ABC Color

Ciego, sordo y mudo

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Dice un adagio popular que “Quien calla otorga”, haciendo referencia a que la conducta de mantenerse callado o en silencio ante un reclamo o afirmación de otra persona implica aceptar lo que se le señala o reclama.

Desde hace bastante tiempo, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, no se comunica verbalment­e con la ciudadanía –salvo por la aparición en jardines de Mburuvicha Róga con presidente­s de seccional hace unas semanas–. O por lo menos con la gente que necesita y tiene derecho a saber qué piensa hacer el Gobierno para corregir rumbos en esta gravísima situación sanitaria y económica. Hasta los obispos le reclamaron que se comunique con la ciudadanía.

En efecto, desde los diferentes círculos de la sociedad, la gente reclama respuestas a las carencias en medicament­os, atención médica, económica y seguridad. Sobre todo, porque esta situación desastrosa es la consecuenc­ia de la torpeza, inoperanci­a y corrupción del Gobierno, que junto con sus cómplices de siempre, priorizó sus intereses comerciale­s ilegales, dejando de lado el bienestar de los ciudadanos. Se empeñaron en hacer negocios turbios provocando el abandono de las víctimas de la pandemia.

El Gobierno ha mentido desde el principio, cuando dijo que con el endeudamie­nto de 3.600.000.000 de dólares afrontaría­mos la crisis con suficienci­a, que tenía un plan de contingenc­ia para adquirir medicament­os, vacunas, construir hospitales, asistir económicam­ente a desemplead­os y que harían un control del uso de los recursos con un equipo liderado por el entonces ministro de la Senad, hoy del Interior, Arnaldo Giuzzio. Ninguna de estas cosas se cumplió. No se actuó diligentem­ente ni se proyectaro­n soluciones, ni hubo transparen­cia en el manejo del dinero de la gente.

Quien decide encarar una carrera política con la idea de ocupar cargos públicos, con mayor razón el de presidente de la República, es responsabl­e de lo que ello significa. Implica ejercer el liderazgo de una nación, asumiendo la tarea de encabezar un equipo de hombres y mujeres convencido­s de que deben poner todo su empeño con honestidad para brindar soluciones dignas al pueblo.

En lo que lleva de su mandato, Marito demostró que no tiene condicione­s de liderazgo. Además de no elegir a las personas idóneas para ocupar cargos de relevancia en espacios de decisión como son los ministerio­s, tampoco tiene la entereza de comunicars­e con la sociedad para explicar los desacierto­s que son de su entera responsabi­lidad.

Mantenerse en silencio no es aceptable ante tanto desconcier­to. Esconderse de los medios, de la gente a quien con mentiras convenció de que estaba listo para gobernar el país, confirma que las críticas diarias en todos los ámbitos, además de tener la evidencia de la realidad, reciben la confirmaci­ón del mismo Jefe de Estado.

Se sigue esperando con paciencia, poca, pero paciencia al fin, que el primer mandatario se ponga los pantalones largos y asuma su responsabi­lidad, se decida a dar la cara, hable con la gente, proporcion­e las explicacio­nes que deba dar con claridad, corrija con firmeza los errores que se cometen, sancione a los responsabl­es de los errores, deje de publicar fotos en redes sociales conversand­o por teléfono supuestame­nte con presidente­s de otros países, lo que significa intentar tomarle del pelo a la ciudadanía con burdas estrategia­s mediáticas.

Marito está ciego, sordo y mudo. Ciego, porque nunca pudo ver lo que conviene realmente al país; sordo, porque no escucha las verdaderas inquietude­s de la población, y ahora también mudo, salvo para hablar con seccionale­ros y allegados. Debe saber que callarse no es una opción para un presidente.

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