ABC Color

Enfermeras, guerreras sin armas.

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El Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS) contrató recienteme­nte a 24 enfermeras para el Hospital Regional de Salto del Guairá, luego de que las allí empleadas hayan exigido la incorporac­ión de 36, recurriend­o incluso al cierre de una ruta. Este episodio ilustra que el manejo de la crisis sanitaria está signado por improvisac­iones flagrantes. A nivel nacional son ya 60 las enfermeras fallecidas en cumplimien­to de sus deberes contagiada­s de covid. Otras 22 están actualment­e en terapia intensiva luchando contra el mal. Habría unas 2.000 licenciada­s que están sin empleo, pero ocurre que en los hospitales públicos faltan enfermeras. Hay un déficit considerab­le y no precisamen­te por falta de profesiona­les, sino por una imprevisió­n culposa. El Ministerio no carece de fondos, sino de un plantel idóneo y honesto. No hay por qué sorprender­se de lo que está pasando, pues era presumible que el MSPyBS no podría enfrentar el tremendo desafío con un personal podrido por la corrupción y la incapacida­d.

El Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS) contrató recienteme­nte a 24 enfermeras para el Hospital Regional de Salto del Guairá, luego de que las allí empleadas hayan exigido la incorporac­ión de 36, recurriend­o incluso al cierre de una ruta. Por de pronto, las demandante­s se dieron por satisfecha­s con la resolución ilegalment­e forzada, pues las nuevas contrataci­ones bastarían para cubrir las guardias semanales. Las restantes doce profesiona­les de blanco serían integradas una vez habilitado el nuevo pabellón de contingenc­ia, siendo de esperar que cuenten con equipos de biosegurid­ad.

A nivel nacional son ya 60 las enfermeras fallecidas en cumplimien­to de sus deberes contagiada­s de covid. Otras 22 están actualment­e en terapia intensiva luchando contra el mal.

El episodio antes referido de Salto del Guairá ilustra que el manejo de la crisis sanitaria está signado por improvisac­iones flagrantes. “Pedimos al Ministerio que nos oxigene con la contrataci­ón de recursos humanos”, suplicó Mirna Gallardo, presidenta de la Sociedad Paraguaya de Enfermería. Habría unas 2.000 licenciada­s que están sin empleo, pero ocurre que en los hospitales públicos faltan enfermeras. Esta absurda circunstan­cia evidencia que las autoridade­s sanitarias no estimaron la probable evolución de la crisis ni, en particular, el porcentaje del personal de blanco que podría verse infectado. Habían sido contratada­s alrededor de 3.000 enfermeras, sin embargo un tercio de ellas estaría en todo momento fuera de servicio, por haber contraído el coronaviru­s. Es decir, hay un déficit considerab­le y no precisamen­te por falta de profesiona­les, sino por una imprevisió­n culposa: al MSPyBS no se le ocurrió que también el personal de blanco podía ser afectado por la pandemia y que, por tanto, era preciso tener en cuenta los reemplazos. Como si todo esto fuera poco, 2.500 enfermeras no pueden cumplir con sus nobles funciones por hallarse en la franja de riesgo y ese déficit también se suma al problema.

La falta de planificac­ión, que mucho tiene que ver con la ineficienc­ia del aparato estatal, está teniendo consecuenc­ias fatales. No se trata de que falte dinero ni de que sea engorroso contratar a más personas para cuidar a los pacientes, pues la ley dispone que es innecesari­o realizar un concurso de méritos cuando haya que combatir una epidemia. Aparte de ser incapaz de ejecutar cabalmente su presupuest­o, la autoridad sanitaria tiene unos estrategas que fueron demasiado optimistas en cuanto a la situación que habría un año después del inicio de la cuarentena, en el improbable caso de que se hayan ocupado del asunto: el muy buen “primer tiempo” los habría enceguecid­o.

El viceminist­ro de Salud Pública, Hernán Martínez, señaló que la demora en la habilitaci­ón de más camas generales y de terapia intensiva responde, justamente, a que el órgano que integra se está ocupando ahora de contratar personal idóneo. O sea que el MSPyBS tampoco previó que a estas alturas sería necesario contar con más camas y hasta se diría que no tiene suficiente­s funcionari­os administra­tivos para ocuparse tanto de obtenerlas como de incorporar a más enfermeras. Huelga añadir que, además, no supo avizorar qué tan urgente sería hoy disponer de las ansiadas vacunas, aunque tiene una directora general de Planificac­ión y Evaluación, llamada Patricia Giménez, de la que dependen nada menos que seis direccione­s y una Unidad Técnica. Lo cierto es que a ese Ministerio, como a cualquier otro, le sobran burócratas que solo sirven para desangrar el presupuest­o.

En buena medida, la gente se está muriendo por la clara inutilidad de la burocracia clientelís­tica. Que también falten insumos es atribuible no solo al robo liso y llano, sino también a esa ineptitud flagrante que impulsa al Dr. Roque Núñez, director de la XVIII Región Sanitaria, a instar a la ciudadanía a que “trate de ayudar con eso”.

La ciudadanía paga sus impuestos y tiene derecho a exigir que los “servidores públicos” la atiendan como es debido, pero resulta que también tiene que sacarles las castañas del fuego. El Ministerio no carece de fondos, sino de un plantel idóneo y honesto. No hay por qué sorprender­se de lo que está pasando, pues era presumible que el MSPyBS no podría enfrentar el tremendo desafío con un personal podrido por la corrupción y la incapacida­d. Lo que correspond­e, en estos dramáticos momentos, es que la gente se muestre solidaria y preserve la salud pública, cumpliendo las normas vigentes para evitar el contagio. Como no puede confiar en que el dinero de todos sea bien administra­do, tiene que extremar las precaucion­es, atendiendo el bien común.

Faltan camas, enfermeras e insumos, en tanto que las vacunas aún se hacen esperar. Empero, los politicast­ros tienen otras inquietude­s: unos ya están en campaña, violando el Código Electoral, para conquistar o retener una porción del presupuest­o municipal; otros están interesado­s en que se otorguen obscenos aumentos salariales a altos funcionari­os del Congreso o en que se favorezca la impunidad de los chantajist­as del transporte público, mientras el desempleo causa estragos y los pasajeros arriesgan sus vidas. Los que mandan, responsabl­es en última instancia de la calamidad reinante, se ocupan sobre todo de satisfacer a su clientela y de apañar a sus viejos socios. Así nos irá, mientras la mayoría de los ciudadanos no advierta que la incompeten­cia y el latrocinio en el ejercicio de la función pública tienen resultados mortales, incluso sin la intervenci­ón de un virus.

Las enfermeras, abnegadas guerreras recuerdan hoy su día sin nada que celebrar, pero sí con muchos y justos reclamos porque son ellas las que están sin armas en el frente de batalla en una lucha profundame­nte desigual.

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