“Estamos en el horno”
Fue esa la frase que nos quedó impregnada esta semana cuando escuchábamos el informe epidemiológico brindado por el director de Vigilancia de la Salud, Guillermo Sequera. Estamos en el horno, pero no solo en el entorno sanitario, lo estamos en todos los ámbitos.
Lo estamos cuando, por ejemplo, el presidente Mario Abdo no tiene el tino necesario para saber cuándo chutar un penal ante cámaras o cuando, por lo menos, guardar la compostura ante un país sumergido en el llanto indecible que sufren quienes están enterrando a sus muertos sin siquiera poder despedirse.
Estamos en el horno cuando sabemos que a un 1 año y casi 3 meses de que se haya iniciado la pandemia del covid-19 en Paraguay no hayamos podido tener una gestión y acción efectiva para enfrentarnos a los peores escenarios previstos que teníamos como país. Revelaba el exministro de Hacienda, Benigno López, que en marzo del 2020 se estimaban 18.000 muertos en el escenario más favorable y 72.000 en el peor. ¿Cómo entonces, llegamos a este punto, donde con esos peores números, no pudimos suplir necesidades de las más básicas a las más complejas, para enfrentarnos a esta tragedia que vivimos hoy?
Estamos en el horno, cuando familiares de pacientes denuncian que hay personas muriendo por falta de oxígeno. Teniendo una provisión crítica y llegando tarde en el acondicionamiento y puesta en funcionamiento de plantas que debían estar operativas. La de Acepar tenía que estar en funcionamiento el 15 de mayo, según un anuncio que hicieron, como siempre, con bombos y platillos.
Estamos en el horno cuando nos enteramos, a través del asesor de asuntos estratégicos del Ejecutivo, Federico González, que regateamos en el momento de comprar vacunas, que no quisimos pagar 30 dólares por dosis como lo hacía Chile y pagábamos US$ 6, pudiendo deducir que hoy la diferencia por una vida es de 24 dólares. Y peor aún, que en la desesperación ante un mercado sangriento, terminamos pagando los 30 dólares por dosis, este año.
Estamos en el horno cuando el Canciller Euclides Acevedo comunicaba que llegarán 800.000 dosis en este mes de mayo y hasta ahora solo arribaron 290.000.
Estamos en el horno cuando las autoridades sanitarias tratan a todos como covidiotas, cargando a las personas con la culpa de una enfermedad que nos roe hasta lo más profundo de las entrañas, robándonos lo físico, lo económico, lo anímico. Cuando siguen afirmando, como lo hizo el director de la Primera Región Sanitaria, Hugo Cabrera, que “guste o no guste, tenemos que decir que la situación en la que estamos es responsabilidad de la ciudadanía”. Por supuesto que hay una responsabilidad muy grande de la gente que debe cumplir las normas sanitarias, pero hay una parte demasiado importante del gobierno que también tuvo la obligación de poner al país en condiciones y que falló moralmente en tratar de imponer orden cuando desde el vamos se tuvieron excepciones y privilegios para los amigos que incumplían las normas establecidas.
Estamos en el horno cuando ante esta crítica y dolorosa realidad nos convertimos en el país con mayor cantidad de muertes por millón de habitantes, pero no hay un plan económico que pueda plantear llamarnos a un nuevo encierro.
Estamos en el horno cuando todo lo que nos compone como país está a punto de estallar, sometiéndonos a una constante e insoportable sensación de querer que todo acabe.
Necesitamos, imperiosamente, salir de este horno que hoy está quemándonos a 250 grados. Necesitamos ver que se abre la puerta hacia un destino claro a futuro, soñar con volver a la normalidad anhelada así como lo están haciendo otros países y dejar las improvisaciones que nos trajeron hasta este tormentoso punto.