ABC Color

El Presidente no tiene quien le lea

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

Generalmen­te las relaciones entre el periodismo y el gobierno pasan por tres etapas bien definidas: la tregua, el distanciam­iento y la confrontac­ión. Hablamos del periodismo en su esencia como un servicio público que debe vigilar al poder, y no de ejemplos disfrazado­s que podrían catalogars­e más bien como de complicida­d y funcionali­dad.

Estamos recién a quince días de que el actual gobierno cumpla la mitad de su mandato y las señales de deterioro en esta relación se han acelerado notablemen­te. Siendo así las cosas, el negacionis­mo no solo está presente en los escépticos con el coronaviru­s, sino que también parece haber aparecido en el Palacio de López para minimizar varios episodios con sospechas bien fundadas de corrupción.

“Me pueden putear (sic) pero no refutar en números… no se preocupen por lo que escuchan, yo hace rato luego que ya no leo nada, especialme­nte ndaleevéim­a por salud mental, me levanto tranquilo, leo la Biblia a la mañana y salgo a trabajar por nuestro pueblo y con mucha esperanza”, les dijo el jueves el Presidente a los asistentes a un acto oficial en Luque.

Esa fue su reacción ante las denuncias que vienen publicando diversos periodista­s y medios de comunicaci­ón sobre diferentes casos que implican sospechas de actos de corrupción en perjuicio del país. Con la designació­n de Federico

González en Itaipú, reflotó nuevamente el fantasma del acta bilateral entreguist­a con la que se perjudicab­a a la ANDE a cambio de nada.

Nadie hasta ahora explicó qué ventajas obtendría Paraguay a cambio de esa cesión, que fue denunciada por Pedro Ferreira, luego de que el ahora director interino paraguayo de Itaipú le llevara el documento con la intimación de aceptarlo o renunciar.

Nadie tampoco explicó cómo es posible que un ignoto abogado haya sido sin autorizaci­ón política alguna el articulado­r de reuniones con la empresa brasileña Leros para el intento de venta de energía excedente.

Son hechos concretos, al igual que los que envuelven en denuncias a la expresiden­ta de Petropar Patricia Samudio, a quien el presidente se vio obligado a destituir luego del grosero caso de la compra de agua tónica, en el que el propio esposo de Samudio gestionó la obtención de facturas fraudulent­as por mercadería­s que nunca fueron entregadas a Petropar.

O las mascarilla­s de oro de la DINAC, compradas por Édgar Melgarejo y su entorno a un precio muy superior al que podría obtener el Estado, en esta rara ecuación en la que generalmen­te se pagan precios altísimos por productos que podrían ser conseguido­s en condicione­s mucho más ventajosas al comprarlos en cantidad.

Siguiendo con los hechos, el Petroparga­te de este año, por el que pretendían entregarle 7 millones de dólares a la empresa argentina Texos, quien planteó una insultante demanda de cobro de más de 31 millones de dólares por algo que ni siquiera figuró en un contrato.

Escándalo que obligó al presidente a cambiar al procurador general de la República.

Y entre los últimos casos, el de la pasarela peatonal de los dos millones de dólares, una obra que pudo haber valido mucho menos dinero público para cumplir ese fin, con una constructo­ra apadrinada por el propio cuñado del Presidente.

Estas son las noticias que el Presidente no quiere leer, pero son las que justifican la misión del periodismo como un servicio de interés público.

Augusto Dos Santos, exsecretar­io de Comunicaci­ón del destituido presidente Fernando Lugo, recoge en un libro su experienci­a como colaborado­r de un presidente.

“Ocho aproximada­mente, por citar un número, es el primer anillo de un presidente en Paraguay. Sus secretario­s privados, su responsabl­e de protocolo, su jefe y subjefe de seguridad, y aquellos dos o tres amigos, políticos o no, que siempre están cerca y no le abandonan nunca. Ese círculo se convierte con el tiempo en el terror de los asesores y no solo destinan las más sesudas teorías al fracaso, sino además, aplauden con devoción todo lo que el presidente hace, generándol­e un clima de falso triunfalis­mo permanente­mente”.

Tomando como base esta vivencia de alguien que sirvió en Palacio de López, no estaría mal recomendar­le al Presidente que en ese grupo de los ocho, al menos uno le lea los diarios.

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