Libres e independientes
“…más de 4.000 paraguayos (...) perecieron en las luchas por la independencia”, según declaraba el presidente Carlos Antonio López en nota escrita el 15 de septiembre de 1845, al encargado de Negocios de los Estados Unidos de América.
“...el historiador Julio César Chávez afirmaba que entre todas las provincias que componían el antiguo virreinato del Plata, “... ninguna ha dado un contingente más crecido de sus hijos que la del Paraguay”. Y centenares de ellos “… murieron ignorados...”.
En algún momento, los paraguayos fuimos independientes “… de todo poder extraño”. Fuimos libres por nuestros propios esfuerzos y sin la ayuda de libertadores extranjeros. Y pudimos integrar una Junta de Gobierno exclusivamente de paraguayos a partir del 23 de junio de 1811.
Dos años más tarde y cuatro meses más tarde, un nuevo Congreso resolvía el nacimiento de la primera República de Sudamérica, cuando el sueño por la libertad de las demás provincias recién empezaba. Para este objetivo, San Martín iniciaba el cruce de los Andes el 5 de enero de 1817 y a principios de 1819, Bolívar comenzaba la reconquista de Nueva Granada.
Así fue. Aislados en medio del continente desde 1548, desde 1617 fuimos condenados a la mediterraneidad para constituirnos en la única provincia española de ultramar sin costas de mar. Ya desde entonces los paraguayos asumimos el valor de la autonomía apelando a nuestros saberes y materias primas, junto al uso de conocimientos ancestrales para casi todo.
Junto a Chile, somos los únicos países de Sudamérica que conservan los nombres que designaban sus respectivos territorios desde antes de la llegada de los europeos. Y somos los únicos que usamos la lengua de nuestros padres indígenas, cotidianamente. La que los extranjeros tuvieron que aprender para comunicarse con nosotros.
Constituida la Provincia del Paraguay y siendo Asunción “la capital originaria y secular” de toda la región, fue castigada con imposiciones arancelarias, asfixias económicas y bloqueos casi permanentes por ciudades que había fundado, defendido y ayudado a crecer.
Pero frugales por necesidad, también economizamos vidas para ser independientes, frente a las enormes pérdidas humanas verificadas en las guerras por la emancipación de otras regiones. Ejemplos: durante los más de 10 años de lucha por la libertad en México, habrían muerto más de 600.000 personas. En el mismo período de tiempo, en Venezuela se registraron 262.000 muertes.
Las “provincias unidas” del Río de la Plata estuvieron desunidas hasta prácticamente las vísperas de la Guerra de la Triple Alianza. Y la unión fue posible con intervención paraguaya. Desde 1810 hasta 1859, el antiguo virreinato fue ensangrentado por una lucha constante entre cada “ista” agregado al apellido de algún caudillo, contra cualquier otro que se le opusiera, con una secuela de muertes nunca dimensionada hasta hoy.
Frente a estos hechos y números, las víctimas del Paraguay fueron sideralmente insignificantes durante las mismas épocas.
Ningún Gobierno paraguayo a partir de la independencia –ni los de la provincia antes– traspusieron las fronteras para guerrear con nadie; pero tuvimos que defendernos hasta prácticamente ayer y en infinidad de ocasiones en toda la historia, de los que pretendían lo que tuviéramos. Aún así y pacíficamente libres, fuimos solidarios con la causa americana: “… más de 4.000 paraguayos (...) perecieron en las luchas por la independencia”, según declaraba el presidente Carlos Antonio López en nota escrita el 15 de septiembre de 1845 al encargado de Negocios de los Estados Unidos de América en Buenos Aires, William Harris.
En el mismo escrito, afirmaba también que “... en los campos de Ayacucho se encontraban hijos de todos los Estados sudamericanos”; recalcando que junto a paraguayos como el coronel José Félix Bogado, los capitanes Patricio Oviedo y Patricio Maciel y el teniente Vicente Suárez, estuvieron los miles de compatriotas ... que servían en las estancias, saladeros, buques y otros establecimientos industriales de Buenos Aires y Montevideo”. Además de Mateo Acosta quien junto a Bogado fueron los paraguayos solicitados por San Martín para el intercambio de prisioneros con los españoles, tras la batalla de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813.
Abonando esta afirmación, el historiador Julio César Chávez afirmaba que entre todas las provincias que componían el antiguo virreinato del Plata, “... ninguna ha dado un contingente más crecido de sus hijos que la del Paraguay”. Y centenares de ellos “… murieron ignorados, treparon los Andes, esgrimieron sus espadas en Chacabuco, Maipú y Talcahuano; salvaron el Pacífico, participaron en la gloria de Pichincha, Riobamba, Junín y de los desastres de Torata y Moquegua”. Además de otros que como Xara (Jara) y Leguizamón, “... tiñeron con su sangre las aguas del Plata, en los combates navales de 1826 y 1827”, para el desalojo de la armada imperial brasileña de la Banda oriental.
Tal fue así que en 1826 retornaban a la Estación del Retiro de Buenos Aires los 78 veteranos que junto al coronel Bogado, acompañaron toda la campaña de los Andes. Entre ellos y los siete que habían sido parte del regimiento original, se encontraba el trompa Miguel Chepoja, indígena guaraní “de la reducción de Santa María la Mayor, en Misiones”.
Los paraguayos fuimos tenazmente LIBRES. Hasta que ESE país murió en las selvas de Cerro Kora el 1º de Marzo de 1870. Pero sin las múltiples tribulaciones de antes, nos agobian hoy las carencias de lo que en tiempos lejanos, tuvimos en exceso: DIGNIDAD Y PATRIOTISMO. Y liberarnos de ese yugo parece más difícil que la tarea de destronar a un monarca, o resistir la hostilidad de nuestros vecinos.
Por lo que mayo no es solo para lucir una escarapela o embanderar las casas. Debería recordarnos también, que el SER PARAGUAYO era un timbre de honor. Y que debería serlo igualmente hoy a partir del reconocimiento a los que nos dieron identidad.
Además, deberíamos saber donde están sus restos porque los próceres de la independencia ni el Mariscal, están en el Panteón de los Héroes … y tampoco se sabe donde están. Un agravio inmerecido.
¿Hasta cuándo?