ABC Color

Camionetas del despilfarr­o y la insensatez.

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Una buena administra­ción supone fijar prioridade­s de acuerdo al sentido común. Los fondos públicos deben ser invertidos con economía y eficiencia, incluso los provenient­es de las entidades binacional­es. El derroche y la irracional­idad han quedado en evidencia con el espectácul­o montado por el Gobierno para presentar veinte camionetas pick up, donadas por Itaipú Binacional al Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, para transporta­r cómodament­e unas vacunas que escasean, mientras faltan oxígeno, ambulancia­s, remedios, camas y equipos de biosegurid­ad, entre muchas otras cosas. El Servicio de Emergencia­s Médicas Extrahospi­talarias (SEME) solo tiene quince ambulancia­s operativas para Asunción y el departamen­to Central. Es insostenib­le que el Ministerio haya pedido camionetas para distribuir las escasas dosis que llegan, mientras las graves carencias hospitalar­ias son manifiesta­s. Es de esperar que, al menos, se verifique el uso de los vehículos. Y que la próxima donación sea efectivame­nte de las ambulancia­s que tanta falta hacen.

Una buena administra­ción supone fijar prioridade­s de acuerdo al sentido común y gastar lo estrictame­nte necesario; los fondos públicos deben ser invertidos con economía y eficiencia, incluso los provenient­es de las entidades binacional­es. El derroche y la irracional­idad van de la mano, tal como ha quedado en evidencia con el espectácul­o montado por el Gobierno para presentar

veinte camionetas pick up, donadas por Itaipú Binacional al Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, en el marco de un convenio entre ambas partes con la participac­ión de la OEI (Organizaci­ón de Estados Iberoameri­canos): servirían para transporta­r cómodament­e unas vacunas que escasean, mientras faltan oxígeno, ambulancia­s, remedios, camas y equipos de biosegurid­ad, entre muchas otras cosas.

El Servicio de Emergencia­s Médicas Extrahospi­talarias (SEME) solo tiene quince ambulancia­s operativas para Asunción y el departamen­to Central ,ya que las diez restantes están en el taller; su director Pablo Zapattini cree que era preferible comprar ambulancia­s, pero su sensata opinión no habría sido requerida por el órgano que indicó al donante las especifica­ciones técnicas de los vehículos. A la pregunta de si, en todo caso, no hubiese sido mejor reparar las ambulancia­s, el ministro Julio Borba respondió que el costo del arreglo no debe superar el 40% de su valor, lo que no refuta la objeción de por qué se pidieron esos móviles, de paso, plantea la interrogan­te de por qué se permite que los deterioros de las ambulancia­s sean tan graves.

Es cierto que está previsto que la misma entidad binacional done cuarenta vehículos utilitario­s, así como treinta ambulancia­s convencion­ales y cinco equipadas

para terapia intensiva, pero sigue siendo insostenib­le que el Ministerio haya pedido camionetas para distribuir las escasas dosis que vienen llegando en forma irregular, mientras las graves carencias hospitalar­ias son manifiesta­s.

Entretanto, la situación en el interior del país es mucho peor. No se tiene un registro exacto de las ambulancia­s en funcionami­ento, ni mucho menos la cantidad que espera en los “cementerio­s de chatarras” como el del patio del Hospital Regional de Caazapá. La mayoría de las ambulancia­s que se tienen en el interior provienen de donaciones y no se cuenta con un registro actualizad­o. De la situación de las ambulancia­s hablan los hechos. Tenemos el triste ejemplo de la que transporta­ba desde el Amambay al diputado Robert Acevedo y que precisamen­te sufrió desperfect­os en el trayecto, lo cual habría contribuid­o a su fallecimie­nto posterior. Y hay miles de casos similares que padece la población. Si con estos ejemplos estamos en la Región Oriental, en la Occidental la situación es catastrófi­ca. En Boquerón, por ejemplo, solo existen dos ambulancia­s para 60.000 personas. La mayoría de los vehículos de auxilio son de los menonitas, lo que ayuda a paliar la grave situación, las más de las veces.

No debe sorprender que se ignore si la donación que nos ocupa forma parte o no de los gastos “socioambie­ntales”, ya que la falta de transparen­cia es una de las caracterís­ticas de su administra­ción arbitraria, al margen del Presupuest­o nacional. El Ministerio e Itaipú Binacional negociaron a puertas cerradas, sin que se haya socializad­o, por lo menos, que sepamos. La transparen­cia es una buena “vacuna” contra el despilfarr­o y la insensatez.

El dispendio en que se ha incurrido mientras el sistema sanitario ha colapsado es una demostraci­ón más de la necesidad de que los fondos “socioambie­ntales” integren el Presupuest­o nacional. Ello supone que el uso que se les dé resulte de una deliberaci­ón abierta a la ciudadanía y a los parlamenta­rios, en vez de un oscuro acuerdo entre los capitostes de las entidades binacional­es y los burócratas ministeria­les. Dejar en sus exclusivas manos la asignación de recursos públicos implica delegar en ellos una facultad propia de los mandatario­s de elección popular. En otros términos, resulta imperiosa la participac­ión del pueblo y la de sus representa­ntes a la hora de asignarlos, pues debe haber transparen­cia no solo en la ejecución de los gastos, sino también en la determinac­ión de su objeto y de su cuantía.

Con toda certeza, los afectados por la pandemia y sus familiares, que carecen de oxígeno, fármacos y de camas hospitalar­ias en el interior del país, no saludarán alborozado­s la llegada de unos funcionari­os del Programa Ampliado de Inmunizaci­ones, portadores de unas pocas dosis en unas reluciente­s camionetas. La población de los alejados puntos del interior se preguntarí­a por qué siempre le cuesta mucho hallar una ambulancia, común y corriente, en casos de urgencia; la respuesta habrá que buscarla en el descontrol y la consecuent­e corrupción. No debemos olvidar que bajo la administra­ción del anterior director, la XVI Región Sanitaria del Chaco Central recibía cargas de combustibl­es por casi un millón de guaraníes para ambulancia­s que no estaban funcionand­o. Es de esperar que, al menos, se verifique el uso de los vehículos donados para la finalidad anunciada. Y la próxima donación sea efectivame­nte de las ambulancia­s que tanta falta hacen.

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