funcionario de la casa, pero al mismo tiempo permitir que asuma una persona con amplia experiencia en el manejo del presupuesto público y con conocimiento acabado de los proyectos de la actual administración en materia económica. Esto permite al Gobierno evitar la mala experiencia con alguien que aterriza en la institución y que debe tomarse su tiempo para elegir colaboradores y conocer la real situación. Sin embargo, carga sobre sí la falta de espalda política para soportar los embates de colegas con más peso dentro del mismo gabinete, legisladores de diferentes colores o dirigentes del partido en función de Gobierno . No se debe olvidar que los años venideros tendrán una fuerte carga electoral, con elecciones municipales en 2021 y las primarias presidenciales en 2022.
La nueva administración deberá lidiar con una situación de crisis económica, desempleo, numerosas empresas fundidas o a punto de colapsar, el incremento de la pobreza y la necesidad de implementación de planes para recuperar la economía del país. Deberá afrontar dos problemas graves: un déficit fiscal histórico que este año se situará en más del 7% del Producto Interno Bruto (PIB) y una deuda pública, acelerada por la pandemia, que se estima al cierre del 2020 en aproximadamente 33% del PIB. Por las condiciones económicas, las recaudaciones tributarias no crecerán en la medida esperada. Hacienda deberá buscar financiación alternativa para mantener la inversión pública e insuflar una política anticíclica que coadyuve en la reactivación económica. El flamante ministro anticipó que el país no tiene otra alternativa que seguir apelando a la emisión de bonos para financiarse, aunque no descartó acelerar el ritmo de reducción del saldo negativo del Estado a fin de posicionarlo en el tope acostumbrado del 1,5% del PIB.
Llamosas deberá ser el actor principal en impulsar proyectos de ley trascendentales como la reforma del servicio civil (la ley del funcionario) y un cambio profundo del sistema de contrataciones públicas, solo por citar algunos. Pero también deberá impulsar nuevos proyectos como el de la creación de una superintendencia de seguros, el de la reforma de la Caja Fiscal cuyo “agujero” crece de manera galopante, desangrando las arcas públicas, o el de reestructuración de varios órganos del Estado. De momento se ha visto poco interés en las autoridades de diferentes estamentos en acelerar estos procesos, muchos de ellos empantanados en las famosas comisiones en el Legislativo, conocido mecanismo para frenar o liquidar proyectos.
Un anuncio sumamente auspicioso del nuevo ministro es que su administración no impulsará proyecto de ley alguno de reforma tributaria, debido a la crisis, y considerando que los últimos cambios están en plena etapa de ejecución. Siguiendo con el discurso de su antecesor, insistió en la necesidad de racionalizar los gastos públicos, deuda pendiente de los numerosos Gobiernos que se sucedieron a partir de 1989. Admitió que el desafío es avanzar en la formalización.
Como puede apreciarse, el nuevo secretario de Estado presenta numerosas consideraciones que respaldan su designación, además de haberse ganado una opinión favorable de exministros y sus colegas economistas, pero deberá demostrar que tiene el carácter y la determinación para afrontar las presiones y de llevar a cabo las reformas urgentes. El apoyo de su jefe directo será determinante. Al decir del exministro de Hacienda Manuel Ferreira, quien asuma en la institución tendrá que ser casi un mago, porque deberá reducir el déficit fiscal y al mismo tiempo mantener las inversiones públicas, ayudar a sacar al país de la crisis y no sucumbir ante las presiones que son comunes en épocas electorales.