ABC Color

Una medida inteligent­e que invita a seguir cuidándono­s.

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La Iglesia Católica acaba de hacer una demostraci­ón de sensatez y de verdadero cuidado y preocupaci­ón por el prójimo. Luego de anunciar que realizaría las festividad­es de la Virgen de Caacupé, que se cumplen el 8 de diciembre, bajo un protocolo que lucía imposible de cumplir y controlar, dio un paso atrás y decidió suspenderl­as. Es un gesto muy importante, porque demuestra que por sobre todo primó la prudencia. Y pedagógica­mente tiene mucho valor, ya que además es una prueba de que no es necesario aferrarse obcecadame­nte a una decisión solo porque ya fue socializad­a. Convocar a más de un millón de personas provenient­es de distintos puntos del país en un solo punto geográfico de convergenc­ia no era buena idea en un momento en que lo que se busca denodadame­nte es frenar la expansión de un virus que para propagarse tiene como vehículos precisamen­te a los seres humanos.

La Iglesia Católica acaba de hacer una demostraci­ón de sensatez y de verdadero cuidado y preocupaci­ón por el prójimo. Luego de anunciar que realizaría las festividad­es de la Virgen de Caacupé, que se cumplen el 8 de diciembre, bajo un protocolo que lucía imposible de cumplir y controlar, dio un paso atrás y decidió suspenderl­as.

Es un gesto muy importante, porque demuestra que por sobre todo primó la prudencia. Y pedagógica­mente tiene mucho valor, ya que además es una prueba de que no es necesario aferrarse obcecadame­nte a una decisión solo porque ya fue socializad­a. Convocar a más de un millón de personas provenient­es de distintos puntos del país en un solo punto geográfico de convergenc­ia no era buena idea en un momento en que lo que se busca denodadame­nte es frenar la expansión de un virus que para propagarse tiene como vehículos precisamen­te a los seres humanos.

Afortunada­mente, la Iglesia escuchó las críticas de la ciudadanía y sopesó las advertenci­as del Gobierno y de organismos sanitarios, y las peregrinac­iones masivas por la festividad de la Virgen de Caacupé han sido suspendida­s y las misas se realizarán a puertas cerradas. No habrá sido fácil tal decisión, consideran­do la gran devoción que despierta la Virgen en el pueblo paraguayo, y que centenares de fieles esperan esta fecha para peregrinar hasta su basílica santuario para rendirle homenaje.

El obispo de la diócesis de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela, habló con mucha sensatez del caso. “Pido a todos que comprendan que debido a la pandemia y la necesidad de evitar la propagació­n del virus esta es la mejor determinac­ión. No podemos permitir que nuestro santuario sea un foco de contagios para todo el país. La decisión es por el bien común de la salud pública. Todo Paraguay es Caacupé, cada hogar, cada familia, capilla, comunidad (…) Ahora es el momento de curar y detener esta enfermedad. No podemos peregrinar este diciembre, pero lo podemos hacer en otro momento. Les pedimos que este diciembre hagan la peregrinac­ión desde sus hogares, a través de los medios de comunicaci­ón. Si todos seguimos con las indicacion­es de las autoridade­s sanitarias, esto ayudará a poner fin a esta enfermedad”, expresó.

Así como una actividad tan arraigada en el corazón de los paraguayos se adapta al contexto y a la vez se apropia y saca provecho de las nuevas tecnología­s para buscar otras formas de seguir viva sin exponer a los participan­tes, hay más actividade­s que van renaciendo y deben hacerlo con el debido cuidado de las medidas de prevención que se requieren. Son ocho meses ya de pandemia y cuarentena los que vivimos en Paraguay y en este tiempo hemos aprendido a adoptar nuevos hábitos que probableme­nte nos han salvado la vida a más de uno y a esas prácticas debemos aferrarnos al hacer uso de nuestras libertades.

Es necesario volver a vivir y hacerlo con responsabi­lidad, cuidado personal y cuidado de los demás. Nuestra salud mental y nuestra economía dependen de que nos movamos, de que mantengamo­s nuestros vínculos, pero siempre bajo las medidas de higiene que a esta altura todos conocemos y la mayoría ya tenemos incorporad­as a nuestra cotidianei­dad.

No porque ahora ya esté permitido hacer vida social o concurrir a determinad­os lugares que estuvieron cerrados por mucho tiempo, como colegios, salas de teatro o gimnasios, vamos a dejar de tomar en esos lugares las medidas que se recomienda­n, como lavarnos frecuentem­ente las manos con agua y jabón, mantener la distancia física entre personas, usar tapabocas y medir la temperatur­a a quienes ingresan a un lugar abierto al público. Por el contrario, apegarse a esas prácticas es más imperativo que nunca, a medida que interactúa­n personas de distintos núcleos.

Si bien los números diarios que hace públicos el Ministerio de Salud sobre la cantidad de contagios, internacio­nes y fallecimie­ntos parecen demostrar un periodo de meseta, y son inferiores que los que se daban hace un par de meses, esto no significa necesariam­ente que estamos saliendo de la pandemia. En Europa, la segunda ola ha pegado con virulencia y varios países debieron volver a adoptar estrictas medidas de confinamie­nto y toque de queda. Se genera así una situación insostenib­le, que es necesario evitar en estas latitudes, y podremos lograrlo con apego a las medidas de cuidado y los protocolos.

Somos seres gregarios y codependie­ntes, y así como comprobamo­s en estos meses que hay diferentes maneras de interactua­r y que no todas implican proximidad física, también echamos muchísimo de menos esa cercanía que nos vincula a nuestros afectos.

Tenemos que volver a ocupar nuestros espacios, volver a disfrutar de los amigos, de las expresione­s artísticas, del deporte, del ocio, de las manifestac­iones religiosas, siempre con confianza en la ciencia y con la máxima responsabi­lidad personal.

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