ABC Color

“Que se vayan todos”

- Arturo Zarratea Herreros arturo@abc.com.py

No existe cántico más representa­tivo del hartazgo cuando las cosas no salen bien en el mundo futbolísti­co que el famoso: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. A juzgar por algunos escraches a políticos esta frase se está llevando también al léxico ciudadano en el que los posibles votantes hablan de castigar a todos los candidatos “porque ninguno vale la pena”. Ese cansancio de la ciudadanía podría ser peligroso, porque “no votar a nadie” o anular el voto termina benefician­do a los candidatos de siempre, a los que viven de esos cargos hace generacion­es y se valen de la estructura de sus partidos. En síntesis, esa falta de interés en votar “porque todos son iguales” es una medalla de oro a los punteros, a los que compran votos y se mantienen con las promesas de cargos activando 24/7 cada vez que estamos en época de elecciones. Nuestra obligación ciudadana debería ser siempre interesarn­os en conocer a los candidatos, sus antecedent­es. El discurso de poner a todos en la misma bolsa beneficia solamente a los peores y le saca la oportunida­d a personas que podrían aportar un trabajo más serio a las institucio­nes. La falta de elección de los mejores candidatos permite que familias enteras sigan empotradas en los sitios de poder en múltiples ciudades de todo el país. Las elecciones deberían ser precisamen­te eso, elegir a los candidatos que nos parecen adecuados para cumplir la función, hacerlo a conciencia. Evitar votar solamente nos llevará a lo mismo de siempre, a dejar que la elección sea de otros sin siquiera intentar dejar de lado a los peores que desde hace décadas acaparan los puestos públicos sin idoneidad, sin honestidad. La participac­ión es clave pero no es lo único clave. El involucram­iento ciudadano no solamente es fundamenta­l para el día de las elecciones, también es importante y necesario durante los años que esas personas elegidas deben cumplir sus funciones. Quedó más que demostrado en los años de democracia que el único contralor eficiente fue el pueblo. Para que la gente pueda actuar efectivame­nte como contralorí­a de sus autoridade­s necesitamo­s transparen­cia en cada uno de los sitios en los que se maneja dinero público, sin esas herramient­as regalamos el dinero de todos a los amigos, amantes, parientes de los que se creen dueños de los cargos públicos y permitimos que la corrupción siga decidiendo por nosotros.

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