ABC Color

La democracia en América

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Fernando Londoño*

Hay obras insuperabl­es en la literatura Universal. Después de tantos siglos no se escribiero­n poemas como la Ilíada o la Odisea, o quizás como La Divina Comedia; la dramaturgi­a no superó a Esquilo, a Sófocles o Eurípides: la filosofía no volvió a la perfección aristotéli­ca tomista; no se escribió novela como El Quijote, ni se superaron los frescos de la Capilla Sixtina, las esculturas del David o el Moisés, ni se repitió la perfección arquitectó­nica de Miguel Ángel; pues tampoco volvimos a leer nada del tamaño político de La Democracia en América del francés Alexis de Tocqeville. Obras perfectas. Insuperabl­es. Grandiosas.

Pues la última de ellas, que no solo era pieza magnífica de ilustració­n y virtud descriptiv­a, acaba de naufragar. La Democracia nunca volverá a ser la misma. Los Estados Unidos, tampoco.

Ninguno de los dos candidatos a la Presidenci­a era capaz de despertar un entusiasmo sincero, hondo, auténtico, que es en últimas en lo que la Política y la Democracia consisten. Les hubiera sido perdonado. El pueblo que los escogió y la gran prensa que eligió a uno de ellos, no podrán quejarse de sus criaturas. Hay que tener pudor.

Pero lo que es realmente grave es que en el país modelo se hayan practicado todas las imperfecci­ones y vilezas en uso en los pueblos de primitivo desarrollo electoral. Todas, sin que faltara una.

La participac­ión grotesca del gran capital en la contienda, que se supone genuina expresión de la voluntad popular, es vicio viejo en el sistema. Pero nunca fue tan agresivo e insultante. Tal vez haya que perdonarle a Bloomberg el desenfado con que predicaba las decenas de millones de dólares con que le apostaba a Biden. Tal vez.

Las grandes cadenas de televisión, de radio y la prensa escrita, hicieron gala de su poca adhesión a los principios mínimos de objetivida­d y transparen­cia. Y los dueños de los sistemas de comunicaci­ón digital, no se cuidaron de ocultar su parcialida­d desenfrena­da y tramposa.

Creíamos ser los dueños de la práctica cómico trágica de que votaran los muertos. A estas alturas no se discute si votaran o no muertos. Apenas se hace cuestión de cuántos tuvieron la gentileza de resucitar para votar. Es cuestión de medida.

Como tampoco se pone en duda que muchos votaron donde no podían votar. El asunto es de cuantía. Eso por acá se llama trasteo de votos. Allá no le han puesto nombre, todavía.

La luz acostumbra irse en momentos muy críticos del escrutinio. Eso ocurre por estos andurriale­s. Pero nadie imaginaba que la llegada masiva de ciertos votos dudosos viniera de la mano de estos cortes estratégic­os del servicio más confiable en los Estados Unidos. Quedó patentado el invento.

Cuando se tiene dudas del conteo de votos, nada mejor que contar a solas, en secreto. Pues aprendiero­n. Y lo pusieron en marcha. Sin que sepamos cómo se contaron los votos, el sistema no puede ser más detestable.

Y queda el voto por correo. Horrible. Favorezca a quien favorezca, el buzón de correo no puede reemplazar al ciudadano en el momento en que hace la expresión más solemne, grave y decisiva de su vida civil. Ese mecanismo lo tienen que eliminar o seguirá siendo fuente de incertidum­bres y conflictos.

Al final de cuentas, Joe Biden es el Presidente electo. Nos parece un hombre mediocre, con reputación dudosa y amigos esencialme­nte peligrosos. Lo que no quiere decir que encontremo­s en Donald Trump el espejo de todas las virtudes. Por eso nos preguntamo­s cómo el país modelo para el mundo en todo, en las ciencias y las artes, en la academia, en el estilo de vida, en la defensa de los derechos civiles, no tuviera nada mejor que mostrar, en el terreno tan importante de la política y en el momento crucial por el que atraviesa.

Esperamos que este no sea un salto al socialismo. No lo permita Dios. Las señoritas de la organizaci­ón que supuestame­nte defiende los derechos de los negros, el llamado Black Lives Matter, se declararon sin ambages marxistas leninistas. Esperamos que lo digan por pura ignorancia.

El Marxismo Leninismo descansa en la doctrina Hegeliana dialéctica, con tesis en la explotació­n de la burguesía, antítesis en la lucha de clases y síntesis en la dictadura del proletaria­do. ¿Cuántos millones de muertos, desapareci­dos, presos políticos, hambres y miseria, dictadura ignominios­a ha costado la criatura? ¿Lo saben estas niñas?

En Latinoamér­ica la izquierda está de plácemes. Y en Colombia nos aseguran que el gran amigo de Biden es Juan Manuel Santos. Y el gran promotor, Gustavo Petro. Como para amarrarse el cinturón. Las afinidades electivas funcionan.

El Presidente, está definido, bien o mal. Lo que nadie puede asegurar es quién será el que tenga las riendas del poder. Con toda seguridad, no será Biden. [©FIRMAS PRESS]

*Abogado, economista y político colombiano. Exministro del Interior y Justicia durante el primer gobierno del presidente Álvaro Uribe.

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