Otra deplorable actuación del diputado D’Ecclesiis
Otra deplorable actuación del diputado D’Ecclesiis. En noviembre de 2014, una comisión senatorial ligó al diputado Freddy D’Ecclesiis (ANR, abdista) con el narcotráfico, sin que la inculpación, denunciada ante el Ministerio Público, haya tenido consecuencia alguna. Es más, el personaje de marras fue reelecto en 2018 y hoy integra la bancada que apoya al Gobierno, cuyo flamante ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, había sido el vocero de la referida comisión legislativa. Según publicaciones, el legislador posee numerosos antecedentes, y ahora aparece reclamando el cambio de un funcionario del Ministerio de Agricultura y Ganadería que no actuó conforme a sus deseos. D’Ecclesiis se cree que está por encima de los “comunes”, para utilizar un término de otro criticable diputado, Carlos Portillo (PLRA). Personajes de esta calaña enlodan a la “honorable” institución que integran.
En noviembre de 2014, una comisión senatorial ligó al diputado Freddy D’Ecclesiis (ANR, abdista) con el narcotráfico, sin que la inculpación, denunciada ante el Ministerio Público, haya tenido consecuencia alguna. Es más, el personaje de marras fue reelecto en 2018 y hoy integra la bancada que apoya al Gobierno, cuyo flamante ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, había sido el vocero de la referida comisión legislativa. El también exagente fiscal se convirtió luego en el jefe de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), quizá porque el actual presidente de la República, Mario Abdo Benítez, creyó que algo sabía de quienes frecuentan el ámbito del crimen organizado. El curioso hecho de que D’Ecclesiis y Giuzzio estén hoy en el mismo bando político-partidario es solo un ejemplo más de que las serias acusaciones que suelen intercambiarse en la función pública no implican necesariamente una grave incompatibilidad que impida oportunas alianzas de conveniencia personal. Recuérdese nomás que hace apenas cuatro años, Marito tildaba a Horacio Cartes como “el mayor contrabandista que tiene el Paraguay”, y hoy el mismo es su admirado amigo y sostén, al punto de calificar su Gobierno como el mejor de la era democrática. Como no es presumible que los contrincantes hayan cambiado de opinión ni exhibido un propósito de enmienda, es probable que el ministro del Interior siga creyendo que el diputado delinquía y que a este su convicción le tenga sin cuidado, lo mismo que a Marito. En todo caso, actúa como si fuera un personaje respetable, al que se le deben atender sus demandas, aunque sean ajenas a la tarea legislativa. Es lo que se desprende de un audio, en el que D’Ecclesiis informa a su interlocutora, una tal Clarice, que pedirá el cambio de Esquicio Meza, un funcionario del Ministerio de Agricultura y Ganadería, por negarse fondos del Proyecto de Inserción de Mercados Agrarios a la Asociación de Feriantes de San Pedro: “Voy a hacer hasta lo último para que se le cambie a este señor de la gerencia norte, porque es un gran inútil...”, dijo. También le cuenta que “el ministro (Moisés Santiago Bertoni) ya sabe y ahora voy a llegar junto al Presidente de la República a pedir su cambio”. Por lo visto, el ministro denegó el pedido o se abstuvo de decidir, razón por la cual el airado D’Ecclesiis visitará el Palacio de López o Mburuvicha Róga para que disponga el “cambio” de un funcionario de tercera categoría, cuya destitución o traslado se rige por la ley de la Función Pública y no por la simple voluntad del Jefe de Estado. El diputado actuó de una manera que para él sería normal, lo mismo que para muchos legisladores. Si no les parece repudiable enchufar a su clientela en algún cargo público, tampoco juzgarán inapropiado exigir el “cambio” de uno que ya lo esté ocupando. Y no solo en el Poder Ejecutivo, sino también en el Judicial y en el Ministerio Público, así como en la administración descentralizada. D’Ecclesiis se cree que está por encima de los “comunes”, para utilizar un término de otro criticable diputado, Carlos Portillo (PLRA). Como antecedentes de este impresentable, no está de más recordar que, siendo jefe de la Senad, Giuzzio sostuvo que el apellido D’Ecclesiis está “signado por el narcotráfico”, pues también su hermano Víctor, su cuñada Juana Carolina Vera, su tío Abraham y su primo Iván fueron vinculados, en nuestro país o en Estados Unidos, a esa actividad delictiva. Tampoco resulta ocioso apuntar que, según publicaciones, gracias al legislador y a Dalia López, la empresaria prófuga del caso Ronaldinho, el chino Mario Ye Sui Yong habría obtenido una cédula de identidad y un pasaporte paraguayo falsos. Asimismo, fue denunciado por desalojar a treinta familias “sintecho”, a las que habría prometido un inmueble a cambio de votos. Su mandonismo también se evidencia en los conflictos que antes tuvo con la exdiputada Perla de Vázquez y que hoy tiene con el gobernador Carlos Giménez (ANR, abdista) en torno a la provisión de cargos públicos para la clientela, lo que condujo a este último a comprar una camioneta blindada por sentirse amenazado. Si las Cámaras del Congreso solo pueden “recomendar” la remoción del cargo de ciertos altos funcionarios, mediante un voto de censura, uno de sus miembros mucho menos puede exigir que se dicten sanciones administrativas, sin atender las normativas vigentes, contra un servidor público que le habría causado un disgusto. Ni siquiera tratándose de un funcionario de la Cámara que él mismo integra, ya que la investidura de legislador no es una patente de corso que permita disponer el nombramiento o la destitución de persona alguna. D’Ecclesiis habló con el ministro de Agricultura y Ganadería en su calidad de diputado y no de simple ciudadano, quedando a cargo de sus colegas determinar si su pedido implicó una inconducta o un uso indebido de influencias, cuya comprobación no resultaría muy difícil. Se aguarda la respuesta que dio o dará el Presidente de la República al insolente requerimiento anunciado y, sobre todo, si estima que el mismo proviene de un correligionario honorable o de alguien que encarna el mbarete consuetudinario. Por cierto, también para insultar se requiere de cierta autoridad moral, de modo que este personaje debió haberse ahorrado vituperios tales como “un gran plaga, un gran badulaque, un gran hijo de p... ese señor Esquicio”. También pudo haberse abstenido de su reciente apoyo a la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez, aunque bien miradas las cosas, puede servirle para que a ella no se le ocurra desempolvar aquella denuncia formulada en el Senado por boca del actual ministro del Interior. Este nuevo audio, en el que un parlamentario aparece actuando con toda prepotencia, refleja la podredumbre de buena parte de la casta política, a la que ciertamente no se la puede tildar de cínica o de hipócrita. Si se comporta así es porque lo considera inherente a la función que ejerce: no cree que sea inmoral o ilegal intervenir en la administración pública fuera de los casos expresamente previstos en la Carta Magna, sino que sería de lo más natural que promueva el traslado del jefe de un centro de salud, el pago de cierto subsidio o la designación del director de una escuela. La separación de Poderes les tiene sin cuidado a parlamentarios como el de San Pedro, convencidos de que el “ñamandá” autoriza la arbitrariedad, lo que hace que hasta tengan la conciencia tranquila. Su actuación demuestra, por otro lado, que el “mbarete” vuelve a cobrar vigencia bajo este Gobierno. Así se procedió cuando el diputado Ramón Romero Roa (ANR, abdista), quien no se mostraba maleable a las órdenes “de arriba”, fue reemplazado intempestivamente en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM) por su colega David Rivas (ANR, cartista). Personajes de esta calaña enlodan a la “honorable” institución que integran, que se dedica a la fundamental tarea de dictar leyes para todos los habitantes de la República. Lamentablemente, es impensable que sean apartados o sancionados si quienes deben juzgarlos son de parecida o peor calaña, y gozan del paraguas protector de engendros creados para la tranza, como la “Operación Cicatriz”. Solo la reacción ciudadana, que felizmente se está observando, puede frenar estas rémoras de un oscuro pasado.