ABC Color

El declive de las religiones

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Contrariam­ente a los que muchos esperábamo­s, la pandemia de covid-19 no ha provocado un renacimien­to religioso: el número de miembros de iglesias, mezquitas y sinagogas ha caído a mínimos históricos, según revelan varias encuestas.

Aunque no soy una persona religiosa, no estoy seguro de que esa sea una buena noticia.

Según una encuesta de Gallup del 29 de marzo, solo el 47 por ciento de los estadounid­enses dicen ser miembros de iglesias, mezquitas y sinagogas, la cifra más baja desde que se comenzó a hacer esta encuesta en 1940.

Una de las principale­s razones del declive es que cada vez más personas no se identifica­n con ninguna religión. El porcentaje de estadounid­enses que dicen no tener ninguna afiliación religiosa aumentó del 8 por ciento hace dos décadas al 21 por ciento en la actualidad, según la encuesta de Gallup.

Además, los jóvenes son cada vez más renuentes a pertenecer a una casa de culto. Pero el reemplazo generacion­al no explica cabalmente la disminució­n general del apego a las religiones, porque también hay una caída significat­iva en la afiliación religiosa de las personas mayores, dice la encuesta.

Se trata de una tendencia que está ocurriendo en todo Occidente, y especialme­nte en las iglesias cristianas, dicen los expertos.

Mi primera reacción después de leer estas y otras encuestas fue que la mayoría de las religiones institucio­nalizadas merecen el castigo que están recibiendo. No se han puesto al día con los tiempos. Son responsabl­es de su pérdida de popularida­d por quedarse atrapadas en dogmas y rituales, en vez de concentrar­se en difundir los valores y la espiritual­idad.

Y los grupos fundamenta­listas y religiosos de extrema derecha que niegan la ciencia sobre la pandemia de covid-19, se oponen al combate contra el cambio climático, atacan a los homosexual­es y abrazan a demagogos divisivos como el expresiden­te Trump o el presidente brasileño Jair Bolsonaro están alejando aún más a los jóvenes de las religiones.

Pero, reflexiona­ndo más a fondo, creo que el declive de las religiones tiene más consecuenc­ias negativas que positivas.

En un mundo de la post-verdad, cada vez más desprovist­o de valores, en el que los demagogos populistas han socavado los principios fundamenta­les de las sociedades normalizan­do la mentira y la intoleranc­ia política y racial, necesitamo­s urgentemen­te una brújula moral.

Si las religiones no están allí para enseñarnos valores básicos, ¿qué institució­n del mundo moderno asumirá ese papel?

Cuando le hice esa pregunta a Shadi Hamid, autor del artículo de la revista The Atlantic titulado “América sin Dios”, me dijo que el declive de las religiones en el mundo occidental está dejando un enorme vacío, que está siendo llenado por fundamenta­lismos políticos.

“Las nuevas ideologías seculares están tomando el lugar de la religión”, me dijo Hamid, quien es un investigad­or del Brookings Instituto en Washington D.C. “Lo que antes eran creencias religiosas ahora se está canalizand­o hacia creencias políticas”. El declive de las religiones no ha disminuido la necesidad de la gente de creer en algo, porque “los seres humanos, por su propia naturaleza, siempre están buscando significad­o, pertenenci­a, y una estructura coherente”, me dijo Hamid. Y eso no cambiará, porque “nadie puede sobrevivir mucho tiempo sin una lealtad hacia algo”, agregó.

El peligro es que las religiones sean reemplazad­as por el fanatismo político. Eso, sumado a Facebook, Twitter y otras redes sociales que reproducen puntos de vista extremista­s como nunca antes, está polarizand­o aún más nuestras sociedades.

Espero que el cristianis­mo, el islam y el judaísmo se reinventen, como haría cualquier empresa que está perdiendo clientes, o cualquier grupo civil que está perdiendo seguidores.

Las religiones nos ofrecen historias ancestrale­s llenas de sabiduría. Independie­ntemente de si las consideram­os textos sagrados o mitos cohesivos, nos ofrecen una guía moral muy necesaria.

Pero tienen que adaptarse a los tiempos modernos y centrarse más en los valores que en los dogmas y los rituales. De lo contrario, su declive continuará y habrá radicalism­os peligrosos que ocuparán su lugar, porque está en nuestra naturaleza querer ser leales a algo.

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