ABC Color

Institucio­nes de papel permiten que los fatos queden sin castigo.

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Hace unos días, el jefe de la DNCP, Pablo Seitz, dijo que es “muy probable” que el Ministerio de Salud Pública realice una “observació­n mayor” a Chaco’i Industrial y Comercial SA, proveedora de plantas de oxígeno al Instituto Nacional de Enfermedad­es Respirator­ias y del Ambiente, al Hospital de Trauma y al Hospital Nacional de Itauguá. La instalació­n realizada en este último nosocomio solo ha operado durante cuatro meses desde su puesta en marcha en 2019. La empresa de marras ya había sido inhabilita­da en tres ocasiones por incumplir contratos con el Estado y ni siquiera debía participar en el último proceso licitatori­o. El caso referido ilustra el descontrol reinante en materia de contrataci­ones públicas. En el organigram­a del Estado figuran numerosas estructura­s de investigac­ión y control, pero en la práctica son meras institucio­nes de papel, cuya inacción hace que proliferen las irregulari­dades.

Contrataci­ones Hace unos días, Públicas el jefe (DNCP), de la Dirección Pablo Seitz, Nacional dijo que de es Bienestar “muy probable” Social (MSPyBS) que el Ministerio realice de una Salud “observació­n Pública y mayor” de a Chaco’i plantas de Industrial oxígeno al y Instituto Comercial Nacional SA, proveedora de Enfermedad­es de Trauma y Respirator­ias al Hospital y Nacional del Ambiente, de Itauguá. al Hospital La instalació­n realizada en este último nosocomio solo ha operado durante cuatro meses desde su puesta en marcha en 2019, razón por la cual su directora, Yolanda González, habría exigido en vano a la firma, varias veces entre junio del año pasado y marzo del corriente, que tenga a bien reparar las averías. Ya en abril de 2020, la comisión senatorial de Prevención y Lucha contra el Narcotráfi­co (!) había actuado con igual objeto y el mismo resultado. Recién el último jueves, el MSPyBS emplazó a la empresa, por cuarenta y ocho horas, a que cumpla con su deber contractua­l, pues la garantía de buen funcionami­ento se extiende hasta 2022. Se ignoran los efectos de la intimación, pero no así que la empresa de marras ya había sido inhabilita­da en tres ocasiones por incumplir contratos con el Estado: una de las sanciones estaba vigente cuando se le adjudicó el actual por un valor de más de 14.700 millones de guaraníes, incluyendo las otras dos instalacio­nes, así que mal pudo haber participad­o en el proceso licitatori­o, como tendrían que haberlo sabido el Ministerio y la DNCP, que, por otra parte, no ejerció su facultad legal de constatar la calidad de la planta en cuestión. El caso referido ilustra el descontrol reinante en materia de contrataci­ones públicas hasta el punto de que el o los dueños de Chaco’i Industrial y Comercial SA ni siquiera se molestaron en emplear la usual artimaña de cambiarle de nombre, recurriend­o a testaferro­s, para eludir la Ley Nº 2051/03: es lo que también suele hacerse para que dos o más supuestos oferentes “compitan” en una licitación pública. La DNCP puede realizar de oficio las investigac­iones que crea oportunas para verificar si todo el procedimie­nto de contrataci­ón se ajustó a la ley, pero brilló por su ausencia en los sonados casos de la provisión de guardias y equipos de seguridad al Instituto de Previsión Social, de la compra de mascarilla­s por Petropar y la Dirección Nacional de Aeronáutic­a Civil, de la adquisició­n de camas e insumos chinos por el MSPyBS y de la construcci­ón de la “pasarela de ñandutí” encargada por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones (MOPC). Hasta ahora, las tres primeras licitacion­es públicas fraudulent­as, a las que segurament­e habrá que agregar otras cuyos vicios siguen ocultos, solo tuvieron consecuenc­ias definitiva­s de tipo administra­tivo, en tanto que la cuarta, que conllevó un notable sobrepreci­o, ni siquiera eso: a la fecha, nada se sabe aún de las conclusion­es de la “intervenci­ón” de la Dirección de Obras Públicas ordenada en enero por el ministro Arnoldo Wiens, ni de la auditoría y la investigac­ión para un eventual sumario administra­tivo, que dispuso en febrero, a pedido de la Contralorí­a General de la República que, lo mismo que la DNCP, apuntó graves irregulari­dades en el procedimie­nto. Como es obvio, el hecho de que la Secretaría de la Función Pública instruya el sumario no implica necesariam­ente la remoción de los responsabl­es, ya que la intrincada maraña de acciones posteriore­s facilita que los fatos terminen en el oparei. Se entiende que la Fiscalía de Delitos Económicos y Anticorrup­ción no necesita la previa instrucció­n de un sumario administra­tivo para poder iniciar sus pesquisas y, dado el caso, imputar y acusar al sospechoso. Tampoco necesita que la Contralorí­a o la DNCP formulen alguna denuncia, de modo que puede y debe actuar al tener noticias ciertas de la presunta comisión de un hecho punible de acción penal pública. Lo que ocurre es que existen numerosas estructura­s de investigac­ión y control que figuran en el organigram­a del Estado, pero que en la práctica son meras institucio­nes de papel, ya que poco o nada hacen. En tal sentido, se recordará que ni siquiera cuando una comisión senatorial denunció en 2014 a ciertos legislador­es por sus nexos con el narcotráfi­co, o cuando, en 2019, una Comisión Bicameral de Investigac­ión (CBI) le hizo llegar sus conclusion­es sobre las actividade­s del “hermano del alma” Darío Messer y sus cómplices locales, hubo seguimient­o alguno, para felicidad de los sospechoso­s. Por cierto, la ley orgánica del Ministerio Público le obliga a mantener “informados de su gestión a los ciudadanos” y a canalizar sus denuncias, pero estos ignoran el destino que suelen tener, siendo lo más probable que acaben en agua de borrajas. Por el mismo camino andan ciertas iniciativa­s del Congreso, como los pedidos de informe, las interpelac­iones y las actuacione­s de las CBI, que por lo general no tienen más consecuenc­ias que dar a los promotores sus “quince minutos de fama”, y constituir­se en grandes pérdidas de tiempo. Solo resta, así, que la ciudadanía no se canse de informarse, en lo posible, a través de los medios de prensa y que estos hurguen en los entresijos del aparato estatal para que los delincuent­es sean al menos moralmente condenados por sus víctimas, ante la defección de las institucio­nes creadas para velar por el cumplimien­to de la ley.

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