No esperes octubre
Culminan hoy las intensas y acaloradas actividades para que las nucleaciones políticas y sociales compitan en las generales municipales el próximo octubre. Han sido unas internas particularmente apasionadas, manchadas –como otras tantas veces– por la corrupción. La compra de votos se alza contra la libertad que debe tener el ciudadano para elegir al candidato de su preferencia. Esta libertad avasallada niega los beneficios de la democracia.
La mexicana Sor Inés de la Cruz se preguntó en su célebre poema: “¿Cuál es más de culpar? / ¿El que peca por la paga/ o el que paga por pecar?”. Sin duda, el que paga porque especula con las necesidades del prójimo, lo denigra, lo humilla, le vacía de su voluntad para optar por su candidato o candidata que querría al frente de la Intendencia Municipal o como miembro de la Junta.
En estos días en las redes sociales corrió esta frase: “El que paga para llegar, llega para robar”. Las gentes tienen la idea de que quienes pusieron dinero de su bolsillo, y de bolsillos ajenos, tienen que devolverlo con altísimos intereses que se pagan, una vez en funciones, con favores que incluyen contrataciones de personal, nombramientos, construcción de costosas, aunque no se construyan, etc.
Hay un rosario de hechos comprobados y denunciados que hacen que los electores se sientan frustrados en el cumplimiento de su deber cívico que supone depositar su voto, con toda buena fe, por los candidatos que les parecían los mejorcitos de entre el montón. A pocos meses después, los tales candidatos, ya electos, se dan a conocer en su verdadera naturaleza: sinvergüenzas de marca mayor.
En otros casos –demasiados tal vez– no hay votos de buena fe. Se sabe exactamente los antecedentes de quienes aspiran al cargo de intendente o concejal. Se sabe, por las denuncias periodísticas y judiciales, que se dedican al narcotráfico, o tienen estrecha relación con los delincuentes, o con dinero del municipio se construyen lujosas residencias, o se dedican al lavado de dinero.
Es incomprensible que se pueda volver a votar por quienes demostraron, a tiempo completo, que nunca estuvo en su ánimo el más mínimo bienestar de la población; que priorizó su propio interés dejando de lado las necesidades que prometió socorrer. El primer resultado de esta “política” es que llega al final de su mandato con una comunidad más pobre de la que encontró al subir.
No se entiende, entonces, la posibilidad de que políticos de esta índole puedan seguir, o aspirar, el cargo de intendente o concejal. En este caso, la culpa ya no es de los delincuentes sino de quienes le ayudan con sus votos a continuar en el bandidaje. Y esta ayuda no es gratis, cuesta algún dinero. He aquí la perversidad del sistema que se ha impuesto desde hace mucho tiempo. El invento de los “punteros” es una de las mayores desgracias para nuestra democracia. Consiguen votos –tal vez decisivos– para quienes les pagan.
Dentro de este panorama desalentador, queda la esperanza de que muchos electores miren con misericordia a su comunidad y eviten que los pillos de siempre, y de ahora, se salgan con la suya. Es hora de que pongamos fin a la trayectoria delictiva de aquellos políticos inescrupulosos que buscan el poder solo para quedarse con el dinero de los contribuyentes. La ciudadanía los conoce. Con frecuencia están sus fotografías en los medios con sus fechorías. Y están los que responden a los caudillos que buscan seguir en la delincuencia por medio de otros.
Hoy tenemos la oportunidad de hacer valer los votos. Con ellos es posible sepultar la mediocridad y la criminalidad. Entonces podemos llegar a octubre con políticos más dignos de nuestra confianza. Si perdemos esta ocasión, tendremos cuatro años más de penalidades, de plagueos, de protestas para nada.
Apreciado lector, está en tus manos cambiar el país, hoy. No esperes octubre.