Amor a toda prueba luego de siete décadas de vida en pareja
Don Nicanor González (91) y doña Basilia Rolón de González (91) son protagonistas de una bella historia de amor que se inició hace más de 70 años en la ciudad de Itá (Dpto. Central). Hace 71 años conformaron una hermosa familia establecida en Pirayú (Dpto. de Paraguarí).
PIRAYÚ, Paraguarí (Desiré Cabrera, de nuestra redacción regional).
Don Nicanor González relató ayer que vivía en Pirayú con sus padres y un día visitó la ciudad de Itá y vio por la calle a una bella joven, de quien quedó prendado inmediatamente. Le dijo a un familiar que lo acompañaba que esa hermosa mujer algún día sería su esposa.
Por cosas del destino, poco tiempo después la tímida joven -como recuerda don Nicanor- se mudó a Pirayú junto a toda su familia; entonces aprovechó la cercanía para conquistarla. La buscaba las veces que iba al ykua (manantial) de la comunidad para acarrear agua y la ayudaba a cargar el cántaro sobre la cabeza y llenarla de halagos.
Cuando venía de la chacra donde trabajaba con su familia, usaba el camino más lejano para llegar a su casa porque en su carreta tirada por bueyes pasaba frente a la casa de su amada, haciendo aspavientos con la correa y látigo para captar la mirada de la joven para saludarla con galantería.
Sus esfuerzos no fueron en vano y al poco tiempo ya era novio de Basilia y pronto se unieron en matrimonio. Cuenta que a sus 19 años fue al entonces Banco del Paraguay y obtuvo un préstamo de G. 150, con lo que pudo cubrir el costo de la construcción de una casa en un inmueble que le dio su padre como herencia. El recibo de ese préstamo es una reliquia de la familia.
Día inolvidable
Se casaron el 11 de febrero de 1950, ayer hizo 71 años. Fue una boda a plena luz del día porque en esa época no había suministro de energía eléctrica en la comunidad. Cuentan que el novio llegó al templo montado en un caballo negro, vestido de riguroso traje oscuro, mientras que la novia hizo lo propio encima de un caballo blanco. Ella lucía un bello vestido blanco que despertaba la admiración de los presentes.
La fiesta de bodas ya se realizó en la casa de los contrayentes, al estilo tradicional. Don Nicanor se dedicó a la agricultura, un oficio que ama profundamente y que recuerda con nostalgia, ya que ahora ya no puede trabajar en el campo.
El matrimonio tuvo cuatro hijas a las que criaron con mucho amor. Actualmente tienen 16 nietos, 40 bisnietos y siete tataranietos que son la mayor alegría de la pareja.
Afortunadamente ambos están muy sanos y disfrutan con su familia en el barrio Dos de Pirayú, donde se materializó la historia de amor.
Las hijas y nietos adjudican la longevidad con buena salud de la pareja a la alimentación sana y buena paraguaya. Les gusta el vori vori de gallina casera, el locro, poroto y otras legumbres, así como maní y coco. También a que cuando eran jóvenes trabajaban en la chacra.
Hasta ahora se miman y cuidan uno del otro con ternura, comentaron sus hijas. Han pasado muchas cosas juntos, como revoluciones, pestes, plagas de langostas y otras que acabaron con sus cultivos, pero los superaron unidos.
Sin embargo, uno de los momentos más tristes de su vida fue perder a su hija mayor, Elvira, cuando ella tenía 53 años de edad, por una diabetes avanzada. Ambos dijeron que una parte de su corazón también murió con su amada hija. A pesar de que han pasado 16 años de ese hecho doloroso, aún derraman lágrimas al recordarla. El año pasado tuvieron una gran fiesta por los 70 años de casados organizada por los nietos y bisnietos. Este año a causa de la pandemia no pudieron realizar una celebración, pero sus hijas, nietos, bisnietos y tataranietos fueron a visitarlos y compartieron emotivos momentos, teniendo en cuenta que son la mayor riqueza de la familia y una muestra de que el amor eterno, sí existe.