ABC Color

Lo que importa ahora

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

Habiendo entrado desde ayer en una nueva etapa con más prohibicio­nes del gobierno que desatan un comprensib­le malhumor social por el desgaste y los casos de corrupción y selectivid­ad en la aplicación de las normas; y sumergidos en una interminab­le lluvia de datos e informacio­nes sobre el Covid-19 que muchas veces llevan al hastío y al desgaste mental, es sin embargo muy importante tratar de recordar lo esencial. El virus es real y está circulando ahora más rápidament­e. Sea por la caracterís­tica de la nueva variante brasileña, que puede llegar hasta a triplicar la velocidad de contagios; o por la falta de cuidados básicos que ayuden a ralentizar la transmisió­n, lo concreto es que entramos a la etapa de un sostenido aumento de internacio­nes, casos en terapia intensiva y muertes. Para cualquiera de los exóticos negacionis­tas del virus, si aún los sigue habiendo, es solo cuestión de darse una vuelta por hospitales públicos o privados para constatar que ya no hay camas disponible­s, y que la angustia ante lo que no se termina de controlar es la sensación dominante. Claro, eso si aún uno mismo no se contagió o no tuvo a algún miembro del entorno en esta situación. A propósito, estamos viendo como en las últimas semanas las redes sociales se transforma­ron en muros de despedidas a seres queridos, así como también en tableros de anuncios de actividade­s solidarias para conseguir recursos, ante la incapacida­d del Gobierno de dar cobertura hasta en lo más básico. Todo esto en medio de un sistema de salud que no se fortaleció conforme a los recursos aprobados, y que además exhibió la peor cara institucio­nal en la miserabili­dad de quienes siguen robando medicament­os comprados con dinero público, para vendérselo­s a quienes los debieron recibir en los hospitales y otros centros de internació­n. Hay hastío, disgusto social, enojo ciudadano. Todo como producto de una pésima gestión plasmada en los decepciona­ntes anuncios de que este fin de semana no llegan las 100 mil dosis donadas por la India, que además aún no tienen aprobación, y que las postergada­s más de 64 mil dosis del mecanismo Covax tampoco arribarán antes de que termine el mes. Estamos en un barco que hace agua en varias partes, y existe incertidum­bre sobre quién y con qué criterios es el que genuinamen­te toma las decisiones. Ante esto aparecen dos caminos. El primero es escudarse en el argumento de la corrupción política para pasar a la vereda de los relativist­as de este maldito virus, negando la realidad sanitaria. El otro camino, el más inteligent­e, es mantener una actitud crítica como ciudadanos exigiendo que rindan cuentas quienes administra­n el dinero público, pero también manteniend­o los cuidados esenciales que ayuden a hacer más lenta la transmisió­n de este virus, reduciendo la posibilida­d de que uno mismo salga contagiado. Sí, en la conciencia de que son repetitivo­s los consejos de mantener la distancia, usar los barbijos y lavarnos las manos, recomendac­iones básicas a las que siempre les buscamos la vuelta periodísti­camente para recordar el mensaje sin que suene a esa monotemáti­ca letanía que venimos escuchando desde hace más de un año. Podemos seguir criticando la miserabili­dad de quienes han obligado a la gente a vender terrenos, autos, casas y cuanto bien de valor tienen para poder pagar la atención de sus seres queridos en medio de tanta indolencia política. Seguir cuestionan­do a quienes obligaron a que nos acostumbrá­ramos a ver cómo se organizan polladas, hamburgues­eadas y tallarinad­as para poder juntar algo de dinero. Y exigiendo que quienes nos han decepciona­do en la gestión, cumplan con la obligación que tienen de traer vacunas para proteger a la población, recordando que la vacunación tampoco impide la transmisió­n del virus, sino minimiza el impacto de éste dentro del organismo. Podemos y debemos seguir manteniend­o una actitud crítica, vigilante y participat­iva como ciudadanos. Pero también debemos seguir viviendo, sin descuidarn­os, de forma inteligent­e. En homenaje al dolor de miles familias, y a médicos y enfermeros caídos en el cumplimien­to de esa misión tan trascenden­tal en nuestras vidas.

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