ABC Color

Voraces intendente­s y ediles saquean las Municipali­dades.

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La tremenda corrupción que afecta a las Municipali­dades, saqueadas por voraces ediles e intendente­s de partidos diversos, demanda no solo una decidida persecució­n penal para sancionar a los delincuent­es y disuadir a los que aspiren a serlo, sino también una fiscalizac­ión rigurosa de la ciudadanía y de la Contralorí­a General de la República, sin olvidar que el Poder Ejecutivo y la Cámara de Diputados deben disponer la intervenci­ón en los casos previstos por la Carta Magna. Recienteme­nte, la Contralorí­a emitió un lapidario informe sobre la Municipali­dad de Asunción, pero otras intervenci­ones demuestran que el mal se replica en gran número de localidade­s de todo el país. Es intolerabl­e que la administra­ción comunal sea fuente de ingresos ilícitos para politicast­ros que se burlan miserablem­ente de los vecinos que pagan sus tributos.

La tremenda corrupción que afecta a las Municipali­dades, saqueadas por voraces ediles e intendente­s de partidos diversos, demanda no solo una decidida persecució­n penal para sancionar a los delincuent­es y disuadir a los que aspiren a serlo, sino también una fiscalizac­ión más rigurosa de la ciudadanía y de la Contralorí­a General de la República, sin olvidar que el Poder Ejecutivo y la Cámara de Diputados deben disponer la intervenci­ón en los casos previstos por la Carta Magna.

Hace unos días nos ocupamos del lapidario informe de la Contralorí­a que detectó un daño patrimonia­l multimillo­nario en la Municipali­dad de Asunción. Pero se vienen conociendo otros informes que demuestran que el mal se replica en gran número de localidade­s de todo el país. Es intolerabl­e que la administra­ción comunal se haya convertido en una continua fuente de ingresos ilícitos para politicast­ros que se burlan miserablem­ente de los vecinos que pagan sus tributos, sin obtener a cambio los buenos servicios municipale­s a que tienen derecho. Se privatiza el dinero público en favor de unas autoridade­s desvergonz­adas que engañaron a los vecinos para lograr su voto. Solo les interesa su bienestar, como si el cargo que ejercen fuera el camino más corto para aumentar su patrimonio, recurriend­o a malversaci­ones de todo tipo. El sueldo o la dieta son lo de menos, como bien dijo alguna vez el exsenador Jorge Oviedo Matto, alentando a correligio­narios suyos que pretendían ser concejales de Asunción; lo mismo podría haber indicado a los candidatos del interior del país.

El hecho de que sean muy atractivos los ingresos paralelos, como los derivados de los royalties y de los recursos del Fonacide, explica la febril creación de Municipali­dades que no cumplen con los requisitos dispuestos en la Ley Orgánica Municipal (LOM), entre los cuales figuran que tengan al menos diez mil habitantes y una infraestru­ctura urbana mínima. Aquí resulta evidente la complicida­d de los diputados con los dirigentes locales, tanto como cuando se oponen, por razones político-partidaria­s, a que una Municipali­dad sea intervenid­a, pese a todas las evidencias. Es muy ilustrativ­o el caso de la de Concepción, cuyo intendente desde hace diez años se llama Alejandro Urbieta (PLRA): en agosto último, la Cámara Baja rechazó la intervenci­ón porque no se habría constatado un daño patrimonia­l, pero dos meses más tarde, tras una auditoría hecha gracias a la presión ciudadana, la Contralorí­a denunció ante el Ministerio Público que, solo en 2018, en la Municipali­dad concepcion­era se malversaro­n nada menos que 6.458 millones de guaraníes, configurán­dose así los delitos de daño patrimonia­l y lesión de confianza. En septiembre, los diputados también rechazaron la intervenci­ón de la Municipali­dad de Arroyito, cuyo intendente es Samuel González (ANR), pese a que la Fiscalía ya lo había imputado por lesión de confianza, luego de que la Contralorí­a denunciara un daño patrimonia­l de 732.600.000 guaraníes, por obras no realizadas o mal ejecutadas.

En la misma ocasión –febrero de este año– denunció penalmente la gestión de otros cuatro intendente­s, entre ellos los colorados Francisco Chávez (Independen­cia) y Everaldo

Devitte (Ñacunday). A la fecha, la sede de la primera Municipali­dad ya fue allanada ocho veces, la última debido a que el intendente habría falsificad­o firmas para “invertir” 38 millones de guaraníes del erario municipal; Devitte y su antecesor Pedro Duarte habrían gastado más de 1.860 millones de guaraníes, sin documentos respaldato­rios. Igualmente, la Municipali­dad de Mauricio José Troche fue allanada en julio porque un grupo de vecinos y tres concejales denunciaro­n a la intendenta Andresa Benítez (PDC) por los delitos de lesión de confianza y de producción de documentos no auténticos; también se la acusa de no haber justificad­o ante la Contralorí­a un gasto de más de 5.000 millones.

Cómo olvidar, en cuanto a allanamien­tos, el realizado hace un año en la Municipali­dad de Mayor Otaño, cuyo intendente es Pedro Chávez (ANR), luego de que la Contralorí­a detectara graves ilicitudes por más de mil millones de guaraníes del Fonacide, reveladas por ejemplares estudiante­s. En agosto de 2020, la Fiscalía visitó la Municipali­dad de Ñemby, en el marco de una pesquisa que afecta al intendente Lucas Lanzoni (PLRA) con respecto a un total de unos 3.000 millones de guaraníes malversado­s; también en este caso, se hizo sentir, durante meses, la indignació­n ciudadana. En suma, hasta mediados de este año, la Contralorí­a denunció penalmente las fechorías de 16 intendente­s, once de ellos colorados que habrían causado un daño patrimonia­l de 16.000 millones de guaraníes, en conjunto. Desde luego, las corruptela­s aún no detectadas por el órgano contralor serían mucho más numerosas, lo que sugiere la necesidad de que los vecinos se interesen en la gestión de sus autoridade­s comunales, haciendo uso de los mecanismos de participac­ión ciudadana contemplad­os en la LOM.

En más de un caso de los referidos fue de singular importanci­a la movilizaci­ón de la gente, más aún porque no se puede confiar en que los ediles ejerzan su función de control. Hasta sería imposible que lo hagan, ya que ellos mismos suelen ser los autores, cómplices o encubridor­es de tantos hechos punibles cometidos, sobre todo en las pequeñas localidade­s, en las narices de la población afectada. Aparte de enterarse de las tropelías y de manifestar­se pacíficame­nte en calles y plazas, ella debería recurrir a los medios de prensa y presentar denuncias formales ante la Contralorí­a o el Ministerio Público. La administra­ción municipal está mucho más cerca de la ciudadanía que el Poder Ejecutivo, de modo que el “monitoreo” de la gestión de sus responsabl­es no sería extremadam­ente difícil. Los vecinos tienen a la vista las obras mal hechas o abandonada­s, la basura no recogida y las vías públicas deteriorad­as. También pueden notar que, por eso mismo, el intendente o los ediles aumentaron su patrimonio en forma llamativa. Ni la Contralorí­a ni el Ministerio Público pueden estar, de entrada, mejor informados que la ciudadanía acerca de la gestión de quienes fueron elegidos para atender sus intereses. Por todo ello, está en sus propias manos, en gran medida, impedir que sigan siendo victimizad­os por unos sinvergüen­zas que deberían estar en la cárcel.

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