El señor nos sana
Domingo 13, escuchamos el discurso de las parábolas; domingo 20, cómo Jesús calmó las olas indómitas, y hoy contemplamos dos sanaciones: de la hija del jefe de la sinagoga, llamado Jairo, y de la mujer que sufría de hemorragias.
Jairo pone un empeño sincero para buscar a Cristo, se acerca angustiado junto a Él y le pide que venga a “imponerle las manos”, para que ella se sane y viva. Jairo sabía que el toque de Jesús era poderoso y hacía revoluciones impensables. El Señor accede, va a su casa, y aunque le decían que ella ya estaba muerta, Jesús la toma de la mano y le habla: “Niña, yo te lo ordeno, levántate”. Ella se levantó y comenzó a caminar normalmente.
Hno. Joemar Hohmann Franciscano Capuchino
También con nosotros el Señor desea que nos sanemos y “nos levantemos”, moral y anímicamente.
En el trayecto la hemorroisa, que había oído hablar de Jesús, se le acercó y pensaba consigo misma: “Con solo tocar su manto quedaré sanada”. Y así fue: tocó rápidamente su manto y sintió inmediatamente que su achaque había terminado.
Es interesante notar que Jesús sintió que “una fuerza había salido
de Él” y fue justamente la que sanó a la mujer. Ella le contó toda la verdad y Él le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad”.
El Señor quiere que nos sanemos de las enfermedades y perturbaciones que nos maltratan a lo largo de la vida. Él sigue actuando a través de los recursos de la Medicina, y también a través del sacramento de la Unción de los Enfermos. Esto quiere decir que, si tenemos algún enfermo en situación peligrosa, esté en casa o en el hospital, llamemos al sacerdote para realizar este sacramento, que es un acto eficaz de Jesucristo en nuestros días.
Asimismo, en la Misa el Señor “nos toca”, es más, viene directo a nuestra alma y hace cosas portentosas, incluso sobrenaturales.
Sin embargo, es necesario que comulguemos con dignidad.
Igualmente, como afirma el libro de la Sabiduría, hemos de cuidarnos de la envidia, que procede de malos espíritus, y daña la salud física y emocional.
Jesucristo nos quiere con salud plena, lo que también incluye el aspecto social, situación, por ejemplo, en que los cristianos no pueden dejarse manipular por las politiquerías irresponsables, sin un interés real por el bien común.
Sin embargo, hemos de buscar constantemente una sanación más amplia y profunda: de la enfermedad personal, de la crisis ética y de la depredación de la naturaleza.
Paz y bien hnojoemar@gmail.com