Más humanidad
Estamos perdiendo la guerra. La cantidad de bajas diarias ha crecido sostenidamente, a una media de 45 muertos por día en las últimas semanas. El pasado mes de marzo fue el más crítico, acumulando más de mil muertos en solo un mes.
Lo anterior no son solo números fríos, son personas que dejaron de existir. Nuestra respuesta como sociedad ha sido infructuosa. Estamos discutiendo letras, debatimos airados el sentido de las palabras, pero no propiciamos acciones coordinadas.
Los pensamientos tóxicos elevan el estrés, deterioran nuestro sistema inmunológico y golpean nuestra calidad de vida; y en medio de esta tempestad hay quienes en una acción autodestructiva se aferran a ellas. Debemos cambiar la táctica.
En junio de 1940, en el peor momento de la Segunda Guerra Mundial para los aliados (Inglaterra y Francia), cuando el demoledor avance nazi había rodeado el puerto francés de Dunkerque; ocurrió un milagro.
El general John Gort, Comandante en Jefe de la Fuerza Expedicionaria Británica, ideó la Operación Dínamo, luego bautizada como el “milagro de Dunkerque”. La idea del militar tuvo respaldo del primer ministro Winston Churchill, quien asumió el riesgo.
330 mil soldados entre británicos y franceses fueron rescatados y, posteriormente, la dinámica de la guerra se revirtió a favor de los aliados. Alemania terminó perdiendo. Lo que en un principio era una derrota irreversible, se transformó en victoria.
La Operación Dínamo tuvo un componente sustancial: la cooperación. Embarcaciones civiles, incluso las de menor porte, participaron del rescate. Atravesaron kilómetros de ruta marítima amenazada por buques, submarinos y ataques aéreos del enemigo.
Un liderazgo firme provocó una estrategia propositiva, una reacción colaborativa extra militar, y el resultado fue el fruto de una acción mancomunada. Hoy día, los gobiernos están rebasados para encontrar una respuesta satisfactoria.
La sociedad no puede seguir esperando. El diagnóstico está a la vista. Se muestra irreversible. Los especialistas dicen que lo peor está por venir en el mes de abril. Las vacunas no llegan. El enemigo nos tiene rodeados. ¿Qué haremos?
El gobierno ha intentado restringir la movilidad, era una opción, pero el hambre debilita y las incongruencias por falta de control han dejado inoperativas a empresas con logística para combatir a este mal con recursos y estrategia.
La gente está dispuesta a dar batalla. Hay que separar el trigo de la cizaña y comprometer a quienes desean enfrentar al enemigo a ingresar a esa misma ruta marítima, amenazada desde todos los ángulos, para rescatar al país.
El presidente de la República tiene que aprender a escuchar. Sus asesores hasta ahora lo han conducido por un mal camino. Debe involucrar al sector privado, no solo para contarles el plan; debe armar la estrategia con él.
Esta semana el Dr. José Fusillo, Presidente de la Sociedad Paraguaya de Neumología, nos decía en ABC que “no solamente estamos perdiendo vidas humanas, sino estamos perdiendo humanidad”.
Y tiene razón. Estamos perdiendo incluso el sentido común. La manera natural de enfrentar los problemas es asociándonos, cooperando, no peleando entre nosotros por el simple significado de las palabras.
Esta guerra no la venceremos con las palabras sino con las acciones. El gobierno no habla y su accionar es equivalente al vacío del silencio. El sector privado está dispuesto a trabajar y en la medida en que lo haga la gente estará enfocada en el “mejor hacer”.
El resentimiento, la amargura y el aborrecimiento son enemigos de nuestro sistema inmunológico, impiden la reacción natural de nuestras defensas. Revirtamos eso con estrategia y trabajo cooperativo.
Las medidas deben ser sensatas, claras y ejecutables. Ya conocemos el tamaño del enemigo, pero todavía no hemos relevado nuestra efectiva capacidad de respuesta. Hagámoslo de manera urgente. Nuestra vida en sociedad lo merece.