ABC Color

Sin vacunas no habrá recuperaci­ón

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Con apenas 0,58 dosis aplicadas por 100 habitantes hasta el momento, Paraguay es el país más atrasado en la vacunación contra el covid-19 en Sudamérica después de Venezuela, según el portal “Our World in Data” de la Universida­d de Oxford, sitio de referencia en la materia a nivel mundial. Si consideram­os que Paraguay es, a su vez, el tercer país menos poblado del subcontine­nte, solo por encima de Uruguay y Guyana, esta triste realidad únicamente puede atribuirse a la imprevisió­n y la ineptitud del Gobierno de Mario Abdo Benítez, con un altísimo costo para la salud, los derechos y la economía de la gente.

Hay dos pretendido­s argumentos a los que recurrente­mente han echado mano para autojustif­icarse por esta lamentable situación. Uno es que todos los países están en las mismas condicione­s, y otro es que la escasez de vacunas es un problema global, por la saturación de la capacidad de producción de los fabricante­s frente a la alta demanda. Ambos argumentos son medias verdades en el mejor de los casos, utilizados como simples pretextos. Las dificultad­es de abastecimi­ento son reales, pero la verdad es que todos en la región, menos Venezuela, están mucho mejor que Paraguay.

Chile, el mejor ejemplo, ya administró 10.200.000 dosis a 6.700.000 personas (en general se requieren dos dosis por persona), un tercio de su población, y recién estamos en el primer trimestre. Es cierto que las cifras de contagios y muertes se elevaron en Chile a pesar de la vacunación masiva, lo que podría estar vinculado a la reducida efectivida­d de la variedad china Coronavac, pero lo concreto es que tiene vacunas. Al 30 de marzo Brasil había aplicado 18.220.000 dosis; Argentina, 3.740.000; Colombia, 1.970.000; Perú, 805.000; Uruguay, 616.000; Bolivia, 276.000; Ecuador, 235.000; y Paraguay, en cambio, 41.200.

La pregunta es: si la causa del agudo retraso en la vacunación, como nos tratan de convencer, es que no ha habido vacunas disponible­s en el mundo, ¿por qué Paraguay consiguió un sexto de las dosis que consiguió Ecuador, un séptimo de las que consiguió Bolivia y el 6,6% de las que consiguió Uruguay, por mencionar a los países relativame­nte más pequeños y débiles de Sudamérica? Dado que no fue un problema de recursos, evidenteme­nte la respuesta es que sus gobiernos y autoridade­s sanitarias, con todas las fallas que segurament­e también habrán tenido, fueron más eficientes que las nuestras, tuvieron mejor capacidad de gestión, evaluaron más correctame­nte el escenario internacio­nal, fueron más astutas y precavidas, quizás más honestas, por lo que obtuvieron mejores resultados.

Por decir lo menos, las autoridade­s paraguayas pecaron de ingenuas y negligente­s al confiar despreocup­adamente en el mecanismo Covax. Prueba de ello es que recién en diciembre de 2020 el Ejecutivo solicitó al Congreso modificar la ley para poder comprar vacunas al margen del fondo rotatorio de la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud. Lo que no se sabe es si lo hizo porque ya entonces empezó a sospechar que Covax no podría cumplir, o porque apareciero­n ciertos intermedia­rios de dudosas credencial­es, amparados en una incomprens­ible “confidenci­alidad”, que prometiero­n millones de vacunas y quién sabe qué más.

Cada quien sacará sus conclusion­es, pero el hecho es que, hasta hace no mucho, el Gobierno seguía afirmando que tenía plenamente garantizad­o el suministro mediante el sistema multilater­al. Cuando en enero se les consultaba acerca de un informe de la Unidad de Inteligenc­ia de The Economist, que ponía a Paraguay entre los que no tendrían disponibil­idad para inmunizar a su población hasta 2022, o incluso hasta 2023, desdeñaban la noticia y repetían que tenían “aseguradas” 4.300.000 dosis de la Oxford/AstraZenec­a a través de Covax y de la OPS, más un millón de dosis de la rusa Sputnik V, más dos millones de dosis cuyo origen no revelaban públicamen­te, pero que en privado decían eran del laboratori­o chino Sinovac, sin identifica­r al proveedor. A tal punto estaban confiados, que el entonces ministro Julio Mazzoleni amplió del 30% al 50% de la población la meta de la campaña de vacunación de 2021.

Como sabemos, la realidad ha sido muy diferente. Covax hasta el momento envió 36.000 dosis, prometió enviar 65.000 más el 25 de marzo y no cumplió, y supuestame­nte tiene que completar 304.800 dosis para mayo. Aun si lo hiciera, ello representa­ría para casi la mitad del año apenas el 7% de lo supuestame­nte comprometi­do para 2021. Además de eso, el Gobierno por ahora solo pudo conseguir 4.000 dosis de Rusia, 20.000 chinas donadas por el Gobierno chileno, 3.000 donadas por los Emiratos Árabes, y 100.000 dosis de la variedad india Covaxin, que todavía no fue aprobada para su uso de emergencia, por lo que tendrá que permanecer en depósito.

Con más de 4.200 fallecidos y una segunda ola de contagios que ha elevado muy significat­ivamente el número de casos graves, están más que claras las consecuenc­ias en términos de salud pública. El impacto también es durísimo en términos sociales y económicos. El país lleva más de un año de restriccio­nes ininterrum­pidas y acaba de volver a un estadio de virtual fase cero, justo en una época en que sectores muy golpeados, formales e informales, se preparaban para resarcirse de pérdidas y comenzar una mejoría. La Encuesta de Hogares de la Dirección de Estadístic­a ha confirmado un aumento de casi cuatro puntos de la pobreza en 2020, un salto sin precedente­s recientes. El Banco Mundial y otros organismos internacio­nales han advertido que el retraso en la vacunación tendrá fuertes efectos adversos en la recuperaci­ón económica.

En su último y esperado discurso, Mario Abdo Benítez

habló de ejecución de obras públicas para contrarres­tar la crisis, pero eso no es ni suficiente ni realista. El Estado ha hecho un tremendo esfuerzo fiscal en 2020 y ya no hay margen de maniobra para seguir gastando sin poner en grave riesgo la estabilida­d. Los recursos no son ilimitados y el Gobierno no puede reemplazar a la sociedad. El país tiene que volver a funcionar, es la única opción, y por ahora eso solamente se puede lograr con vacunas. Esperamos que el Presidente no tarde tanto en volver a dirigirse a la ciudadanía y que, esta vez, tenga mejores noticias para dar.

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