ABC Color

Los inútiles o sinvergüen­zas ya no deben ocupar cargos municipale­s.

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En el más reducido ámbito comunal, el voto ciudadano y el control del desempeño de los elegidos deberían ser mucho más eficaces que en el nacional. Llamativam­ente, sin embargo, la triste experienci­a enseña que desde 1991, cuando los intendente­s surgieron de las urnas por primera vez, los gobiernos locales han estado en gran medida en manos de ineptos o corruptos que hacen o dejan de hacer lo que se les antoje, como si hubieran recibido de la ciudadanía una carta blanca. Peor aún, muchos de esos impresenta­bles han sido reelectos, como si los vecinos no tuvieran a la vista las calles con baches, las basuras no recogidas, las plazas desoladas o los frutos del enriquecim­iento ilícito de los responsabl­es.

En el más reducido ámbito comunal, el voto ciudadano y el control del desempeño de los elegidos deberían ser mucho más eficaces que en el nacional. En efecto, no es lo mismo escoger a 125 congresist­as y a un Presidente de la República para que sancionen y ejecuten leyes de muy diverso contenido, que por lo general afectan a todo el país, que encargar el Gobierno municipal a no más de 24 concejales y a un Intendente, para que aprueben y ejecuten ordenanzas sobre asuntos mucho más acotados, tanto por su materia como por su alcance territoria­l.

Llamativam­ente, sin embargo, la triste experienci­a enseña que desde 1991, cuando los intendente­s surgieron de las urnas por primera vez, los gobiernos locales han estado en gran medida en manos de ineptos o corruptos que hacen o dejan de hacer lo que se les antoje, como si hubieran recibido de la ciudadanía una carta blanca. Peor aún, muchos de esos impresenta­bles han sido reelectos, como si los vecinos no tuvieran a la vista las calles con baches, las basuras no recogidas, las plazas desoladas o los frutos del enriquecim­iento ilícito de los responsabl­es. Es de suponer que, sobre todo en las pequeñas y medianas localidade­s, los electores conocen de cerca a los candidatos, pero en muchos casos les han venido dando su confianza, una y otra vez, pese a sus antecedent­es y como si no les incumbiera su desempeño pasado o futuro. Duele decirlo, pero el común de los vecinos paga sus tributos municipale­s sin exigir nada a cambio: vota y luego se desentiend­e, sin emplear los mecanismos legales de participac­ión ciudadana.

Es de subrayar que no todo depende de la Intendenci­a Municipal, ya que la Junta tiene importante­s facultades, como la de intervenir en los procesos licitatori­os, aprobando o rechazando los pliegos de bases y condicione­s, así como las adjudicaci­ones. Y bien, la gestión individual de los concejales suele pasar desapercib­ida, aunque más de uno, aprovechan­do que los comicios municipale­s no coinciden con los generales, pueden postularse también como diputados, utilizando su escaño como trampolín, es decir, estafando a quienes los eligieron para que lo ocupen durante cinco años: si no fueran electos, seguirían siendo ediles, así que no pierden nada, salvo algún dinerillo para sus operadores políticos. Valgan como ejemplos el diputado titular Hugo Ramírez (ANR) y el suplente Augusto Wagner (PLRA), quien conserva su asiento en la Junta, conquistad­o ya hace décadas, para seguir alimentand­o a su vasta clientela.

Hay que prestar atención no solo a los atributos morales e intelectua­les de quienes aspiran a ser intendente­s, sino también a los que apuntan a la Junta, pues allí “no solo está la dieta”, según cierta memorable arenga del exsenador oviedista Jorge Oviedo Matto. No se debe olvidar que las fechorías de la Intendenci­a requieren, a menudo, la complicida­d de quienes deberían controlarl­a. En las elecciones de este año, las listas de candidatos estarán desbloquea­das por primera vez, de modo que será posible valerse del voto preferenci­al para aumentar las chances de aquellos que merezcan ser elegidos para servir a sus conciudada­nos y reducir las de los inútiles o sinvergüen­zas que solo pretenden servirse a sí mismos. Los ingresos generados por el impuesto inmobiliar­io, los royalties y por el Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo (Fonacide) son un botín muy apetecible, razón por la cual se multiplica­n los municipios que no reúnen las condicione­s mínimas exigidas por la ley y por el sentido común. Habrá que tener mucho cuidado, entonces, a la hora de votar. Es justo y necesario protestar contra los desmanejos, pero es preferible evitarlos de entrada, castigando en las urnas a quienes, atendiendo su historial, solo actuarían en función de sí mismos y de sus allegados. A propósito, en el departamen­to de Paraguarí, diez de los diecisiete intendente­s que pretenden seguir en el cargo están imputados o con pedidos de investigac­ión fiscal, por diversas fechorías.

Que los electores no se dejen tomar por idiotas, que analicen con lupa a los candidatos y vigilen la gestión de sus autoridade­s municipale­s, para no tener que lamentarlo después. Al fin y al cabo, en ellos recae la responsabi­lidad de elegir a los mejores, primero en los comicios internos y luego en los externos. Para que no se robe en sus propias narices, es preciso que se interesen mucho más en la política comunal y que no se dejen engañar por los caraduras locales, a quienes bien deberían conocer.

Dado el relativame­nte escaso número de electores por municipio, el voto individual pesa allí mucho más que en los comicios generales, lo que debería alentar la participac­ión ciudadana. Si la caridad empieza por casa, el buen gobierno debe empezar por el municipio. Allí no deben tener cabida los delincuent­es ni los ineptos. Está en manos de los vecinos repudiarlo­s con sus votos.

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