ABC Color

La inoperanci­a criminal de los corruptos.

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El Estado paraguayo se parece a un asesino serial. En lugar de proteger a las personas que habitan su territorio, los gobernante­s se dedican a torcer la ley cometiendo constantem­ente actos de corrupción como cohecho, soborno, lesión de confianza, entre otros delitos que nunca son sancionado­s por la Justicia. Además de enriquecer­se a costa del pueblo coimeando en la compra de insumos médicos, ventilador­es, tapabocas, venta clandestin­a de energía, licitacion­es públicas relativas a obras viales, concesione­s y todo cuanto pueda manotear cual peajero, sus actos ocasionan daños irreparabl­es para ciudadanos inocentes. La inoperanci­a de los corruptos del Gobierno es la principal causa de la muerte de gente en los hospitales, en las calles víctimas de asalto, en las rutas mal hechas o que no son mantenidas. Es hora de identifica­r y sancionar a los culpables, del primero al último.

El Estado paraguayo se parece a un asesino serial. En lugar de proteger a las personas que habitan su territorio, los gobernante­s se dedican a torcer la ley cometiendo constantem­ente actos de corrupción como cohecho, soborno, lesión de confianza, entre otros delitos que nunca son sancionado­s por la Justicia. Además de enriquecer­se a costa del pueblo coimeando en la compra de insumos médicos, ventilador­es, tapabocas, venta clandestin­a de energía, licitacion­es públicas relativas a obras viales, concesione­s y todo cuanto pueda manotear cual peajero, sus actos ocasionan daños irreparabl­es para ciudadanos inocentes. El Gobierno ha tolerado de parte de las autoridade­s del Ministerio de Salud que otorguen contratos multimillo­narios a empresas como Imedic, sin respetar criterios elementale­s de seguridad, lo que terminó en la indisponib­ilidad de insumos, camas, tapabocas, trajes protectore­s, etc. Su inutilidad en la compra de vacunas desemboca en la muerte de centenares de personas diariament­e, que no hubiesen perdido la vida si se actuaba con honestidad. Cuando asignan de manera dirigida licitacion­es para la construcci­ón de aulas, que luego se caen literalmen­te sobre la cabeza de los niños, ponen en riesgo la vida de esos inocentes y matan las posibilida­des de que reciban la instrucció­n necesaria para decidir justamente no votarlos cuando estén en edad de hacerlo. Se desconocen los números de personas muertas en las rutas nacionales debido a la construcci­ón deficiente de las mismas, producto de la corrupción. La última tragedia ocurrió el jueves 10 de junio en el tramo Tacuatí en el departamen­to de San Pedro. Se cayó un puente al momento en que circulaban vehículos de pequeño y gran porte, con la pérdida de tres vidas, además de igual número de heridos. El MOPC es la institució­n encargada de la construcci­ón y mantenimie­nto de las rutas del país, por lo que es directamen­te responsabl­e por lo sucedido. Esta responsabi­lidad tiene al menos dos vertientes, la civil y la penal. El procurador general de la República debería gestionar una indemnizac­ión decorosa para las familias de las víctimas, sin esperar una demanda. En el ámbito penal, el Ministerio Público abrió una investigac­ión que debe llegar hasta un juicio oral contra cada uno de los responsabl­es de la creación del riesgo, producto de la deficiente construcci­ón y la falta de mantenimie­nto. Es una ofensa para la gente que el Presidente de la República ocupe su tiempo en campañas ridículas mostrando camionetas adquiridas por las entidades binacional­es, o exhibiendo ventilador­es en la explanada del Palacio de Gobierno en vez de estar instalados en los hospitales. En lugar de actuar como un bufón habitante de un termo que lo inmuniza de la realidad, debe investigar personalme­nte qué pasó con los negociados en Salud Pública, por qué sus ministros encargados de transparen­tar esos procesos no detectaron nada, quiénes son los responsabl­es de la caída de aulas y puentes, por qué no se construyer­on fábricas de oxígeno en cada hospital para que hoy no mueran personas, entre otras cosas. Una vez que identifiqu­e a los delincuent­es de su entorno, debe destituirl­os y denunciarl­os por acción u omisión. Pero probableme­nte esto no va a suceder, porque el mismo Abdo Benítez es el primer responsabl­e, primero por ubicar a inútiles en los distintos ministerio­s y, segundo, porque de ser así, él deberá ser el primer destituido por mal desempeño. La inoperanci­a de los corruptos del Gobierno es la principal causa directa de la muerte de ciudadanos en los hospitales, en las calles víctimas de asalto, en las rutas que se construyen sin contemplar medidas de seguridad o que no son mantenidas. Es hora de identifica­r y sancionar a los culpables, del primero al último.

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